Pero iban a casarse, se dijo a sí misma mientras intentaba conciliar el sueño en la soledad de su habitación. La nieve se derretiría, Nick se marcharía y entonces… entonces estarían solos y podría decirle a Bram lo que sentía por él.
Había llegado la hora de la verdad.
Capítulo 10
AL DÍA siguiente seguía nevando. Bram andaba de un sitio a otro, atendiendo a los animales y reparando las cercas que se habían caído con la tormenta.
Y Nick decidió quedarse en la cama. Sophie se pasó el día subiéndole tazas de café, té, bocadillos…
– Eres un ángel. Pero me siento un poco solo.
– Yo tengo cosas que hacer, lo siento.
– Vamos… siéntate un ratito conmigo -sonrió Nick.
– De verdad, no puedo…
– ¿Estás nerviosa, Sophie?
– ¡No! ¿Por qué iba estar nerviosa?
– No deberías estarlo. No voy a hacerte nada. Yo nunca te haría daño.
«No, tú nunca me harías daño», pensó ella. «Sólo me rompiste el corazón».
– Has perdido el fuego, Sophie -dijo Nick entonces-. Antes eras tan apasionada…
– Nick, por favor…
– Melissa es preciosa, como un sueño, pero sigo pensando en ti. Estoy enamorado de Melissa, por supuesto, pero ella no es como tú. Le falta pasión. Cuando te vi la otra noche, con aquel vestido, y ayer, en la nieve… tenías los ojos brillantes y no pude dejar de recordar los buenos tiempos. Tú también piensas en ello, ¿verdad? -sonrió Nick, tomando su mano.
– Estás casado con mi hermana -le recordó ella, intentado apartarse. Pero Nick la sujetó con fuerza.
– Pero piensas en mí, lo sé. Ésta es tu habitación, ¿verdad? De modo que Bram y tú no dormís juntos. Y sé que es porque sigues sintiendo algo por mí, no lo niegues. Te entiendo, Sophie.
– No, tú no entiendes nada -suspiró ella.
– ¿Interrumpo? -Bram acababa de entrar en la habitación, y Nick soltó su mano.
¿Cuánto tiempo habría estado ahí?, se preguntó Sophie.
– No, qué va.
– No hacíamos nada. Absolutamente nada -suspiró Nick con una sonrisa en los labios.
Bram tuvo que hacer un esfuerzo para no borrarle la sonrisa de un puñetazo.
– He subido para ver si querías algo de la cocina.
– Muy amable, pero Sophie me atiende muy bien.
Sophie miró a Bram, pero él apartó la mirada.
Al día siguiente salió el sol y con él las palas quitanieves. Bram pudo sacar el tractor, y estaba limpiando el camino que llevaba a la carretera cuando Melissa apareció en un cuatro por cuatro para llevar a Nick al hospital.
– No quiero ir al hospital. Sólo me duele un poco la rodilla -protestó su marido.
Melissa tardó siglos en convencerlo para que subiera al coche, pero cuando por fin lo consiguió volvió a entrar en casa para despedirse de Sophie y de Bram y para darles las gracias de nuevo.
– Te dije que lo encontraríamos, ¿no? -sonrió él, abrazándola.
– Sí, es verdad. Eso es lo bueno de ti, que siempre cumples tu palabra.
Bram había dicho que amaría a Melissa para siempre, pensó Sophie. ¿Iba a decir eso ahora?
Iba a pasar otra vez. Sophie quería mucho a su hermana y sabía que Melissa nunca le haría daño a propósito, pero otra vez iba a robarle al amor de su vida. No era culpa suya que los dos únicos hombres a los que había amado se quedasen prendados de ella, pero…
– Gracias por todo, Sophie. Nick me ha dicho que fuiste una heroína.
– Yo no, Bess. Bess fue la heroína de la noche.
– Bess no ha estado cuidando de él todos los días desde que lo trajisteis aquí. Os lo agradezco muchísimo. Bueno, me voy, nos vemos esta noche.
– ¿Esta noche?
– Es el cumpleaños de papá.
– ¡Ah, es verdad!
– Y te casas mañana. No habrás olvidado eso también, ¿no?
– No, claro que no -contestó Sophie. Aunque, en realidad, desde la tormenta había perdido la noción del tiempo. Era un poco como el jet lag, que uno no sabía dónde estaba.
– Contigo nunca se sabe, Sophie. Vives en tu propio mundo. Pero mamá espera que duermas en casa esta noche.
– ¿Por qué?
– Ya sabes que es la tradición. Tienes que vestirte en casa de mamá para ir a la iglesia, así que lo mejor es que duermas allí esta noche -contestó Melissa-. El novio y la novia no pueden dormir juntos un día antes de la boda.
Sophie estuvo muy callada mientras se arreglaba para el cumpleaños de su padre. Al día siguiente iba a casarse con Bram. Iba a casarse con el hombre del que estaba enamorada. Debería ser feliz, debería estar loca de alegría. Pero era imposible relajarse y disfrutar cuando no sabía lo que sentía Bram.
Y nunca parecía haber una oportunidad para hablar tranquilamente. Nick se había ido, pero Sophie no quería forzar el tema.
Cuando llegaron a casa de sus padres, Harriet estaba en su elemento. Le encantaba tener allí a todo el mundo y Sophie se emocionó al ver que se había esforzado tanto para que todo fuese especial aquel día. No podía haber dos personas de carácter más diferente, pero sus padres se entendían perfectamente y su matrimonio era sólido como una roca.
Sophie sonreía, intentando no pensar que Bram y Melissa estaban todo el tiempo juntos. No hacían nada inapropiado. Por supuesto, pero verlos juntos hacía que se le encogiera el corazón. Nick estaba particularmente antipático y Melissa casi histérica cuando llegaron, pero se calmó en cuanto vio a Bram.
No debería sentir celos, se dijo. Melissa siempre despertaba un sentimiento protector en los demás. Pero eso no significaba que Bram siguiera enamorado de ella.
Sophie quería pensar eso. Necesitaba pensar eso sabiendo que, al día siguiente, iba a casarse con él.
– Estás muy callada, hija -sonrió su padre-. ¿Va todo bien?
– Sí, claro que sí -contestó ella-. Es que con la tormenta y el accidente de Nick… la pobre mamá ha tenido que encargarse de todos los preparativos de la boda.
– No te preocupes por eso, ya sabes que a ella le encanta.
– Ya, pero la pobre estará agotada.
Su padre la miró entonces, muy serio.
– A veces creo que no te prestamos suficiente atención cuando eras una niña. Melissa nunca ha sido una chica fuerte y había que estar pendiente de ella y… me temo que a ti, que siempre has sido tan independiente, dejamos de prestarte atención demasiado pronto. Tú siempre has sabido cuidar de ti misma, incluso de pequeña. Pero quizá hemos protegido demasiado a Melissa.
– Bueno, ahora quien cuida de ella es Nick.
– Sí, ya -su padre no parecía muy convencido-. Me alegro mucho de que vayas a casarte con Bram, hija. Ahora tendrás a alguien que cuide ti, para variar.
Sophie sonrió, pero tenía el corazón encogido. No necesitaba que Bram cuidase de ella, lo que necesitaba era que la amase. Pero viéndolo con Melissa esa noche, estaba segura de que iba a perderlo.
– Estoy bien, papá, de verdad. Además, no sé qué hacemos hablando de mí, hoy es tu día.
– Sí y significa mucho para mí que estéis todos aquí. Lo único que tu madre y yo queremos es que seáis felices.
– Lo sé, papá.
– ¿Eres feliz, hija?
– Sí -contestó Sophie.
– ¿De verdad lo eres?
– Sí, de verdad. Me caso mañana. No podría ser más feliz.
Aquélla era la fiesta de su padre y no pensaba estropeársela contándole la verdad.
Para convencerlo, Sophie se mostró más alegre que nunca. Bram la ayudó, haciendo bromas y participando de la conversación. Pero Melissa tenía los ojos inusualmente brillantes, tanto que Sophie empezó a preocuparse.
– Bueno, voy a hacer un café -dijo su hermana después de la cena-. No, mamá, tú no te muevas de ahí.
– Yo te echaré una mano -se ofreció Bram.
– ¿Qué haría yo sin ti? -rió Melissa.
Hubo un corto silencio mientras los dos se levantaban de la mesa. Nick tenía el ceño fruncido y parecía a punto de decir alguna insensatez de las suyas, pero Sophie se adelantó, preguntándole a su madre algo sobre el banquete.