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De modo que tenía que seguir viviendo en Londres. Aunque lo odiaba. No dejaba de llover, el tráfico era horrible, durante la hora punta subirse a un vagón era tarea imposible, siempre había una alarma sonando en alguna parte…

Y durante toda aquella semana, Sophie había añorado el campo más que nunca. Tanto que a veces se sentía físicamente enferma.

Y todo por culpa de Bram. Él había puesto la posibilidad de pasar las navidades en casa delante de su cara y ahora no podía dejar de pensar en ella.

Una vez en su apartamento, Sophie miró por la ventana de la cocina… y vio una pared de ladrillo. En Haw Gilí uno veía el valle y el hermoso cielo de Yorkshire.

Podría estar allí. La cocina de Haw Gilí podría ser suya.

Si se casaba con Bram.

Pero no, qué tontería. Decirle que no había sido lo mejor, pensaba. Casarse con él sin estar enamorada sería utilizarlo, y ella no podía hacerle eso.

Pero ¿y si su madre tenía razón? ¿Y si nunca conocía a la mujer de su vida? ¿Y si decidía consolarse con alguien como Vicky Manning?

Ése era el pensamiento que realmente la sacaba de quicio.

Vicky no se quejaría del frío, ni de la soledad, ni del duro trabajo en la granja. Bram se aburriría de ella en menos de un año, estaba segura. Y Bram, siendo como era, le sería fiel y tendría que aguantarse con Vicky toda la vida.

Al menos, ella podría salvarlo de ese horrible destino. No era la mujer perfecta, pero sería mejor esposa que Vicky.

Y podría volver a casa.

Y podría enfrentarse con Melissa y Nick. No sonaba mal… ¿no?

Su compañera de piso, Ella, estaba de acuerdo.

– ¿Por qué le has dicho que no? -le había preguntado cuando volvió a casa y le habló de la proposición de Bram-. Yo creo que casarte con Bram resolvería todos tus problemas. Podrías volver a tu pueblo, no tendrías que buscar otro trabajo absurdo, tu madre te dejaría en paz y, sobre todo, sería un puñetazo en el estómago para ese cerdo que te dejó por tu hermana.

– No es un cerdo. Ella -había protestado Sophie. Pero su amiga detestaba a Nick.

– Si se había enamorado de Melissa, debería haberse callado hasta que pudiera hablar contigo. En lugar de eso, te dejó a ti el trabajo sucio. ¡Nick se pasa el día diciendo que es una persona estupenda, pero en mi opinión no es un caballero!

Algo que siempre sonaba un poco raro viniendo de una chica que llevaba un piercing en la nariz y otro en la ceja.

– No puedo casarme con Bram -intentaba explicarle Sophie ese viernes por la noche, mientras abrían una botella de vino porque no tenían dinero para salir-. Es mi mejor amigo.

– ¿Y qué? No hay ninguna ley que te prohíba casarse con tu mejor amigo. De hecho, que seáis amigos es perfecto. ¿Bram es raro, tiene algún defecto horrible?

– ¡Claro que no!

– ¿No escupe cuando habla? ¿No tiene pelos en las orejas?

Sophie soltó una carcajada.

– ¡No!

– ¿Cómo es? -preguntó Ella.

– ¿Bram? No es nada especial -contestó Sophie, pensando en sus ojos azules, en su sonrisa, en su solidez-. Pero tampoco es feo. Es… sencillamente Bram.

– Aja -Ella la miró por encima de su copa-, ¿Y alguna vez habéis… ya sabes?

– ¡No! -Sophie se movió, incómoda, ¿Bram y ella? Nunca.

– ¿Ni siquiera un beso?

– No.

– No puedo creer que no lo hayas pensado por lo menos. Los dos solos en el campo… él es un hombre, tú eres una mujer… los dos sois solteros, ninguno de los dos es grotesco… ¡tienes que haberlo imaginado alguna vez!

– Pues no -insistió Sophie-. Bram y yo sólo somos amigos. Nunca ha habido nada… físico entre nosotros. Además, está enamorado de mi hermana.

– No estará muy enamorado si te ha pedido que te cases con él.

– Sólo lo ha hecho porque sabe que no estoy enamorada de él y porque entiendo lo que siente por Melissa.

– Bueno, pues si tú no le quieres y Bram necesita consuelo, a lo mejor le gustaría casarse conmigo -sonrió Ella-. Yo sería una granjera de cine.

Sophie sabía que su amiga estaba de broma, pero una parte de ella se irritó al imaginarla con Bram. Eso sí que sería un desastre.

– No creo que tú pudieras vivir en una granja. Hay que levantarse muy temprano, es muy solitario y… además, ¿qué pasa con Steve? ¿No ibas a casarte con él?

El rostro de Ella se ensombreció.

– ¡No menciones su nombre! Steve cree que puede aparecer y desaparecer cuando le da la gana… -el teléfono sonó en ese momento-. Si es él, dile que no estoy. Que pruebe un poco de su propia medicina.

– ¿Seguro?

– Sí. No pienso salir corriendo cada vez que a él le apetezca llamar.

– Muy bien -Sophie tomó el teléfono del suelo, donde solía estar-. ¿Dígame?

– Sophie, soy Melissa.

– ¡Mel! -exclamó ella. Se alegraba de hablar con su hermana, pero cada vez que la llamaba se ponía a lloriquear, pidiéndole disculpas por «haberle robado» a Nick y Sophie tenía que consolarla cuando debería ser al revés… Y al final, era agotador-. ¿Cómo estás? -Bien. -¿Y Nick?

– Bien también -contestó su hermana, aunque le pareció que estaba un poco rara-. Se ha ido a Escocia este Fin de semana. Pero te manda un beso.

¿Un beso? Sophie no pudo evitar que se le encogiera el corazón.

– Bueno, ¿qué tal va todo? -Bien -suspiró Melissa-, Llamaba para hablar del cumpleaños de papá. Mamá está muy contenta de que vengas. Temía que inventaras otra excusa para no aparecer por aquí y yo no quería tener que decirles por qué te sientes tan incómoda cuando vienes a la granja. En fin, espero que no lo pases muy mal.

– No, tranquila. Estoy bien -suspiró ella. -Siempre dices eso -protestó Melissa-. Pero yo sé que no es verdad. Nick lo sabe también y entiende que para ti es difícil verlo… -Estoy bien, Mel, de verdad. -Pero Nick sabe cuánto le querías y yo también… Sophie, ojalá las cosas hubieran sido de otra forma. Eres una persona maravillosa y mereces ser feliz, de verdad. No puedo soportar la idea de que estés sola.

– Mel, estoy perfectamente -insistió Sophie-. De verdad. Ya no pienso en Nick.

Mentira, por supuesto, pero Melissa no tenía por qué saberlo.

– Pero sigues sola -repitió su hermana-. Nosotros estaremos a un lado de la mesa y tú estarás sola al otro lado… Y sé que lo vas a pasar mal.

– No estaré sola. Bram va a comer con nosotros.

– No es lo mismo. No quiero decir que no me guste que venga, todo lo contrario. El pobre debe estar muy triste desde que murió Molly. ¿Es verdad que está saliendo con Vicky Manning? ¿Te lo ha contado?

– ¿Qué? -exclamó Sophie, incorporándose.

– Nick me dijo que los vio el otro día en el pub. Supongo que te habrán contado lo de la boda de Vicky…

– Sí, sí, me lo contó mamá.

Ella era la persona con la que Bram solía ir al pub. ¿Qué estaba haciendo allí con Vicky?

– La pobre debe estar pasándolo fatal. Ha sido tan humillante… Por lo visto, le dice a todo el mundo que debe aceptar lo que ha pasado y rehacer su vida.

– Sí, claro. Es normal.

– Yo no sé si podría hacer eso si mi prometido me hubiera dejado… -Melissa no terminó la frase-. Ay, Sophie, perdona. No me había dado cuenta…

– Estoy bien, Mel, de verdad. Dile a Vicky que se fije en mí.

«Y que deje en paz a Bram».

– ¿En ti?

– Claro. Yo soy la prueba viviente de que la vida sigue y que uno puede volver a ser feliz -dijo Sophie, intentando sonar convincente-. Y Bram también. ¿Recuerdas lo triste que estaba cuando rompiste el compromiso con él? Pues mírale ahora. Está estupendo.

Aunque aún no la hubiese olvidado. Eso era algo que tampoco le diría a su hermana.

– Sí, supongo que tienes razón -Mel no parecía muy convencida, de modo que quizá conocía a Bram mejor de lo que Sophie pensaba. Al fin y al cabo, había estado comprometida con él-. Ojalá encontrase a alguien -siguió. Bram era otra persona por la que su hermana se sentía culpable-. Espero que funcione lo de Vicky. Nick me dijo que parecía muy cariñoso con ella.