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– Grazie, signore -agradeció Donna.

– ¡Pero si hasta hablas nuestro idioma! -exclamó radiante el abuelo.

– Dos palabras -apuntó Rinaldo.

– No seas tan gruñón -lo recriminó su abuelo-. Signorina, e felice di essere finalmente qui con noi?

Donna miró de reojo la curva de la sonrisa que Rinaldo había empezado a esbozar, convencido de que Donna no habría entendido al abuelo. Pero había entendido de sobra que éste le había preguntado si se alegraba de estar allí con ellos finalmente, y se dio la satisfacción de responder en italiano.

– Molto felice, signore. Desideravo tanto conoscere la familia di Toni.

La expresión de Rinaldo se endureció al oír lo contenta que estaba y las ganas que tenía de conocer a la familia de Toni Donna lo miró en silencio desafiantemente.

– Donna no está acostumbrada a este calor – Toni apareció detrás de su abuelo y rompió aquel tenso silencio- Entremos en casa.

– Claro, claro -con vino Piero-. María te enseñará cuál es tu habitación… María, ésta es Donna: pronto pasara a ser una más de la familia. Acompáñala arriba y haz que se sienta cómoda -le dijo a una mujer que acababa de surgir entre las sombras.

– Yo subiré tus maletas -se ofreció Rinaldo con formalidad-. Espero que todo resulte de tu agrado.

El dormitorio al que María la llevó era enorme y tenía dos ventanas altas que daban a la entrada de la casa. Las contraventanas estaban cerradas y reinaba la oscuridad. María las abrió y, con la luz, Donna observó su cama la cual tenía un bonito cabezal de nogal.

Mientras María le enseñaba los armarios y el cuarto de baño, se oyó un golpe en la puerta y un joven entró acarreando las bolsas de Donna. Tras él iba una doncella con una bandeja.

– Algo de comida y un poco de vino -dijo María-. Rinaldo pensó que te apetecería echarte una buena siesta después de un viaje tan agotador.

Hablo con un tono que no daba lugar a dudas: se trataba de una orden, más que de una sugerencia. Era evidente que Rinaldo intentaría disuadir a Toni de su idea de casarse con Donna, mientras ésta dormía. Pero ella no tenía ganas de discutir. Estaba cansada, tenía calor y estaba confusa tras descubrir lo mucho que Toni le había ocultado de su estilo de vida en Italia. Necesitaba tiempo para pensar.

Se duchó, se tomó el tentempié y se acostó en la cama. Despertó al notar los labios de Toni, al que abrazó y sujetó como si fuera la única persona a la que podía aferrarse en un mundo que le era totalmente ajeno.

– Mi dormitorio está justo en el otro extremo de la casa -comentó Toni con una sonrisa-. ¿No es curioso, teniendo en cuenta que ya somos padres de una futura criaturita?

– ¿Se lo has dicho a alguien?

– Todavía no. Estoy esperando el momento adecuado.

– Toni, ¿por qué nunca me has hablado de todas tus anteriores prometidas?

– ¿De todas? -la provocó-. ¡Ni que fuera el Tenorio! -bromeó.

– Según tu hermano, cuatro o cinco.

– Bueno, pero ésas no cuentan. Tú eres la única que cuenta -aseguró.

– No me habías advertido de dónde me estaba metiendo -protestó Donna.

– No te lo tomes tan a la tremenda. Vamos a casarnos, y eso es lo único que importa.

– Me gustaría que habláramos en serio un segundo.

– Si te vas a volver seria, acabaré creyendo que eres tan mala corno Rinaldo -dijo Toni, haciendo pucheros.

– Y ésa es otra: me habías dicho que se alegraría de que te casaras, pero él piensa que sólo voy detrás de tu dinero. Ni siquiera se creería que yo no sabía lo rica que es tu familia. ¿No piensas que también debías haberme comentado algo de eso?

– ¿Por qué?, ¿te habrías enamorado más de mí? -la pinchó.

– ¡Por supuesto que no! Al contrario: me habría amedrantado.

– Quizá yo sabía que ésa sería tu reacción. Yo nunca me he sentido rico. Rinaldo me pasa un sueldo mensual como chantaje para presionarme y obligarme a que vuelva a casa. Para hacerme sentir que estoy en deuda con él.

– ¿Habéis hablado de mí mientras dormía?

– Sí. Y hemos tenido una buena bronca. Cuando vio que no podía hacerme cambiar de opinión, se puso muy furioso. El abuelo me rescató. Dice que no quiere más discusiones durante la cena.

– Ya, pero la situación será tensa de cualquier forma.

– No te preocupes por eso -se adelantó Toni-. Selina cenara con nosotros. Es una antigua novia de Rinaldo. Hace trece años él estaba completamente loco por ella y quedaron prometidos. Todos estaban en contra de aquel noviazgo, Rinaldo tenía sólo veinte años y ella dieciocho; pero él estaba decidido a hacer lo que le diera la gana y a casarse con ella.

– ¿Qué pasó?

– Selina quería ser actriz. Siempre estaba merodeando Cinecitta, un estudio de cine de Roma y, de alguna manera, acabó conociendo a un actor y acostándose con él. Lo siguiente que supimos es que había desaparecido. Fue un mes antes de que Rinaldo cumpliera veintiún años. Estaba preparando la boda, pero Selina se marchó a Nueva York con su estrella de cine. Los fotografiaron juntos y salieron en todos los periódicos, junto con las declaraciones de la mujer del actor, suplicándole que volviera con ella, lo cual tampoco le habría importado a Selina, pues lo único que quería era que él la introdujera en el mundillo del cine.

– ¿Y lo hizo?

– Más o menos. Ella pensaba que se convertiría en una diva mundial, pero acabó interpretando pequeños papeles en películas italianas de serie B. No sabe interpretar, pero sólo tenía que estar guapa y decir unas pocas palabras. Ahora su carrera se ha estancado. Hace un año que no la llaman de ningún sitio.

– ¿Como se lo tomó Rinaldo? -Preguntó Donna-. Tiene pinta de ser el típico hombre al que le entraría un arrebato violento.

– ¡Y tanto! El abuelo decía que nunca había visto a un hombre tan enamorado ni tan furioso. Yo sólo tenía once años, pero me di cuenta de que algo iba mal, porque la rabia de Rinaldo pesaba en el ambiente. Durante un tiempo perdió un poco la cabeza. Tenía un coche muy veloz y conducía pisando el acelerador. Todavía no me explico cómo no tuvo nunca un accidente. Pero de pronto se calmó. Él es así. Nunca pierde el control del todo.

Cuando ve el peligro, se serena y punto.

– La verdad es que la impresión que me estoy llevando de él no es muy buena de momento. Parece un superhombre, o inhumano… lo que sea, pero no humano.

– Es verdad que tiene un gran autocontrol. Cuando decide algo es inexorable -concedió Toni-. Volvió a trabajar y siguió adelante con su vida; pero nadie se atrevía a mencionar el nombre de Selina en su presencia. El día que se enteró de que se había casado con un productor, todos arropamos a Rinaldo, el cual pareció sinceramente afectado. Dos años después se divorciaron y salió en todos los periódicos; pero ninguno de nosotros se atrevió a comentárselo a Rinaldo.

– ¿Entonces? ¿Estará esta noche en calidad de amiga?

– De alguna manera logró irrumpir de nuevo en la vida de Rinaldo y empezaron a verse otra vez. Ella vive en un piso en Via Véneto, el rincón del glamour. ¿No has oído hablar de Via Véneto?

– Claro que sí. ¡La dolce vita! -exclamó Donna con dramatismo.

– Exacto. Yo antes pensaba que era el sitio más increíble del mundo: la vida alegre, el pecado, la fama… Y dinero en abundancia. Justo el sitio indicado para Selina. Rinaldo va a verla a veces, y tengo la impresión de que le paga el alquiler. El productor quebró, Rinaldo la ayuda económicamente y ella, probablemente, le devolverá el favor a su manera. Selina está convencida de que si Rinaldo sigue soltero es porque sigue enamorado de ella.