Porque él esperaba la visita de Antioche Tambretambre.
Capítulo XVIII
Entonces, Emmanuel volvió a su escritorio. Tomó su saxofón y emitió un si bemol grave de una intensidad sonora de novecientos decibeles.
Después, se detuvo, con la impresión de que su pulmón izquierdo tomaba la forma del número 373.
Se equivocaba en una unidad.
Miqueut abrió la puerta y dijo:
– Comprende, Pigeon, en principio, es necesario evitar, durante las horas de asistencia… eh… en fin, usted ve, en suma… otra cosa… yo quería decirle que me preparara una notita en la cual me indicara con precisión… eh… las reuniones que podría tener antes de mi partida… con la indicación aproximada de la época en que piensa hacerlas, la lista sucinta de las personalidades susceptibles de ser convocadas, la orden del día aproximada… no muchos detalles, por supuesto, un pequeño tópico de doce a quince páginas por reunión me alcanza ampliamente… Entonces, yo quisiera esta nota en… ¿media hora? pongamos… No hay nada para hacer… Necesita cinco minutos para eso… Por supuesto -agregó volviéndose a Adolphe Troude-, lo mismo para usted y Manon…
– Comprendido, señor -dijo Troude.
Pigeon no dijo nada.
Marion dormía.
Miqueut cerró la puerta y volvió a su escritorio.
Antioche esperaba en el escritorio de Vidal desde hacía una hora y cuarto. El Mayor estaba con él.
Al escuchar que Miqueut volvía a sentarse, salieron vivamente al corredor y golpearon a su puerta.
– Entre -dijo Miqueut.
Capítulo XIX
En el momento de penetrar en el cuarto del Sub-Ingeniero principal, Antioche se chocó con Adolphe Troude que, habiendo salido como un ventarrón no bien se fue Miqueut, volvía doblado bajo el bulto de una enorme bolsa. Antioche y el Mayor le dieron paso y Troude desapareció a la vuelta del corredor. Cinco segundos después, un golpe sordo sacudió el edificio.
Impresionado, el Mayor se hundió en el escritorio de Vidal dejando a su amigo afrontar solo al tío de su bien amada.
– Buenos días, señor -dijo Miqueut, levantándose ligeramente y mostrando una hilera de dientes opacos en medio de una sonrisa gesticulante.
– Buenos días -respondió Antioche-. ¿Está bien?
– Gracias, ¿y usted? -dijo Miqueut-. Mi adjunto, el señor Vidal, me habló de su visita, pero no me dijo exactamente de qué se trataba…
– Es un problema bastante especial -dijo Antioche-… Esto es, en pocas palabras, de lo que se trata. En el curso de una reunión…
– ¿De qué comisión? -interrumpió, interesado, Miqueut.
– Usted se equivoca -dijo Antioche, que empezaba a sentirse molesto a causa del olor. Eso le hacía perder su sangre fría y una inquietud húmeda le bailaba las sienes. Se recobró y continuó-: En el curso de una surprise-party en lo de mi…
– Lo paro en seguida -dijo el compinche-, y me permitiré señalarle que, desde el punto de vista de la unificación, es lamentable emplear términos que no estén perfectamente definidos y, en todo caso, los términos extranjeros deben, en lo posible, estar prohibidos. Es así que, en el Consortium, hemos sido obligados a crear comisiones especiales de terminología que se ocupan, en cada campo, de resolver todos esos problemas, que son muy interesantes, no es cierto y que, en suma, en cada caso particular, nos esforzamos en resolver rodeándonos, por supuesto de todas las garantías posibles, de manera que, en suma, no nos hagan el cuento. Es por eso que, a mi parecer, valdría más emplear otro término en vez de surprise-party… y por otra parte, por ejemplo, en esta misma casa, empleamos de ordinario la palabra "unificación" que ha sido creada a este efecto y que es preferible en ese sentido que… eh… y no el término inglés "unification" que desgraciadamente muy a menudo los interesados y aquellos mismos que deberían, en suma, esforzarse por respetar escrupulosamente las reglas de la unificación… eh… no es cierto, lo emplean, cuando existe una palabra francesa. Es preferible no utilizar términos cuyo empleo puede, en ciertos casos, no estar justificado.
– Tiene razón, señor -dijo Antioche-; y soy en un todo de su mismo parecer, pero no veo qué palabra francesa podría dar exactamente el compuesto: surprise-party.
– ¡Y bien es ahí donde lo paro! -dijo Miqueut-. Justamente, ya nos ha pasado en el curso de nuestros trabajos encontrar términos impropios, o susceptibles de prestarse a confusión y dar lugar a interpretaciones diferentes según el caso. Muchas de nuestras Comisiones están dedicadas a esos problemas, que son delicados, es necesario reconocerlo y… he… no es cierto, las soluciones encontradas, son, en general, satisfactorias… Tenemos por ejemplo, en un campo tan diferente a éste como puede ser el de los ferrocarriles, hemos buscado un equivalente a la palabra inglesa "wagon". Reunimos una Comisión técnica y después de un año de búsquedas, lo que es poco si se considera que la impresión de los documentos, las reuniones y la encuesta pública a la que sometemos nuestros proyectos de Nothons abrevian notablemente la duración efectiva de los trabajos, en suma, hemos llegado a la unificación del término "coche"… ¡Y bien! no es cierto, el problema es análogo aquí, y podríamos, creo, resolverlo de la misma manera.
– Evidentemente -dijo Antioche-, pero…
– Por supuesto -dijo Miqueut-, estamos a su disposición para todas las informaciones que le sean útiles en cuanto al funcionamiento de nuestras comisiones. Por otra parte, voy a hacerle enviar un sobre de documentación sobre los Nothons y así usted podrá saber…
– Excúseme que lo interrumpa -dijo Antioche-, pero el problema por el cual yo quería conversar no me concierne especialmente… Había traído a uno de mis amigos y si usted permite, le voy a pedir que venga…
– ¡Haga pues, se lo ruego! -dijo Miqueut-. ¿Es decir, sería el que redactaría el pequeño estudio preliminar que podría servir de base a nuestros trabajos?
Antioche no contestó e hizo entrar al Mayor.
Después de las cortesías reglamentarias, Miqueut prosiguió, dirigiéndose al Mayor:
– Su amigo me ha expuesto el objeto de su visita y yo encuentro su proposición extremadamente interesante. Eso va a darnos una serie de proyectos de Nothons que podremos presentar a la Comisión competente de aquí… pongamos tres semanas… Pienso que podría darme el primer estudio en unos ocho días, lo que nos dejaría tiempo, no es cierto, para proceder al tiraje necesario…
– Pero… -empezó el Mayor.
– Tiene razón -dijo Miqueut-, pero creo que, en primer lugar, podemos contentarnos con el de terminología que es la base de todo nuevo estudio… el Nothon del producto vendría después… lo que nos dejaría tiempo para mantener los intercambios de puntos de vista necesarios con las personalidades susceptibles de interesarse en este proyecto.
El timbre del teléfono interno sonó…
– ¡Hola!… -dijo Miqueut-. ¡Sí!… No ahora, tengo una visita… ¡Ah! ¿Sí? escuche, es muy lamentable, pero no puedo… Sí… lo antes posible…
Envolvió a Antioche y al Mayor en una mirada venenosa y cargada de reproches.
Éstos, que habían comprendido, se levantaron los dos a la vez.
– Entonces, señor -dijo Miqueut, serenado, volviéndose hacia el Mayor-, estoy muy contento de esta, eh… toma de contacto y espero, no es cierto, que podremos llevar a término este estudio bastante rápidamente… Hasta la vista, señor… Hasta pronto, señor -dijo a Antioche-, hasta la vista.
Los acompañó hasta la salida, volvió precipitadamente sobre sus pasos para hacer pis, después fue a encontrarse con el Director General…
Antioche y el Mayor bajaron la escalera y se perdieron en la multitud…
Capítulo XX
En el número treinta y uno de la calle Pradier, ningún canto de pájaro resonaba en las fuentes, ningún grillo susurraba en sordina. La femme du roulier, ninguna flor desplegaba su abanico multicolor para capturar al imprudente chéchaquo alado y el mismo mackintosh había replegado su cola en ocho partes desiguales, dejando caer su mandíbula inferior hasta el suelo mientras que gruesas lágrimas rodaban en sus órbitas hundidas.