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Cuando se dio cuenta de que en aquel momento Karl le estaba presentando, prefirió no escucharle. El tramoyista de aspecto siniestro había ofrecido a Ruth su taburete, pero ella lo rechazó y siguió en pie, balanceándose un poco, como si estuviera a punto de jugar a squash en vez de dar una lectura

– No estoy muy satisfecho de mi discurso… -le dijo Eddie a Ruth-. La tinta se ha corrido

Ella se llevó a los labios uno de los índices cortos y cuadrados. Cuando Karl terminó de hablar, Ruth se inclinó hacia Eddie y le susurró al oído:

– Gracias por no haber escrito acerca de mí. Sé que podrías haberlo hecho

Eddie no pudo articular palabra. Hasta que la oyó susurrar, no se dio cuenta de que Ruth tenía la misma voz de su madre. Entonces la escritora le empujó hacia el escenario. Como no había escuchado la presentación de Karl, Eddie no sabía que éste y el público, que era el de Ruth Cole, aguardaban su intervención

Ruth había esperado toda su vida a encontrarse con Eddie. Desde la primera vez que le hablaron de la relación entre Eddie O'Hare y su madre, deseó conocerle. Ahora no soportaba verle dirigirse al escenario, puesto que se alejaba de ella, y prefirió mirarle en el monitor de televisión. Desde la perspectiva del cámara, que era la del público, Eddie no se alejaba, sino que avanzaba hacia el público. "¡Por fin ha venido a mi encuentro!", imaginaba Ruth. "Pero ¿qué diablos pudo ver en él mi madre?", se preguntó. ¡Qué hombre tan patético y desventurado! Observó con detenimiento la imagen de Eddie en blanco y negro en la pequeña pantalla del televisor, una imagen simple, primitiva, que le daba un aspecto juvenil. Ruth comprendió que debía de haber sido un chico guapo. Pero, en un hombre, la guapura sólo tiene un atractivo temporal

Mientras Eddie O'Hare hablaba sobre ella y su escritura, Ruth se distrajo haciéndose una pregunta familiar y turbadora: ¿qué le atraía a ella permanentemente en un hombre?

Ruth pensaba que un hombre ha de tener confianza en sí mismo, pues al fin y al cabo los hombres están hechos para actuar con agresividad. No obstante, su atracción hacia hombres seguros de sí mismos y enérgicos le había llevado a entablar ciertas relaciones discutibles. Ella jamás toleraría la agresión física, y hasta entonces se había librado de cualquier clase de episodio violento, como los que habían vivido algunas de sus amigas. Dado lo poco que le gustaba su instinto con respecto a los hombres, un instinto en el que no tenía ninguna confianza, no dejaba de ser sorprendente que Ruth creyera poder detectar, en la primera cita, la capacidad de un hombre para mostrarse violento con las mujeres

Era ésa una de las pocas cosas, en el confuso mundo del sexo, de las que Ruth se sentía orgullosa, aunque Hannah Grant, su mejor amiga, le había dicho repetidas veces que simplemente había tenido suerte. ("Lo que ocurre es que no has conocido al tipo adecuado…, quiero decir inadecuado -le había dicho Hannah-. Ya verás cuando salgas con él.")

Ruth opinaba que un hombre debía respetar su independencia. Nunca ocultaba el hecho de que no estaba segura acerca del matrimonio, y más insegura aún con respecto a la maternidad. Sin embargo, los hombres que respetaban su pretendida independencia solían mostrar una falta de compromiso del todo inaceptable. Ruth no estaba dispuesta a tolerar la infidelidad, exigía de inmediato a todo hombre con el que se relacionaba que le fuese fiel. ¿Acaso era tan sólo anticuada?

A menudo Hannah se había burlado de lo que llamaba la "conducta contradictoria" de Ruth. A pesar de que ésta tenía ya treinta y seis años, nunca había vivido con un hombre, y no obstante esperaba que cualquier amigo con el que saliera en ese momento le fuese fiel aunque no vivieran juntos. "No veo nada contradictorio en eso", decía Ruth, pero Hannah pretendía que Ruth a los treinta y seis años ella era superior a Ruth en lo concerniente a las relaciones de pareja. Ruth suponía que esa pretensión de su amiga se basaba en que había tenido más relaciones que ella

Según el criterio de Ruth, e incluso según criterios más liberales que el suyo, Hannah Grant era promiscua. En aquel momento, mientras Ruth aguardaba para leer un capítulo de su nueva novela en la YMHA de la Calle 92, Hannah también llegaba tarde. Ruth esperaba encontrarse con ella en el camerino, antes del acto, y ahora le preocupaba que su amiga llegara demasiado tarde para ser admitida, aunque le habían reservado un asiento. El retraso era muy propio de Hannah, quien probablemente había conocido a un hombre y estaba hablando con él. (En realidad habría hecho algo más que hablar.)

Ruth dirigió de nuevo su atención a la pequeña pantalla en blanco y negro del monitor de televisión, e intentó concentrarse en lo que decía Eddie O'Hare. La habían presentado en muchas ocasiones, pero aquélla era la primera vez que lo hacía el antiguo amante de su madre. Si bien esta circunstancia distinguía a Eddie, su presentación, por el momento, no tenía nada de distinguida

– Hace diez años… -empezó a decir Eddie, y Ruth bajó la cabeza. Esta vez, cuando el joven tramoyista le ofreció su taburete, lo aceptó. Si Eddie iba a empezar por el principio, ella sabía que lo mejor sería que se sentara-. El mismo orfanato, la primera novela de Ruth Cole, se publicó en 1980, cuando la autora sólo tenía veintiséis años. Está ambientada en un pueblo de la Nueva Inglaterra rural, famoso porque allí, y desde siempre, los estilos de vida alternativos habían encontrado apoyo. En aquel lugar prosperó una comuna socialista y otra de lesbianas, pero al final ambas se disgregaron. Un colegio universitario con unos criterios de admisión discutibles floreció brevemente, pues se fundó sólo para procurar una prórroga a los jóvenes que no querían ir a la guerra de Vietnam. Una vez finalizada la guerra, el colegio cerró sus puertas. Y a lo largo de los años sesenta y comienzos de los setenta, antes de la sentencia del Tribunal Supremo sobre el caso Roe contra Wade, que legalizó el aborto en 1973, en el pueblo hubo también un pequeño orfanato. En aquellos años en que la operación era todavía ilegal, se sabía, por lo menos en el pueblo y sus alrededores, que el médico del orfanato practicaba abortos

Al llegar aquí, Eddie hizo una pausa. Las luces de la sala proyectaban una luminosidad tan tenue que no veía un solo rostro del numeroso público. Sin pensarlo, tomó un sorbo de agua del vaso de Ruth

Lo cierto era que Ruth se graduó en Exeter el mismo año en que se dictó la sentencia del caso Roe contra Wade. En su novela, dos alumnas de Exeter quedan embarazadas y las expulsan de la escuela sin identificar al posible padre, pues resulta que las dos tenían el mismo novio. Cierta vez, en una entrevista, la autora de veintiséis años bromeó diciendo que "el título de trabajo" de El mismo orfanato era El mismo novio

Eddie O'Hare, que estaba condenado a ser exclusivamente autobiográfico en sus novelas, no cometió el error de dar por sentado que Ruth Cole escribía sobre sí misma. Desde la primera vez que la leyó, supo que la novelista tenía suficiente imaginación y recursos para no limitarse a su mundo personal. Pero en varias entrevistas Ruth había admitido que tuvo una amiga íntima en Exeter, una muchacha de cuyo novio también ella estuvo perdidamente enamorada. Eddie no sabía que la compañera de cuarto y mejor amiga de Ruth en Exeter fue Hannah Grant, ni tampoco que ésta asistiría a la lectura de Ruth. Hannah había oído leer a su amiga en muchas ocasiones, pero esta lectura era especial para ella porque las dos amigas habían dedicado gran parte del tiempo que pasaban juntas a hablar de Eddie O'Hare, y Hannah ardía en deseos de conocerle

En cuanto a que las dos amigas se enamoraron "perdidamente" del mismo chico en Exeter, Eddie no podía saber, pero lo suponía correctamente, que Ruth no había tenido relaciones sexuales durante la época escolar. De hecho, y ello no era un logro fácil en los años setenta, Ruth se las ingenió para prescindir del sexo durante sus estudios universitarios. (Hannah, por supuesto, no esperó. Tuvo varias relaciones sexuales en Exeter y su primer aborto antes de graduarse.)