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– Voy a contarte un cuento sobre un ruido -le dijo su padre, y, al hablar, la hoja de papel que sostenía entre los dientes se ondulaba

Entonces, con la niña todavía en los brazos, se sentó en el borde de la bañera

En la fotografía que le había llamado la atención, Thomas tenía cuatro años, exactamente la edad que tenía Ruth ahora. Todos aparecían en poses desgarbadas: Thomas, sentado en un gran sofá con un confuso diseño floral en la tapicería, y Timothy, con dos años, a quien parecía inundar el exceso botánico del sofá, y que permanecía a la fuerza en el regazo de Ted. La foto debía de datar de 1940, dos años antes de que naciera Eddie O'Hare

– Una noche, cuando Thomas contó su padre-, y Timothy aún oyó un ruido

Ruth siempre recordaría a su padre en hoja de papel de la boca

– ¿Los dos se despertaron? -le preguntó Ruth, mirando la fotografía

Y eso fue lo que puso en movimiento el viejo y memorable relato. Ted Cole se lo sabía de memoria desde la primera línea. -"Tom se despertó, pero Tim no." Ruth se estremeció en los brazos de su padre. Incluso de mayor, convertida ya en una novelista de éxito, Ruth Cole no podría oír o pronunciar esas palabras sin estremecerse

– "Tom se despertó, pero Tim no. Era noche cerrada. "¿Has oído eso?", le preguntó Tom a su hermano, pero Tim sólo tenía dos años e, incluso cuando estaba despierto, no hablaba mucho

"Tom despertó a su padre y le preguntó: "¿Has oído ese ruido?"

"¿Qué clase de ruido?", preguntó su padre

"Era como el de un monstruo sin brazos ni piernas, pero que intenta moverse", dijo Tom

"¿Cómo puede moverse sin brazos ni piernas?"

"Pues se arrastra", dijo Tom. "Se desliza sobre su plaje

"¡Ah!, pero ¿tiene pelaje?", preguntó el padre. "

"Avanza apoyándose en los dientes."

"¡También tiene dientes!", exclamó el padre"

"Ya te lo he dicho… ¡Es un monstruo!", insistió Tom. "

"Pero ¿cómo era exactamente el ruido que te ha despertado?", le preguntó su padre"

"Era un ruido como si…, como si uno de los vestidos que tiene mamá en el armario estuviera vivo de repente y tratara de bajar del colgador", dijo Tom."

Durante el resto de su vida, Ruth Cole tendría miedo de los armarios. No podría dormirse en una habitación si la puerta del armario estaba abierta. No le gustaba ver los vestidos allí colgados. No le gustaban los vestidos, y punto. De niña jamás abría la puerta de un armario si la habitación estaba a oscuras, por temor a que un vestido tirase de ella y la arrastrara dentro del armario

"Volvamos a tu habitación y escuchemos el ruido", dijo el padre de Tom

"Y allí estaba Tim, que seguía dormido y aún no había oído ningún ruido. Era un ruido como si alguien quitara los clavos de las tablas, en el suelo, debajo de la cama. Era un ruido como el de un perro que intentara abrir una puerta: tenía la boca húmeda, y por lo tanto no podía agarrar bien el pomo, pero no dejaba de intentarlo, y Tom pensó que al final el perro entraría. Era un ruido como el de un fantasma en el desván, que dejara caer al suelo los cacahuetes que había robado en la cocina."

Y al llegar ahí, la primera vez que escuchó el cuento, Ruth interrumpió a su padre para preguntarle qué era un desván…

– Es una habitación muy grande encima de los dormitorios -le dijo

La existencia incomprensible de semejante habitación la llenó de espanto. La casa donde Ruth creció carecía de desván.

"¡Ahí está otra vez el ruido!", susurró Tom a su padre. "¿Lo has oído?"

"Esta vez Tim también se despertó. Era un ruido como el de algo atrapado dentro de la cabecera de la cama. Se estaba comiendo el material para salir de allí, roía la madera."

Ruth interrumpió a su padre de nuevo. Su litera no tenía cabecera, y no sabía lo que significaba "roía". Su padre se lo explicó

– "A Tom le parecía que el sonido era claramente el de un monstruo sin brazos ni piernas que arrastraba su espeso y húmedo pelaje

"¡Es un monstruo!", exclamó

"Es un ratón que se arrastra entre las paredes", dijo su padre

"Tim lanzó un grito. No sabía qué era un ratón, y le asustaba la idea de un ser con pelaje espeso y húmedo, sin brazos ni piernas, arrastrándose entre las paredes. Además, ¿cómo algo así podía meterse entre las paredes?

"Pero Tom le preguntó a su padre si de veras sólo era un ratón.

"El padre golpeó la pared con la mano y oyeron cómo el ratón se escabullía

"Si vuelve", les dijo a Tom y a Tim, "sólo tenéis que golpear la pared"

"¡Un ratón que se arrastra Tom. "¡No era más que eso!"

"Se durmió enseguida, y su padre regresó a la cama y también se durmió, pero Tim se pasó toda la noche en vela, porque no sabía lo que era un ratón y quería estar despierto cuando la criatura que se arrastraba entre las paredes volviera a arrastrarse. Cada vez que creía oír al ratón moviéndose entre las paredes, Tim golpeaba la pared con la mano y el ratón se escabullía, arrastrando su espeso y húmedo pelaje, sin patas delanteras ni traseras

– Y éste… -le dijo Ted a Ruth, porque terminaba todos sus relatos de la misma manera

– Y éste es el final del cuento -concluyó la pequeña.

Cuando su padre se levantó del borde de la bañera, Ruth oyó el crujido de sus rodillas. Apagó la luz del baño de invitados, donde Eddie O'Hare no tardaría en pasar una absurda cantidad de tiempo, dándose largas duchas hasta que se terminaba el agua caliente o haciendo alguna otra cosa propia de los adolescentes

El padre de Ruth apagó las luces del largo pasillo, donde las fotografías de Thomas y Timothy se sucedían en una hilera perfecta. A Ruth, sobre todo aquel verano en que ella tenía cuatro años, le parecía que abundaban las fotografías de sus dos hermanos a la edad de cuatro años. Más adelante especularía con la posibilidad de que su madre hubiera preferido los niños de cuatro años a los de cualquier otra edad, y se preguntaría si ésa fue la razón de que su madre la abandonara al final del verano, precisamente cuando ella tenía cuatro años

Después de que su padre la acostara en la litera, Ruth le preguntó:

– ¿Hay ratones en esta casa?

– No, Ruthie, no hay nada que se arrastre entre nuestras paredes -respondió él

Pero la niña permaneció despierta después de que su padre le diera las buenas noches con un beso, y aunque el ruido que la había seguido desde su sueño no la siguió, o por lo menos no lo hizo esa misma noche, Ruth sabía ya que algo se arrastraba entre las paredes de la casa. Sus hermanos muertos no limitaban su residencia a aquellas fotografías. Se movían de un lado a otro, y era posible detectar en numerosos detalles su presencia fantasmal

Aquella misma noche, antes incluso de oír el tecleo de la máquina de escribir, Ruth supo que su padre seguía despierto y que no volvería a acostarse. Primero le oyó mientras se cepillaba los dientes, luego le oyó vestirse, el breve ruidito metálico de la cremallera al cerrarse, el taconeo de los zapatos

– ¿Papá? -le llamó.

– Dime, Ruthie.