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– ¿Pero qué decía? -pregunté.

– Cosas sin sentido. La verdad es que no comprendí nada.

– Más de lo mismo.

– ¿Qué?

– No me está ayudando mucho.

– Se lo digo por última vez. ¡No me acusó de haber matado a Peter! -gritó con todas sus fuerzas.

No estábamos avanzando demasiado.

– Está bien, no le acusó de haber matado a Peter. ¿Y no le dijo que estaba muerto?

Se quedó pensativo. Si contestaba que sí, la próxima pregunta sería por qué huyó la chica si no pensaba que su padre lo había asesinado.

– No, ya le he dicho que estaba histérica. Cuando encontré el cadáver imaginé que gritaba por eso.

Se detuvo otra vez para recordar detalles.

– Cuando colgó el teléfono, la llamé, pero no contestó y decidí ir a ver qué pasaba. Y entonces encontré al chico muerto.

– ¿Cómo entró? -pregunté por curiosidad.

– Tengo una copia de la llave. Anita me la dio cuando se instaló allí, aunque nunca la había utilizado hasta aquel día.

Buscó en su bolsillo y sacó una llave. La miré y me encogí de hombros.

– ¿Eso fue el martes por la noche?

Asintió con la cabeza.

– ¿Y esperó hasta el miércoles por la noche para venir a verme?

– Tenía la esperanza de que alguien encontraría el cadáver. Pero no decían nada en las noticias y… tenía razón.

Sonrió con arrepentimiento y de repente me pareció más atractivo.

– Imaginé que Tony estaría vivo. No lo había visto durante años, desde que me aconsejó en el tema de Stellinek, pero pensé que era el único que podía ayudarme.

– ¿Por qué no llamó a la policía? -pregunté.

Le cambió la expresión.

– No quise -dijo escuetamente.

Reflexioné un rato.

– Supongo que quería sus propias fuentes de información y pensó que los contactos con la policía no le ayudarían.

No me lo negó.

– ¿Los Afiladores de Cuchillos tienen algún fondo de pensiones en el Banco Fiduciario Dearborn? -pregunté.

McGraw se sonrojó.

– Métase en sus asuntos, Warshawski, y deje en paz nuestros fondos. Ya tenemos a bastantes fisgones.

– ¿Tiene cuentas en el Banco Fiduciario Dearborn?

Se enfadó tanto que sospeché que había puesto el dedo en la llaga, pero él lo negó rotundamente.

– ¿Y la compañía de seguros Ajax?

– ¿Qué pasa con Ajax?

– No lo sé, Sr. McGraw. ¿Tiene seguros contratados con Ajax?

– No lo sé.

Se le contrajeron los músculos de la cara y me miró fríamente, de la misma forma que miró, sin duda alguna, a Timmy Wright, de la logia 4318 de Kansas, cuando éste le propuso convocar unas elecciones limpias en aquella ciudad. Dos semanas más tarde encontraron a Timmy en el río Missouri. Su mirada era mucho más amenazadora que sus insultos, y no me hizo mucha gracia.

– ¿Qué me dice de las pensiones? Ajax es una compañía que tiene muchos fondos de pensiones.

– Váyase de una vez, Warshawski. La contraté para que encontrara a Anita, no para que me preguntara un montón de cosas que no vienen a cuento. Váyase y no vuelva más.

– ¿No quiere que encuentre a Anita?

McGraw se derrumbó y se puso las manos en la cabeza.

– Oh, no sé qué hacer.

Lo miré con compasión.

– ¿Lo han puesto entre la espada y la pared?

Negó con la cabeza pero no dijo nada. Estuvimos un rato callados. Después me miró con cara de preocupación.

– Warshawski, no sé dónde está Anita. Y no quiero saberlo. Pero quiero que la encuentre. Cuando la encuentre, dígame si está bien. Le doy 500 dólares más para esta semana. Venga a verme cuando necesite más dinero.

No era una disculpa formal, pero la acepté y me fui.

Paré en el Barb's Bar-B-Q para comer y llamar a mi contestador. Tenía un mensaje de Ralph Devereux, de Ajax. Quería saber si podíamos encontrarnos en el Cartwheel a las siete y media. Lo llamé y le pregunté si había descubierto algo acerca del trabajo de Peter.

– ¿Puedes decirme tu nombre de pila primero? No puede dirigirme a alguien llamándole V. I.

– Los ingleses siempre lo hacen. ¿Qué has descubierto?

– Nada. Tampoco he buscado. No hay nada que encontrar. El chico no trabajaba con papeles confidenciales. ¿Y sabes por qué, V.I.? Porque las compañías aseguradoras no tocan temas confidenciales. Nuestro producto, la manufacturación y lo que cobramos está regulado por nada menos que sesenta y siente agencias estatales y federales.

– Ralph, mi nombre de pila es Victoria. Mis amigos me llaman Vic. Nunca Vicki. Ya sé que los seguros no te parecen el negocio más confidencial del mundo, pero ofrecen muchas oportunidades de malversación de fondos.

Se hizo un silencio elocuente.

– No -dijo al fin-, al menos no en Ajax. No firmamos nada importante ni tenemos grandes responsabilidades.

Eso ya se vería.

– ¿Sabes si los Afiladores de Cuchillos tienen seguros en Ajax?

– ¿Los Afiladores de Cuchillos? -repitió-. ¿Qué relación tenía Peter con esa banda de matones?

– No lo sé. Pero ¿tenéis fondos de los Afiladores?

– Lo dudo. Ajax es una compañía de seguros, no un lugar de encuentro de mañosos.

– ¿Podrías comprobarlo? ¿Podrías mirar si han contratado seguros con vosotros?

– Vendemos todo tipo de seguros, Vic, pero no creo que un sindicato los contratara.

– ¿Por qué no?

– Mira, es una larga historia. Nos vemos en el Cartwheel a las siete y media y te daré detalles.

– De acuerdo. Pero míralo, por favor.

– ¿Qué significa la I?

– ¿Y a ti qué te importa? -y colgué.

La I significa Iphigenia. Mi madre, italiana, adoraba a Víctor Emmanuel. Este amor y su pasión por la ópera me obligan a cargar con este nombre ridículo.

Pedí un refresco y una ensalada del chef. Me apetecía comer chuletas con patatas fritas pero me acordé de los brazos fofos de Mildred y me reprimí. La ensalada no sació mi apetito pero decidí olvidarme de las patatas y reflexionar sobre los hechos.

Anita McGraw llamó y, como mínimo, le dijo a su padre que Peter estaba muerto. Yo creo que ella lo acusó de estar involucrado. O sea que Peter había descubierto alguna actividad poco honesta de los Afiladores y se lo había contado a Anita. Seguramente lo descubrió en Ajax, o tal vez en el banco. Me encantaba la idea de las pensiones. La Loyal Alliance Pensión Fund recibe mucha publicidad por el manejo, bueno o malo, del dinero de las pensiones de los Afiladores, pero es fácil desviar veinte millones a un banco o una compañía aseguradora. Y el dinero de las pensiones da mucho juego para actividades fraudulentas.

¿Por qué McGraw fue al piso? Primero, porque fuera cual fuera el secreto que Peter descubrió, él lo sabía. Tenía miedo de que Anita también lo supiera. Los enamorados jóvenes no acostumbran a tener secretos. Y si llamó para decir que había encontrado a su novio con un agujero de bala en la cabeza, McGraw pensó que ella sería la siguiente, aunque fuera su hija. Así que se fue corriendo a Hyde Park aterrorizado ante la idea de encontrar a su hija muerta. En vez de encontrar su cadáver, había desaparecido. Mucho mejor.

Si encontraba a Anita, sabría el secreto. O si descubría el secreto, podría publicarlo para que la chica no fuera la única que lo supiera, y tal vez podría convencerla de que volviera. No parecía muy complicado.

¿Y Thayer? ¿Por qué McGraw utilizó su tarjeta de visita? ¿Y por qué le había sentado tan mal? ¿Sólo por principios? Tendría que hablar con él a solas.

Pagué la cuenta y volví a Hyde Park. El Departamento de Ciencias Políticas estaba en la cuarta planta de un viejo edificio del campus. Con el calor que hacía, los pasillos estaban vacíos. Por la ventana vi a los estudiantes tumbados en el césped, leyendo, durmiendo. Algunos incluso jugaban al Frisbee. Un setter irlandés daba brincos e intentaba agarrar el disco.