Выбрать главу

La enfermera Hopkins, con el rostro arrebolado, vacilaba, se contradecía..., era una presa fácil para un hombre tan hábil como sir Edwin.

—¿Es cierto que el jueves, el seis de julio, la difunta Mary Gerrard hizo testamento?

—Sí.

—¿Por qué lo hizo?

—Porque creyó que era una cosa conveniente. Y así era.

—¿Está segura de que no fue porque estaba deprimida e incierta acerca de su futuro?

—Tonterías.

—Es una prueba de que la idea de la muerte estaba presente en su mente, que pensaba sobre ello.

—De ninguna manera. Ella, simplemente, creyó que era lo más apropiado.

—¿Es éste el testamento? ¿Firmado por Mary Gerrard, actuando de testigos Emily Bigg y Roger Wade, dependientes de la pastelería, y en el que dejaba todo cuanto poseía a Mary Riley, hermana de Elisa Riley?

—Eso es.

Fue entregado al Jurado.

—Que usted supiera, ¿tenía Mary Gerrard alguna propiedad, alguna fortuna que legar?

—Entonces, no.

—Pero ¿pronto iba a tenerla?

—Sí.

—¿No es cierto que miss Carlisle iba a dar a Mary Gerrard una cantidad considerable de dinero, algo así como dos mil libras esterlinas?

—Sí.

—¿No sabía nada que obligara a miss Carlisle a hacer eso? ¿Fue por entero un acto de generosidad por su parte?

—Sí, lo hizo voluntariamente, sin estar obligada a ello.

—Pero, seguramente, si odiaba a Mary Gerrard, como se ha sugerido, no le habría dado voluntariamente una cantidad de dinero tan importante.

—Eso es según como se vea.

—¿Qué quiere significar usted con esa respuesta?

—No quiero decir nada.

—Exacto. ¿Ha oído usted algunos chismes locales acerca de Mary Gerrard y de mister Roderick Welman?

—Él estaba enamorado de ella.

—¿Tiene usted alguna prueba de ello.

—Simplemente lo sabía; eso es todo.

—¡Ah! Usted «simplemente lo sabía». Eso no es muy convincente para el Jurado. ¿Dijo usted en una ocasión que Mary no quiso saber nada de él porque estaba prometido a miss Elinor, y que también le dijo lo mismo en Londres?

—Eso es lo que ella me dijo.

Sir Samuel Attenbury reanudó el interrogatorio:

—Cuando Mary Gerrard discutía con usted la fraseología del testamento, ¿la acusada miró por la ventana?

—Sí, en efecto.

—¿Qué dijo ella?

—Dijo: «¿De modo que está haciendo testamento, Mary? Es muy divertido.» Y rió. Y en mi opinión —dijo la testigo maliciosamente—, fue en ese momento cuando se le ocurrió la idea. ¡La idea de matar a la muchacha! ¡En aquel momento llevaba el crimen en su corazón!

El juez habló ásperamente:

—Limítese a contestar a las preguntas que se le hagan. La última parte de esa respuesta se borrará.

Elinor pensó: «¡Qué extraño! Cuando alguien dice la verdad la borran...»

Sintió la tentación de reír.

II

La enfermera O'Brien pasó a declarar.

—En la mañana del veintinueve de junio, ¿le comunicó alguna cosa miss Hopkins?

—Sí. Me dijo que le había desaparecido de su cartera un tubo de morfina.

—¿Qué hizo usted?

—La ayudé a buscarlo.

—Pero ¿no lo encontraron?

—No.

—Que usted sepa, ¿quedó la cartera en el recibidor durante la noche?

—Sí.

—Mister Welman y la acusada, ¿se encontraban en la casa cuando la muerte de mistress Welman, es decir, del veintiocho al veintinueve de junio?

—Sí.

—¿Quiere usted referir un incidente ocurrido el veintinueve de junio, el día siguiente al de la muerte de mistress Welman?

—Vi a mister Roderick Welman con Mary Gerrard. Él le decía que la amaba, e intentó besarla.

—¿Estaba prometido entonces con la acusada?

—Sí.

—¿Qué sucedió después?

—Mary le dijo que debería avergonzarse de hacer semejante cosa, cuando estaba prometido a miss Elinor.

—En su opinión, ¿cuáles eran los sentimientos de la acusada hacia Mary Gerrard?

—La odiaba. La solía mirar como si quisiera matarla.

Sir Edwin se puso en pie de un salto.

Elinor pensó: «¿Por qué discuten sobre esto? ¿Qué importa?»

Sir Edwin Bulmer reanudó el interrogatorio:

—¿No es cierto que la enfermera Hopkins dijo que creía que había dejado la morfina en su casa?

—Verá usted: fue de este modo. Después...

—Haga el favor de responder a mi pregunta. ¿No dijo ella que probablemente dejó la morfina en su casa?

—Sí.

—¿Ella no estaba preocupada entonces?

—No, en aquel momento. Porque pensó que la había dejado en su casa. Naturalmente, así, no estaba intranquila.

—¿Ella no pudo imaginarse que alguien la había podido coger?

—Exacto. No fue hasta después de la muerte de Mary Gerrard cuando ella empezó a preocuparse.

El juez interrumpió:

—Creo, sir Edwin, que ya ha tratado ese punto con la testigo anterior.

—Como guste, excelencia.

—Respecto a la actitud de la acusada hacia Mary Gerrard, ¿no hubo ninguna disputa entre ellas en alguna ocasión?

—No, no hubo ninguna riña.

—¿Miss Carlisle la trataba siempre bien?

—Sí. Era raro el modo como la miraba.

—Sí, sí. Pero no podemos guiarnos por esas cosas. Usted es irlandesa, ¿no es cierto?

—Lo soy.

—Y los irlandeses tienen una imaginación muy viva, ¿no es verdad?

La enfermera O'Brien gritó, excitada:

—Todo cuanto he dicho es verdad.

III

Mister Abbot, el tendero, pasó a declarar. Agitado y aturdido, inseguro de sí mismo, aunque ligeramente emocionado ante su importancia.

Su declaración fue breve. La compra de dos botes de pasta de pescado.

La acusada había dicho: «Ha habido muchas intoxicaciones con la pasta de pescado.» Parecía excitada.

No se le sometió a ningún interrogatorio.

3

CONTINÚA LA DEFENSA

I

Principio del discurso del abogado defensor:

—Señores del Jurado: Yo podría, si quisiera, presentar pruebas de que no es culpable la acusada. El fiscal tiene el deber de presentar las pruebas de la acusación y, en mi opinión, y sin duda en la vuestra, hasta ahora no ha probado nada en absoluto. El acusador aduce que Elinor Carlisle, habiéndose apoderado de una cantidad de morfina (que todos los de la casa podían haber cogido igualmente, pues todos tuvieron idéntica oportunidad, aunque en realidad existe la duda de que realmente esa morfina estuviese en la cartera), procede a envenenar a Mary Gerrard. Aquí el fiscal se apoya solamente en esa oportunidad. Ha intentado buscar un móvil, pero yo someto a vuestra consideración que no ha podido hallarlo.

»¡Pues, señores del Jurado, no hay ningún móvil! El acusador ha hablado de una promesa rota. ¡Una promesa rota! Si una ruptura de relaciones, si una ruptura de esa promesa es una causa para asesinato, ¿por qué razón no se cometen asesinatos todos los días? Y esta promesa, este compromiso de casamiento, escuchen bien, no era un asunto de una pasión desesperada; era un compromiso contraído principalmente por razones familiares. Miss Carlisle y mister Welman se habían criado juntos; siempre se habían estimado, y, gradualmente, llegaron a quererse; pero tengo el propósito de demostrarles que, en el mejor de los casos, se trataba de un asunto muy tibio.

(«¡Oh Roddy..., Roddy! —pensó Elinor—. ¿Un asunto muy tibio?»)

—Además, el compromiso fue roto no por mister Welman, sino por la detenida. Afirmo que he dicho que el compromiso de casamiento entre Elinor Carlisle y Roderick Welman se contrajo principalmente para complacer a la anciana mistress Welman. Cuando ella murió, los prometidos se dieron cuenta de que sus sentimientos no eran lo bastante fuertes para justificar un casamiento. No obstante, continuaron siendo buenos amigos. Además, Elinor Carlisle, que había heredado la fortuna de su tía, por pura bondad se proponía asignar una cantidad considerable de dinero a Mary Gerrard. ¡Y esta muchacha es acusada de un delito de envenenamiento! Esto es ridículo.