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Se oyó un chirrido producido por el roce de las varas: Hissune había deslizado la suya hasta el centro de la de Stimion. Luego varió de posición y Stimion salió despedido hacia adelante por su propio impulso. Todo fue rapidísimo. Stimion, con un gruñido de sorpresa, quedó indefenso en el lugar antes ocupado por Hissune, y éste le tocó la espalda suavemente con la vara y volvió a encararse con su segundo rival. La vara de Alsimir se alzó y avanzó. Hissune paró el golpe con facilidad y respondió con otros que su adversario detuvo bien, con tanta fuerza que un cosquilleo recorrió el brazo de Hissune desde la mano hasta el codo. Pero se recobró rápidamente, esquivó el siguiente golpe de Alsimir y brincó hacia un lado para evitar el contacto con la vara del otro.

Las posiciones habían variado: Stimion y Alsimir se hallaban a ambos lados de Hissune, no delante como al principio. Iban a ensayar el ataque simultáneo, pensó Hissune. Tenía que impedirlo.

Thani le había enseñado algo muy importante: El tiempo debe ser siempre tu siervo, nunca tu amo. Si no hay tiempo suficiente para hacer tu maniobra, divide los momentos en momentos más pequeños y de esta forma tendrás tiempo para hacer lo que quieras.

Sí. Nada es realmente simultáneo, recordó Hissune.

Adoptó el método de percepción que Thani le había inculcado, el fraccionamiento del tiempo, en el que llevaba muchos meses entrenándose: al considerar un segundo como la suma de diez décimas partes de sí mismo, el luchador podía ocupar sucesivamente las diez partes, del mismo modo que se pueden ocupar diez cuevas en otras noches durante la travesía de un desierto. La perspectiva de Hissune quedó totalmente alterada. Vio a Stimion moviéndose bruscamente, de modo espasmódico y discontinuo, haciendo penosos esfuerzos para alzar y apuntar la vara, igual que un autómata tosco. Hissune, de la forma más sencilla posible, aprovechó el intervalo entre dos particiones de un momento y dejó sin vara a Stimion. El ataque de Alsimir ya estaba iniciado, pero Hissune dispuso de tiempo más que suficiente para quedar fuera del alcance de su rival y cuando el brazo de éste alcanzó su máxima extensión, lo tocó suavemente con la vara, un poco por encima del codo.

Hissune volvió al método normal de percepción y se encaró con Stimion, que estaba volviéndose para atacar de nuevo. En lugar de disponerse a parar el golpe, avanzó y trastocó la posición de guardia del atónito Stimion. Desde el mismo sitio, levantó la vara y tocó de nuevo a su segundo adversario y acto seguido giró en redondo y alcanzó con la punta a Stimion, que había empezado a volverse tremendamente confundido.

—¡Tocado y doble tocado! —exclamó Hissune—. He ganado.

—¿Cómo lo has hecho? —preguntó Alsimir mientras se desprendía de la vara. Hissune se echó a reír.

—No tengo la menor idea. Pero ojalá Thani hubiera estado presente para verlo.

Se arrodilló y las gotas de sudor resbalaron por su frente y cayeron en la colchoneta. Evidentemente había sido toda una demostración de pericia. Jamás había luchado tan bien. ¿Casualidad, un momento de suerte? ¿O había ascendido realmente a otro nivel de rendimiento? Recordó que lord Valentine le había hablado de sus tiempos de malabarista, oficio que eligió por la mayor de las casualidades, simplemente para ganarse la vida, cuando erraba perdido y confuso por Zimroel. El malabarismo, opinaba la Corona, le había mostrado el camino para aprovechar correctamente sus facultades mentales. Lord Valentine creía incluso que tal vez no habría recobrado el trono de no haber sido por la disciplina espiritual que le había impuesto la necesidad de aprender el malabarismo. Hissune sabía que difícilmente podía dedicarse a los juegos malabares, sería como adular abiertamente a la Corona, un gesto claro de imitación, pero empezaba a creer que podía obtener grandes avances en la misma disciplina si continuaba esgrimiendo su vara. Su última experiencia le había transportado a extraordinarios dominios de percepción y rendimiento. ¿Sería capaz de repetirlo? Alzó la mirada.

—Bien, ¿otro enfrentamiento, dos contra uno? —dijo.

—¿Es que nunca te cansas? —inquirió Stimion.

—Claro que sí. ¿Pero por qué detenerse simplemente por cansancio?

Adoptó de nuevo la posición inicial, a la espera de sus rivales. Quince minutos más, pensó. Y después un chapuzón y al Atrio de Pinitor para trabajar un poco…

—¿Y bien? Atacadme —dijo. Alsimir sacudió la cabeza.

—Sería absurdo. Eres demasiado bueno para nosotros.

—Vamos —repitió Hissune—. ¡Preparados!

Con cierta desgana, Alsimir adoptó la posición de duelo e hizo un gesto a su amigo para que le imitara. Pero cuando los tres jóvenes se hallaban inmóviles, aportando a sus cerebros y a sus cuerpos el grado de equilibrio requerido por la prueba, un empleado del gimnasio se asomó a la galería superior y llamó a Hissune. Un mensaje para el príncipe, dijo, del regente Elidath: el príncipe Hissune debe ver ahora mismo al regente en el despacho de la Corona.

—Seguiremos otro día, ¿no? —dijo Hissune a sus rivales.

Se vistió rápidamente y recorrió las complejas espirales y marañas del Castillo. Cruzó patios y avenidas, pasó junto al parapeto de lord Ossier con su sorprendente panorama de la vasta ladera del monte, el observatorio Kinniken, el salón de conciertos de lord Prankipin, el invernadero de lord Confalume y la infinidad de estructuras y dependencias aferradas como lapas al núcleo del Castillo. Finalmente llegó al sector central, donde se hallaban las oficinas administrativas, y allí le dieron entrada al espacioso salón en el que trabajaba la Corona, ocupado por el primer consejero Elidath durante la prolongada ausencia de lord Valentine.

Encontró al regente yendo de un lado a otro como un oso intranquilo junto a la bola del mundo en relieve que se hallaba en la pared opuesta al escritorio de la Corona. Le acompañaba Stasilaine, que estaba sentado a la mesa del consejo. Tenía el semblante torvo y recibió al joven con un levísimo movimiento de cabeza. Elidath, con un gesto brusco y aire de preocupación, indicó a Hissune que tomara asiento junto a él. Momentos más tarde llegó Divvis, vestido formalmente con máscara de plumas y espejuelos, como si la convocatoria le hubiera interrumpido cuando se dirigía a alguna ceremonia oficial.

Hissune notó que aumentaba su nerviosismo, ¿qué motivos podía tener Elidath para convocar una reunión de improviso, de modo tan irregular? ¿Y por qué tan pocos convocados, habiendo tantos príncipes como había? Elidath, Stasilaine, Divvis… Debían ser los tres primeros candidatos a la sucesión de lord Valentine, lo más íntimo del círculo íntimo. Algo importante ha ocurrido, pensó Hissune. El viejo Pontífice ha muerto al fin, quizá sea eso. O tal vez la Corona…

Que sea Tyeveras, rogó Hissune. ¡Por favor, que sea Tyeveras!

—Muy bien —dijo Elidath—. Todos estáis aquí. Podemos empezar.

—¿De qué se trata, Elidath? —preguntó Divvis con agria sonrisa—. ¿Alguien ha visto un milufta de dos cabezas volando hacia el norte?

—Si pretendes decir que estamos en una época de malos augurios, entonces la respuesta es sí —repuso sombríamente Elidath.

—¿Qué ha ocurrido? —se interesó Stasilaine. Elidath dio unas palmaditas a los documentos que tenía en el escritorio.

—Dos novedades importantes. En primer lugar, han llegado informes recientes de Zimroel occidental y la situación es mucho más grave de lo que pensamos. Todo el sector de la Fractura está afectado, desde Mazadone o cercanías hasta un punto situado al oeste de Dulorn, y las dificultades se extienden. Los cultivos siguen agostándose a causa de plagas misteriosas, hay una escasez tremenda de productos alimenticios básicos y cientos de miles de personas, tal vez millones, están emigrando hacia la costa. Los responsables locales hacen todo lo que pueden para requisar suministros de urgencia en regiones todavía no afectadas. Al parecer aún no ha habido complicaciones en Til-omon ni Narabal, y Ni-moya y Khyntor están relativamente poco afectadas por los problemas agrícolas. Pero las distancias son enormes y los trastornos tan repentinos que hasta el momento pocos logros se han hecho. Además está la cuestión de un nuevo culto religioso, muy extraño, que ha surgido allí, relacionado con la adoración a los dragones marinos…