Выбрать главу

– Mi madre habría querido que nos casáramos por la iglesia, es verdad. Pero sólo han pasado unos meses desde su muerte y, en estas circunstancias, hemos decidido que queremos una boda discreta.

– Exactamente -asintió Sophie. Sí, a Bram se le daba mucho mejor manejar a su madre-. Y queremos organizaría nosotros mismos.

– Bueno, hija, si insistes… -Harriet puso cara de pena-. Pero ya sabes que tú no eres la persona más organizada del mundo y yo sólo quería ayudar. En fin, si no quieres que tenga nada que ver con tu boda… yo lo decía porque me hace tanta ilusión…

Horror. Su madre haciéndose la mártir era lo peor que podía pasar.

– Sólo decía, si me permites que te dé un consejo, que lo mejor es no dejarlo todo para el último momento. Se tarda mucho tiempo en organizar una boda.

– Lo sé, mamá. Pero acabamos de comprometernos. No hay ninguna razón para ponerse a organizar nada todavía.

– Y tampoco hay razón para no hacerlo -intervino su padre, de forma inesperada-. No es que acabéis de conoceros, precisamente. No me hizo mucha gracia que Melissa se casara cuando apenas conocía a Nick, pero con vosotros es diferente.

– Y una boda en Navidad es tan bonita -siguió Harriet, animada por el apoyo de su marido-. Piensa en lo romántica que sería, hija. La iglesia está preciosa en Navidad, con todas las luces y las flores de Pascua. Y sería maravilloso combinar la boda con el setenta cumpleaños de tu padre. ¿Verdad, Joe?

– Si eso es lo que quiere Sophie…

Sin saber qué decir, Sophie se volvió hacia Bram.

– Pues…

– La verdad es que suena bien -dijo él-, ¿Podemos pensárnoslo, Harriet?

– No lo penséis mucho. Sólo quedan seis semanas para Navidad y habrá que pensar en las invitaciones, en la ceremonia, el banquete, las flores… ah, y el vestido de novia. Se pueden tardar siglos en encontrar el vestido que una quiere -contestó su madre, mirando el reloj-. Ah, voy a ver cómo van las patatas. Os quedaréis a cenar, ¿no? Así podremos seguir haciendo planes.

– Es muy amable por tu parte, Harriet -dijo Bram, levantándose. Sophie estaba a su lado, aterrorizada-. Pero tenemos que volver a la granja.

– Bueno, en fin… si tenéis que iros.

Afortunadamente, sus padres parecían dar por sentado que Sophie iba a alojarse en casa de Bram.

– Supongo que tendréis que hablar de muchas cosas ^decía Harriet, mientras los acompaña a la puerta-. Mañana hablaremos. Ah, y voy a llamar a Melissa para ver cuándo podemos cenar todos juntos. Llamadme en cuanto hayáis decidido una fecha para la boda -siguió, mientras Sophie se ponía el abrigo y la bufanda-. Si queréis una boda sencilla, podríamos celebrar el banquete aquí mismo. Pero conozco una floristería en York que es una maravilla…

Sin dejar de hablar, los acompañó hasta el Land Rover, donde Bess los esperaba, impaciente.

Sophie dejó caer la cabeza y suspiró mientras se alejaban por el camino.

– Lo siento. Ya sabes cómo es mi madre.

– Podría haber sido peor.

– ¿Cómo?

– Podría haber aparecido con el certificado de matrimonio en la mano -contestó Bram.

Sophie levantó los ojos al cielo.

– Ay, por favor. Seguro que ahora se está lamentado por no haberlo pensado -dijo, riendo.

– Seguro que se habría presentado con Maggie Jackson.

– ¿Y el vestido? No me habría dejado casarme en vaqueros.

– Te habría puesto el vestido de Melissa.

– ¡SÍ no tuviera tres tallas más que ella, seguro!

Era asombroso cómo la risa aliviaba la tensión. Afortunadamente.

– En serio, Bram, no sabes cómo lamento todo esto. Espero que no te importe que duerma en tu casa, pero no habría podido soportar quedarme con mis padres esta noche… haciendo planes para la boda. Lo que me ha sorprendido es que les pareciera tan natural que me quedase en tu casa.

– Yo me alegro de que hayan creído lo del compromiso. Pensé que sospecharían algo.

Sus padres los habían visto besándose y, naturalmente, los habían creído una pareja enamorada porque eso era lo que querían creer. Pero sería mejor no pensar en el beso, se dijo Sophie. Ese beso tan extraño que la había hecho suspirar… Era tan agradable que Bram la tomase por la cintura, sentir el peso de su mano en la espalda, el calor de sus labios… tan perdida estaba en la evocación que dejó escapar un gemido.

– ¿Pasa algo?

– ¿En? No, nada, no me pasa nada.

Bram no volvió a preguntar hasta que llegaron a la granja. Una vez en la cocina, sacó una botella de vino y buscó algo de comer en la nevera.

– ¿Sabes una cosa? Estás un poco rara. ¿Te ocurre algo?

– No, qué va -contestó Sophie, deseando poder apartar de sí el recuerdo de aquel beso. Pero no podía. Todo lo contrario. Mientras Bram estaba mirando en la nevera, se fijó en su espalda, en sus fuertes manos mientras abría la botella de vino, en su pausada forma de moverse por la cocina.

– Te veo muy preocupada -insistió él.

– Estaba pensando que hemos sido demasiado convincentes. Es como si no pudiéramos pisar el freno… la conversación que tuvimos el otro día se ha convertido en una pesadilla de cenas, bodas, iglesias, vestidos de novia… Ya sabes cómo es mi madre. Como empiece a organizar la boda, será imposible pararla. ¡Si no tenemos cuidado acabará casándonos, Bram!

Capítulo 6

BRAM puso un plato de queso sobre la mesa y se sentó frente a Sophie para mirarla a los ojos.

– Pues quizá deberíamos dejar que siguiera adelante con los planes.

– ¿Qué quieres decir?

– Que deberíamos pensar seriamente en casarnos.

– Pero ya hablamos de esto la semana pasada, Bram -contestó Sophie, apartando la mirada de esos ojos azules que conocía tan bien y que, de repente, le parecían los de otro hombre.

– Pues deberíamos volver a hablar. Yo estoy dispuesto a olvidar el pasado y a empezar de nuevo, Sophie. Y creo que seríamos felices juntos. Podríamos vivir y trabajar en la granja, tú podrías seguir haciendo objetos de cerámica en el viejo granero… Al menos sabemos que nos llevamos bien. Y seguiríamos siendo amigos, como lo somos ahora.

– Pero estar casados es más que ser amigos -protestó ella. Dos personas casadas lo compartían todo.

Sobre todo, la cama.

Siempre había podido hablar con Bram de cualquier cosa… aunque ahora que lo pensaba, nunca habían hablado de sexo. De relaciones, sí. De sentimientos también. Pero no de sexo. Sencillamente, nunca había salido esa conversación. Pero no había razón para que hablar de sexo fuera diferente.

El problema era que Bram la había besado y ahora todo era diferente.

«Qué tontería», pensó entonces. Bram era un viejo amigo y, aunque no lo fuera, los dos eran adultos. Ella tenía más de treinta años, por Dios bendito.

Entonces, ¿por qué temía sacar el tema, como una adolescente?

El sexo era un tema como cualquier otro y tenían que hablar de ello. Aunque sería más fácil si no se hubieran besado. Y si ella no hubiera fantaseado con lanzarse sobre él en el Land Rover. Y si pudiera dejar de pensar en él como un hombre y pudiera volver a verlo como Bram, su viejo amigo Bram.

Sophie se aclaró la garganta.

– ¿En qué clase de matrimonio estás pensando? No hemos hablado de cosas prácticas.

– ¿A qué te refieres?

– Bueno, ya sabes… si dormiríamos junto o no -contestó Sophie a toda velocidad.

– No, de eso no hemos hablado -asintió Bram-. ¿Quieres que hablemos ahora?

– No estoy segura -respondió ella con sinceridad-. Pero supongo que es lo mejor. ¿Tú qué crees?

Bram se sirvió una copa de vino mientras pensaba la respuesta, turbado al darse cuenta de que no tenía el menor problema para imaginarse haciendo el amor con Sophie.

Durante todos esos años, jamás se le había ocurrido. Siempre había pensado en ella como una amiga. Una amiga que, además, siempre llevaba ropa ancha que ocultaba su cuerpo. Pero ahora se encontraba a sí mismo pensando en lo suave que era, en lo cálida que le había parecido cuando la besó. Y en cómo sería meterse en la cama y tenerla a su lado…