Выбрать главу

– Entonces, ¿por qué parece tan infeliz?

– Porque Nick no es un hombre que pueda vivir atado a nadie y, según tu hermana, cada vez que salen se pone a tontear con alguien. Supongo que está intentado demostrarse a sí mismo que sigue siendo joven… Nick es una persona muy inmadura en ese aspecto. Y Melissa lo pasa fatal. Yo sólo intentaba convencerla de que hablase con él o le advirtiera que ese comportamiento es intolerable, pero teme que Nick la deje si le dice algo.

– ¿Era de eso de lo que estabais hablando?

– Sí-sonrió Bram.

– ¿Y por qué a mí no me ha dicho nada?

– Después de lo que pasó con Nick, le daba vergüenza contarte sus problemas.

– ¿Sigues enamorado de ella, Bram? -preguntó Sophie entonces.

– No, cariño. Estoy enamorado de ti. Creo que nunca quise a tu hermana de verdad. Estaba encandilado de su belleza, de su fragilidad… una tontería de los hombres. Pero te quiero a ti, quiero ser tu marido, tu amante, tu amigo para siempre. ¿Y tú, sientes algo por Nick?

– No -contestó Sophie-, Cuando le vi en la cena me di cuenta de que no sentía absolutamente nada por él. Pero Nick hacía bromitas todo el tiempo, dando a entender que sólo estaba contigo porque no podía tenerle a él… por eso te besé, para demostrarle que no era verdad. Y cuando estaba besándote… Bram, no veía nada más. Sólo te veía a ti -le confesó-. Sólo quería besarte a ti, sólo me importabas tú.

Bram la abrazó con todas su fuerzas.

– Amor mío…

– No puedo creer que hayamos perdido tanto tiempo. Todos estos años, Bram… Tú eres lo único que me importa.

– Cariño mío…

Se besaron, como no se había besado nunca, a solas, mezclando las risas con las lágrimas, los besos con las caricias… arrugando el vestido de novia sin darse cuenta.

– Bram…

– ¿Sí?

– ¿Recuerdas que me dijiste que cuando estuviera preparada para mantener una relación de verdad te lo dijera?

– Sí, claro que me acuerdo.

– ¿Puedo colar eso en medio de esta conversación? -sonrió Sophie.

Bram soltó una carcajada.

– Me parece que antes tenemos que pasar por la iglesia.

– ¡La boda! -exclamó Sophie entonces-. ¡Mi madre me va a matar! ¿Qué haces sin vestir? ¡Sube ahora mismo a vestirte! Ponte lo que sea…

– No te preocupes, aún tenemos veinticinco minutos. Me da tiempo.

Sus padres estaban esperando en la puerta de la iglesia cuando aparecieron en el Land Rover. Joe sonrió, aliviado, al verlos, pero Harriet estaba de los nervios.

– Aquí está el ramo, hija. ¡Ay, Dios mío, mira cómo llevas el pelo! ¿Alguien tiene un cepillo…? ¿Qué es eso que llevas en los pies? ¿Unas botas de agua? ¿Has venido a tu boda con unas botas de agua?

– Es que lo es lo primero que encontré -intentó explicarle Sophie, contrita, aunque le dio la risa al ver las botas manchadas de barro asomando por debajo del elegante vestido de seda.

– ¡Ay, Dios mío, alguien tiene que ir a casa a buscar tus zapatos! -exclamó Harriet.

– No, ya es demasiado tarde. Iré así.

– ¡Ninguna hija mía va a casarse con unas botas de agua! -gritó su madre, escandalizada.

– Entonces, me las quitaré -dijo Sophie tranquilamente-. Me casaré descalza -sonrió, tomando el brazo de su padre-. Ya estoy lista, papá.

Bram estaba esperándola frente al altar, y su expresión le dijo todo lo que tenía que saber. Con el corazón aleteando de felicidad, Sophie se colocó a su lado. ¿Qué más podía pedir por Navidad? Bram era todo lo que necesitaba.

Su mejor amigo. Su amante.

Su marido.

Jessica Hart

***