– Debo decir que sí. -Dijo con un gran sonrisa.
Ella tomó un poco más de huevos.
– Vuestra madre insiste en continuar llamándome Henrietta, pero creo que es solo porque el nombre de vuestro padre es Henry. ¿Que querías preguntarme?
Pestañeó.
– ¿Perdón?
– Sí, creo que algo querías preguntarme cuando te he interrumpido por llamarme “Srta. Barrett” y te he pedido que me llames Henry.
Ned pestañeó de nuevo, tratando de recobrar su capacidad de pensamiento.
– Ah, sí. Creo que le iba a preguntar si alguien le ha dicho alguna vez que eres muy sincera.
Ella no pudo evitar reírse.
– Todo el mundo.
– No sé por qué pero no me sorprende.
– Tampoco a mí me sorprende. Dunford continúa diciéndome que hay algunas ventajas pero nunca he sido capaz de saber cuales. -Inmediatamente se maldijo por haberle metido en la conversación. No había ni una sola persona de la que le apeteciera hablar menos que de Dunford.
– ¿Conoces a Dunford?
Henry cortó una rodaja de jamón.
– Es mi tutor.
Ned tuvo que taparse la boca con la servilleta para evitar escupir el té que había bebido.
– ¿Que es su qué? -Preguntó sin poder creer lo que había dicho.
– No paro de encontrarme con esa reacción por todo Londres. -Dijo ella negando para si misma con la cabeza-. Veo que la mayoría de la gente no cree que Dunford tenga material de tutor.
– Esa es una manera de describir el problema.
– He oído que es un calavera de la peor calaña.
– Esa es ciertamente otra manera de describir el problema.
Se echó hacia delante interesada, con sus ojos brillando diabólicamente.
– Belle me ha dicho que estás tratando de tener exactamente la misma reputación que él.
– Belle habla demasiado.
– Que divertido, él dijo exactamente lo mismo.
– Tampoco me sorprende.
– ¿Sabes lo que pienso, Ned? ¿Puedo llamarte Ned?
Sus labios se movieron con asombro.
– Naturalmente.
Ella meneó la cabeza.
– No creo que seas capaz de comportarte como un calavera.
– ¿De veras? -Preguntó tuteándola y arrastrando ligeramente las palabras.
– Si, y lo estás haciendo muy bien, puedo verlo. Has dicho “¿De veras?” con el tono justo de condescendencia y aburrido civismo que uno puede esperar de un calavera.
– Me alegra ver que cumplo con sus expectativas.
– Pero no eres un calavera.
Ned empezaba a preguntarse dónde encontraría la fortaleza necesaria para no reírse.
– ¿De veras? -Dijo de nuevo en el mismo tono que antes. Henry no pudo evitar una risita.
– Muy bien, milord, ¿No queréis saber porque pienso que nunca podríais ser un buen calavera.?
Ned apoyó los codos en la mesa y se inclinó hacia delante.
– Puedes ver que estoy esperando con desesperada anticipación.
– Eres demasiado amable. -Dijo con una floritura del brazo. él se echó hacia atrás.
– ¿Es un cumplido?
– Para ser sincera sí.
Los ojos de Ned centellearon divertidos.
– No puedo expresar cuán aliviado me siento.
– Francamente, Y créeme, que ya hemos quedado en que suelo ser franca,"
– Efectivamente. -La interrumpió llevándose una mirada molesta.
– Francamente. -Empezamos de nuevo-. Empiezo a pensar que el tipo de hombre meditabundo y oscuro está realmente sobrestimado. Me presentaron a varios anoche y buscaré la forma de no verlos si vienen a visitarme.
– Estoy seguro de que los aplastarás.
Henry le ignoró.
– Voy a esforzarme por encontrar un hombre agradable.
– Entonces estaré el primero de la lista. ¿No?
Ned se sorprendió a si mismo al darse cuenta de que no le preocupaba demasiado la idea.
Henry tomó su té despreocupadamente.
– Parece que nos llevaremos bien.
– ¿Y eso por qué?
– Porque, milord, no queréis cortejarme y eres muy amable. Necesitas tiempo para superar tú época de calavera.
En ese momento Ned sí que se rió. con bastantes ganas, por cierto. Cuando finalmente se calmó dijo.
– Tu Dunford es un calavera reconocido, y también es un tipo bastante amable. Un poco dominante de vez en cuando, pero sin duda agradable.
La cara de Henry se volvió de piedra mientras le escuchaba e intentaba que ninguna de sus emociones saliera a la luz.
– Ante todo, no es mi Dunford. y mucho mas importante, él, sin duda alguna, no es agradable.
Ned se sentó más estirado. Nunca había imaginado que alguna vez se encontraría con alguien a quien no le gustara Dunford. Esa era la razón por la que Dunford era reconocido como un verdadero calavera. Podía ser realmente encantador a no ser que alguien le enfadara realmente, en cuyo caso él era mortalmente cruel.
Ned echó una ojeada a Henry preguntándose si ella le podría haber enfadado realmente. Podría apostar que así era.
– Dime, Henry, ¿Estás ocupada esta tarde?
– Supongo debería estar en casa y esperar a las visitas.
– Eso no tiene ningún sentido. Te querrán más si piensan que no estás disponible.
Ella echó una mirada desesperada al cielo.
– Si pudiera encontrar un hombre realmente amable, estoy segura de que no tendría que jugar a esto.
– Puede que sí, o puede que no. Lo más probable es que nunca lo sepamos. No creo que exista un hombre tan amable como el que buscas.
Excepto Dunford, pensó tristemente Henry, antes de que fuera tan cruel. De repente, la imagen de él en la tienda de Truro se presentó en su cabeza.
– No seas tímida, bribona… ¿Por que razón me iba a reír.?¿Como podría darle ese vestido a mi hermana cuando estás tan encantadora con él? Pero él no tenía una hermana. La llevó a la tienda de ropa para que ella se sintiera mejor. Todo lo que quería era que creciera su confianza en si misma. Meneó la cabeza. nunca lograría entenderlo.
– ¿Henry?
Ella parpadeó.
– ¿Qué? Lo siento Ned. Estaba distraída.
– ¿Te gustaría dar una vuelta? Podríamos ir a alguna que otra tienda y ver si encontramos una o dos baratijas.
Henry fijó sus ojos en la cara de él. Le sonreía abiertamente, como un crío con los ojos brillantes de expectación. A Ned le gustaba. Le gustaba estar con ella. ¿Por qué no le gustaría a Dunford? No, no pienses en ese hombre. Sólo porque un hombre la rechazara no significaba que no tuviera ningún atractivo. A Ned le gustaba. Se había sentado ahí con él, siendo ella misma y a Ned le gustaba. A Billington le había gustado la noche anterior. Ciertamente a Belle también, al igual que a sus padres.
– ¿Henry?
– Ned. -Dijo ella completamente decidida-. Estaría encantada de pasar el día contigo.
– ¿Salimos ya?
– ¿Por qué no?
– ¿Por qué no buscas a tu doncella y te reúnes conmigo en el vestíbulo dentro de quince minutos?
– Dejémoslo en diez.
– Él le mandó un desenfadado saludo con la mano.
Henry subió las escaleras rápidamente. Quizás ese viaje a Londres no se volvería un completo desastre después de todo.
A una media milla, Dunford permanecía tumbado en su cama, intentando pasar lo más tranquilamente posible la terrible resaca que tenía. Todavía seguía con las ropas de la noche anterior, para gran consternación de su valet. Casi no había bebido nada anoche en el baile. Había vuelto a su casa repugnantemente sobrio. Entonces se dedicó a beberse casi una botella entera de whisky, como si con eso pudiera borrar de su cabeza la noche anterior.
No funcionó.
En cambio apestaba a taberna, parecía que toda la maldita caballería británica se hubiera dedicado a pasearse por encima de su cabeza y su ropa que era un maldito desastre empezando por las botas que había sido incapaz de quitarse la noche anterior.