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– ¿Quieren que les presente unas chicas? -les propuso el Mayor.

– Mil disculpas -dijo el más gordo, que tenía un bigote rojo-, pero como se dice, somos pederastas por vocación.

– ¿Operan juntos? -preguntó el Mayor.

– Y bien… ¡una vez uno puede emputecerse un… poquito! -dijo el más flaco cuya nuez de Adán se agitaba como una rata en el caño de una estufa.

El Mayor hizo señas a dos muchachitos, alumnos del gran Maurice Esconde, y los puso en manos de los dos gendarmes.

– Están detenidos -dijeron estos últimos-. Van a escarmentar…

Desaparecieron en el placard de las escobas donde el Mayor les hizo los honores. Los palos de escoba son útiles en caso de corte de corriente y el encaustado es un buen producto de reemplazo.

Cada vez más contento con el éxito de su surprise-party, el Mayor hizo un raid por el baño, trajo una toalla seca a Hyanipouletos que acababa de reaparecer y cuyo pantalón se caía, y salió en busca de Pigeon mientras que la orquesta de Claude Abadie, habiendo reencontrado a su guitarrista, se desataba cada vez mejor.

Encontró a Emmanuel en una pieza del fondo. Se revolcaba de risa viendo a tres tilinguitos espantosamente borrachos que se descargaban cada uno con dos sombreros, uno adelante y otro atrás.

No prestó atención a ese fenómeno bastante corriente, pero abrió la ventana por el olor, tiró en el patio interior del inmueble a los muchachos y los sombreros y se sentó al lado de Emmanuel que empezaba a toser de tanto como se divertía.

Le golpeó la espalda.

– Entonces, viejo, ¿todo anda bien?

– ¡Al pelo! -dijo Emmanuel-. Nunca tan divertido. Compañía de muy buen gusto. Muy distinguidos. Felicitaciones.

– Encontró la horma de su zapato -dijo el Mayor.

– En general no hago eso con mi pie, pero debo confesar que golpeé.

– ¿A? -preguntó el Mayor.

– Mejor decirlo de golpe. A su novia.

– ¡Me había dado miedo! -dijo el Mayor-. Creí que había lastimado al perro.

– ¡Yo también creí eso! -dijo Emmanuel-. Me di cuenta después…

– ¡Es verdad que está muy bien formada! -dijo el Mayor-. Pero, en fin, estoy contento de que ella le haya gustado.

– ¡Usted es un tipo simpá…! -concluyó Pigeon cuyo aliento, vale la pena pensarlo, recordaba bastante la atmósfera de los establecimientos Hennessy. (Cognac, Charente.)

– Venga a dar una vuelta -propuso el Mayor-. Quiero encontrar a Antioche.

– ¿No sabe dónde está? -se asombró Emmanuel.

– No…

– Duerme en la pieza de al lado.

– ¡No es tonto, el muchacho! -aprobó el Mayor admirado-. Estará encerrado con llave, espero.

– Sí -dijo Emmanuel-. Y solo -agregó con envidia.

– Suertudo… -murmuró el Mayor-. Lo mismo venga a dar una vuelta. Dejémoslo dormir.

En el corredor los abordó Lhuttaire.

– Es formidable -les dijo-. Acabo de ver a Gruyer. En plena acción. Hasta la muñeca… No pudo retirar la mano demasiado rápido, si no me partía una botella en la jeta, ¡pero eso estaba bárbaro!

– ¡Hubieras podido esperarnos! -dijo el Mayor-. ¿Qué quieres que hagamos de divertido ahora?

– Siempre se puede tomar un trago -dijo Lhuttaire.

– Vamos.

Al pasar por el hall se detuvieron porque les pareció oír que llamaban.

Era en la puerta de entrada.

– ¡La voz de Miqueut! -murmuró el Mayor… y Emmanuel desapareció como un humo ligero, con un sprint terrible en el corredor y terminó por encaramarse sobre el tanque de agua del water-closet, bien replegado sobre sí mismo y hábilmente camuflado por medio de un viejo zapato.

El Mayor reflexionó rápidamente.

Abrió la puerta.

– Buenas noches, señor Loustalot -dijo Miqueut-. ¿Está bien?

– Gracias, señor -dijo el Mayor-. ¿Y usted?

– Eh… ¿no es cierto?, en este momento tengo en el Consortium a un miembro de la Comisión de Embalajes perdidos y quería pedirle a Pigeon ciertas informaciones… Entonces he venido a molestarlo… ji… ji…

– ¡Búscalo! -le dijo el Mayor a Lhuttaire con un guiño-. Venga por aquí, señor -dijo a Miqueut-. Estará mejor.

Entre el baño y el reducto donde seguían operando los dos gendarmes había un cuartito de trastos que tenía dos sillas y un sinapismo fuera de uso.

El Mayor condujo a Miqueut.

– Estará tranquilo aquí -le dijo.

Lo empujó suavemente al interior.

– En seguida le mando a Pigeon.

Cerró la puerta con doble llave y la perdió inmediatamente.

Capítulo V

A las dos y media de la mañana la surprise-party estaba en su apogeo. Los tilingos estaban divididos en dos grupos de igual importancia: los que bailaban y los que se revolcaban. Estos últimos estaban distribuidos de cualquier manera en las piezas, en las camas, sobre los divanes, en los armarios, debajo de los muebles, detrás de los muebles, detrás de las puertas, bajo el piano (había tres), en los recovecos, en los balcones (con colchas), debajo de las alfombras, sobre los armarios, debajo de las camas, en las camas, en las bañeras, en los paragüeros, aquí y allá, de un lado al otro, en fila india, todavía en otra parte, un poco por todas partes.

Los que bailaban se habían juntado en una sola pieza, alrededor de la orquesta.

Claude Abadie dejó de tocar alrededor de las tres. Iba a ver al día siguiente el match de balón entre los Transportistas de Gazógeno y los Ferroviarios de Interés Local, rugby carretero contra rugby de riel, y quería dormir un poco.

Vidal dejó su trompeta, extirpó el estuche de abajo de las nalgas de D'Haudyt, que le había hecho dos agujeros cónicos, buscó a Emmanuel y habiendo besado al Mayor en la frente se unió a la orquesta que partía. Los muchachos volvieron a poner el pick-up y bailaron de nuevo.

Antioche acababa de despertarse y reapareció en compañía del Mayor.

En el baño, el hombre de la bañera se levantó, abrió el gas, dio vuelta la llave de agua caliente y volvió a dormirse en la bañera, olvidándose, simplemente, de encenderlo.

Pasó media hora…

Miqueut, en su celda, sentía el olor del gas y su fin próximo. Sacó febrilmente una libreta de su bolsillo, tomó su lapicera y se puso a escribir…

– Generalidad a) Objeto del Nothon. El presente Nothon tiene por objeto definir las condiciones en la cuales debe expirar un Sub-Ingeniero principal cuando sufre una asfixia impuesta por el gas a baja presión…

Redactó un pre-Nothon y seguía el plan Nothon…

Entonces, se produjo la catástrofe…

Dos tilingos pasaron cerca del baño. Una disputa a propósito de nada, los enfrentó. Hubo una trompada en un ojo, una vela… un brillo formidable… y el edificio saltó…

Capítulo VI

El Mayor, sentado en el pavimento del patio interior lleno de desechos, taponaba su ojo izquierdo con un pedazo de esparadrapo.

A su lado, Antioche tarareaba un blues.

Eran los únicos sobrevivientes del desastre. Toda la manzana de casas saltó sin molestar a nadie, porque en Billancourt se producía un pequeño bombardeo.

Al Mayor le quedaban su sombrero, su slip y el ojo de vidrio. Antioche tenía su corbata. A algunos metros el resto de su ropa se quemaba con una llama fuliginosa.

El aire olía a diablo y a cognac. El polvo y los escombros caían lentamente en una nube espesa.

Antioche, cuyo cuerpo cubierto antes por un lujuriante vellón, brillaba ahora liso como una piel de mackintosh, reflexionaba, con el mentón en la mano.

Y el Mayor habló.

– En el fondo -dijo- me pregunto si estoy hecho para el matrimonio…

– Yo me lo pregunto… -dijo Antioche.

Boris Vian

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