Con el corazón acelerado, Sophie dejó escapar un gemido y se abrazó a él, como si buscase un ancla. Su ancla, su roca. Bram la miraba, sorprendido, pero no podría decir si se sentía feliz o estaba sencillamente aturdido.
Bram miró a Nick entonces. Estaba serio, pero podría jurar que por dentro se estaba riendo. ¿Era por eso por lo que Sophie lo había besado? ¿Para que él lo viera? Sophie se había puesto colorada y estaba mirando a su antiguo amor…
De modo que sí, era por eso. La desilusión era como un cuchillo clavándose en lo más profundo de su alma. ¿Qué había esperado? Sin darse cuenta, se había enamorado de Sophie, pero ella seguía enamorada de Nick. Y eso no iba a cambiar nunca.
Para Sophie, emocionada por aquel beso, la mirada irónica de Nick fue como una bofetada. Había decidido besar a Bram para demostrarle que era el hombre de su vida… y recordar eso la hizo sentir avergonzada.
Ni siquiera había logrado convencerlo, eso era evidente.
No era verdad, le habría gustado gritar. Ella quería besar a Bram y le daba igual quién estuviera mirando.
Pero nadie parecía notar nada extraño. Todo parecía absolutamente normal.
O quizá no.
Sophie revisó su opinión cuando se sentaron a cenar. Sus padres se portaban como siempre, pero había cierta tensión en el centro de la mesa.
Bram charlaba con su madre y con su hermana, pero parecía un poco incómodo. Quizá no le había hecho gracia que lo besara delante de todo el mundo. Quizá lo estaba pasando peor que ella, teniendo que disimular que con quien habría querido celebrar una cena de compromiso era con Melissa y no con ella.
Y también Melissa parecía un poco alterada. Además, su madre le había dicho que Nick y ella siempre estaban como dos tortolitos, pero esa noche apenas se habían dirigido la palabra.
Quizá Nick encontraba más divertido reírse de ella que atender a su esposa, pensó. Desde luego, no dejaba de mirarla y hacerle cumplidos que a Sophie empezaban a parecerle exagerados.
«Piensa que sigo enamorada de él. Piensa que me he arreglado tanto para él».
Pero no era verdad. Un año antes se habría emocionado por sus atenciones, pero ahora la hacían sentir incómoda y le parecían absolutamente inapropiadas.
– Me han dicho que habéis estado de vacaciones. ¿Dónde habéis ido? -preguntó, desesperada por encontrar un tema de conversación.
– A Marruecos -contestó Nick-, Hemos estado de excursión en el Atlas.
– ¿Mi hermana de excursión en la montaña? Pero si a Melissa le gusta la playa.
– La verdad, yo habría preferido pasar unos días en el mar, pero ya conoces a Nick y su pasión por la montaña -dijo Melissa entonces, haciendo una mueca. Y Sophie vio con toda claridad que ocurría algo entre ellos.
– Es mejor hacer algo cuando uno está de vacaciones, querida. Tumbarse en la playa todo el día es muy aburrido -replicó su marido.
Por primera vez, Sophie se percató de que el matrimonio de su hermana no era tan perfecto como había imaginado.
– Bueno, ¿y qué tal lo habéis pasado?
– Bien… Había un grupo de gente muy agradable.
– Ovejas -dijo Nick, despreciativo.
– ¿Ovejas? Entonces sería como estar en Askerby -bromeó Bram.
– Lo que quiero decir es que eran como ovejas. Hacían todo lo que se les decía.
– Para eso se tiene un guía, ¿no? -sonrió Sophie-. A veces es necesario que alguien te dé indicaciones. Especialmente cuando estás en un país extranjero.
Nick no parecía impresionado.
– La verdad es que el viaje ha sido una pesadez. A mí me gusta viajar de forma independiente, pero he estado tan ocupado con la empresa, que no tenía tiempo de planear la ruta. Eso sí, te aseguro que no vuelvo a hacer un viaje organizado.
– ¿Por qué? ¿Qué pasó?
– El guía no sabía de qué estaba hablando y tuve que llamarle la atención varias veces -contestó su cuñado, que a Sophie nunca le había parecido más engreído-. A los turistas es fácil intimidarlos, pero a mí no me intimida nadie. Estuve en el Himalaya en una ocasión…
Sophie dejó de escuchar en ese momento. ¿Cómo podía haberse creído enamorada de un hombre tan aburrido y tan irritante?, se preguntaba, sorprendida.
Mientras tanto, al otro lado de la mesa, Bram no dejaba de observarla. ¿Le gustaba escuchar las historias de Nick? ¿Estaría impresionada? ¿Desearía que hubiera sido él a quien había besado antes?
El beso, ese dulce beso, había sido un mensaje para Nick. No tenía nada que ver con él, pensaba amargamente. Y también había sido un mensaje para él. Le había regalado un anillo, pero era en Nick con quien soñaba. Nick al que seguía amando.
Después de la cena, mientras estaban despidiéndose de todo el mundo, Sophie y Melissa se apartaron un poco.
– ¿Va todo bien, Mel?
Su hermana intentó sonreír, pero la sonrisa se convirtió en una mueca.
– Sí, bueno, ya sabes que Nick a veces es un poco… en fin, pero todo va bien, no te preocupes. Y estoy muy contenta por ti y por Bram. Bram es un hombre tan maravilloso, tan comprensivo, tan bueno…
– Oye, que tú tuviste tu oportunidad con él -intentó bromear Sophie-. Espero que no hayas cambiado de opinión. Ahora es mío.
– No, claro que no, tonta. Sólo espero que sepas lo afortunada que eres por tener un hombre como Bram. Es maravilloso.
– Lo sé, Mel. Lo sé muy bien.
– ¡Menos mal que se ha terminado! -exclamó Sophie en el Land Rover.
– Sí, desde luego -murmuró Bram sin mirarla.
– ¿Tú también lo has pasado mal?
Algo había ocurrido esa noche, seguro. Bram apenas la había mirado durante la cena y no la había llevado en brazos hasta el Land Rover, aunque el suelo seguía lleno de barro. Aparentemente, ya no le preocupaban sus zapatos. A Sophie le entraron ganas de llorar. Porque, tontamente, esos zapatos que habían elegido juntos le parecían un símbolo.
– No ha sido la mejor noche de mi vida -contestó él-. Nick no dejaba de mirarte.
Sophie se puso colorada, pero Bram no pudo verlo en la oscuridad.
– Yo creo que Nick es la clase de hombre que sólo se interesa por alguien cuando no puede tenerlo -admitió en voz baja.
– ¿Por eso has hecho todo lo posible para hacerle creer que estás enamorada de mí?
– ¿Qué quieres decir?
– ¿Por eso me has besado, Sophie? Querías hacerle ver que ya no estás interesada en él, ¿no?
Sophie vaciló y Bram pensó que ahí estaba la respuesta.
– En parte, pero…
– No tienes que darme explicaciones -la interrumpió él.
– No, no lo entiendes… -empezó a decir Sophie. Había querido demostrarle a Nick que no era lo que él pensaba, que no iba a casarse con Bram porque no tuviese a nadie más.
Pero Bram no estaba dispuesto a escucharla.
– Mira, es mejor que no hablemos de ello. Tanto tú como yo conocíamos la situación y nada ha cambiado para ninguno de los dos.
«Ha cambiado para mí», habría querido decir Sophie. Pero no sabía cómo o por qué.
Sólo sabía que había cambiado.
Capítulo 9
BRAM entró en la cocina frotándose las manos para entrar en calor. -No me gusta el color del cielo. Voy a traer a las ovejas del páramo, así que no creo que vuelva a la hora de comer.
Sophie miró el cielo. Tenía un color más oscuro del habitual. Seguramente iba a nevar, y sería una buena nevada.
– ¿Quieres que te eche una mano?
– No, Bess y yo nos arreglaremos.
Ella se mordió los labios. Nada había sido lo mismo desde la cena en casa de sus padres. Habían pasado dos semanas y apenas se dirigían la palabra.
Mientras Sophie se preocupaba por su relación con Bram, la organización de la boda seguía adelante. El vestido de novia estaba en la granja de sus padres, las invitaciones habían sido enviadas y las flores llegarían el día de Nochebuena a primera hora.