– ¿En la otra historia?
– Sí.
– No, no dijo nada.
– ¿Y no hizo alusión a los acontecimientos que precedieron a la madrugada del dos de julio que justificaran lo que ocurrió?
– No.
– ¿Nada de naturaleza mecánica ni estructural?
– Nada.
– ¿Nada de otros buques u objetos marinos?
– No.
– ¿No dijo nada acerca del hundimiento del Tsimtsum?
– No.
– ¿Y no le dijo por qué no habían enviado una señal de socorro?
– Y si la hubiera enviado, ¿qué? Por experiencia, sé que cuando se hunde un montón de chatarra roñosa de tercera, a no ser que tenga la suerte de transportar suficiente petróleo para matar a decenas de ecosistemas, a nadie le importa y nadie se entera. Te encuentras solo.
– Cuando Oika se dio cuenta de que algo no iba bien, ya era demasiado tarde. Ustedes estaban demasiado lejos para poder acudir en su auxilio. A los buques en la zona se les advirtió que estuvieran alertas. Dijeron que no habían visto nada.
– Bueno, ahora que estamos hablando del tema, el carguero no fue lo único que era de tercera. La tripulación era una pandilla de brutos antipáticos que siempre fingían trabajar duro delante de los oficiales pero que no pegaban golpe cuando los dejaban solos. No hablaban ni una palabra de inglés y no nos ayudaron en nada. Algunos ya apestaban a alcohol a media tarde. ¿Quién sabe hasta dónde fueron capaces de llegar esos idiotas? Los oficiales…
– ¿A qué se refiere?
– ¿Acerca de qué?
– Ha dicho que quién sabe hasta dónde fueron capaces de llegar esos idiotas.
– Quiero decir que en un arrebato de demencia borracha, algunos podrían haber soltado los animales.
SR. CHIBA: ¿Quién tenía las llaves de las jaulas?
– Mi padre.
SR. CHIBA: ¿Y cómo iban a abrir las puertas si no tenían las llaves?
– No lo sé. Me imagino que debieron de usar palancas.
SR. CHIBA: Pero ¿por qué iban a hacerlo? ¿A quién se le ocurriría soltar un animal salvaje de su jaula?
– No lo sé. ¿Conoce a alguien que sepa comprender la mente de un borracho? Lo único que puedo decirles es lo que ocurrió. Los animales no estaban dentro de sus jaulas.
SR. OKAMOTO: Disculpe, pero ¿duda de la aptitud de la tripulación?
– Tengo serias dudas.
– ¿Usted vio a alguno de los oficiales bajo la influencia del alcohol?
– No.
– ¿Pero vio algunos miembros de la tripulación bajo la influencia del alcohol?
– Sí.
– ¿Y la conducta de los oficiales le pareció competente y profesional?
– Tuvieron muy poco trato con nosotros. Nunca se acercaron a los animales.
– Me refiero al funcionamiento del carguero.
– ¿Yo qué sé? ¿Cree que tomamos el té con ellos cada día? Hablaban inglés pero vamos, no fueron mucho mejores que la tripulación. Nos hicieron sentir como intrusos cada vez que entrábamos en la sala común y apenas nos dirigieron la palabra cuando comíamos. Siguieron hablando en japonés, como si no estuviéramos. Para ellos, sólo éramos una humilde familia india con un cargamento fastidioso. Al final, fuimos a comer solos en la cabina de mis padres. «¡La aventura nos reclama!», dijo Ravi. Por eso lo aguantamos, por nuestro sentido de la aventura. Pasamos la mayor parte del tiempo sacando excrementos y lavando las jaulas y dando de comer a los animales mientras mi padre hacía de veterinario. Si los animales estaban bien, nosotros también. No sé si los oficiales eran competentes o no.
– Ha dicho que el carguero estaba escorando a babor, ¿verdad?
– Sí.
– ¿Y que había una pendiente que iba de la proa a la popa?
– Sí.
– ¿De modo que el buque empezó a hundirse por la popa?
– Sí.
– ¿No por la proa?
– No.
– ¿Está seguro? ¿Había una inclinación que empezaba en la parte delantera del buque y acababa en la parte trasera?
– Sí.
– ¿Sabe si el carguero chocó contra otro buque?
– No vi ningún buque.
– ¿Pudo haber chocado contra algún otro objeto?
– Que ya sepa, no.
– ¿Pudo haber embarrancado?
– No. Se hundió sin dejar rastro.
– ¿No percibió posibles problemas mecánicos después de salir de Manila?
– No.
– ¿Y le pareció que el buque estaba bien cargado?
– Era la primera vez que subía a un buque. No sabría distinguir si un buque está bien cargado o no.
– ¿Cree que oyó una explosión?
– Sí.
– ¿Oyó algún ruido más?
– Hombre, miles.
– Me refiero a un ruido que explicara el hundimiento.
– No.
– Ha dicho que el carguero se hundió rápidamente.
– Sí.
– ¿Sabría decirme cuánto tardó aproximadamente?
– Es difícil calcularlo. Todo ocurrió muy deprisa. Me imagino que menos de veinte minutos.
– ¿Y hubo muchos restos?
– Muchísimos.
– ¿Cree que le pudo haber dado una ola gigante?
– No lo creo.
– ¿Pero había tormenta?
– Bueno, a mí me pareció que el mar estaba bastante agitado. Hacía viento y llovía.
– ¿Y las olas hasta dónde llegaban?
– Eran grandes, entre ocho y diez metros.
– Bueno, en realidad tampoco es que sea tanto.
– Hombre, no cuando estás en un bote salvavidas.
– Claro. Quiero decir que para un carguero no es nada.
– No sé. Tal vez fueran más altas. Lo único que sé es que me moría de miedo.
– También ha dicho que el tiempo mejoró, que el buque se hundió y luego hizo un día precioso, ¿no es correcto?
– Sí.
– Debió de ser una turbonada pasajera.
– Que hundió el buque.
– Eso es lo que me pregunto.
– Murió toda mi familia.
– Lo lamentamos mucho.
– No tanto como yo.
– Entonces, ¿qué paso, señor Patel? No conseguimos entenderlo. Todo iba bien y luego…
– Luego el bien se hundió.
– Pero ¿por qué?
– No lo sé. Son ustedes los que me lo deberían estar explicando a mí. Ustedes son los expertos. Apliquen sus conocimientos científicos.
– No tiene sentido.
[SILENCIO LARGO]
SR. CHIBA: ¿Y ahora qué?
SR. OKAMOTO: No hay nada que hacer. La explicación del hundimiento del Tsimtsum yace en el fondo del océano pacífico.
[SILENCIO LARGO]
SR. OKAMOTO: Sí, ya está. Vámonos. Bien, señor Patel, creo que ya tenemos todo lo que necesitamos. Le agradecemos mucho su cooperación. Ha sido muy, muy amable.
– No hay de qué. Pero antes de que se vayan, hay algo que quisiera preguntarles.
– Adelante.
– El Tsimtsum se hundió el dos de julio de 1977.
– Sí.
– Y yo llegué a la costa de México el catorce de febrero de mil novecientos setenta y ocho.
– Correcto.
– Les he contado dos historias que dan cuenta de los doscientos veintisiete días transcurridos.
– Efectivamente.
– Ninguna de ellas explican por qué se hundió el Tsimtsum.
– Así es.
– Ninguna de las historias cuentan hechos que afecten a su informe.
– Correcto.
– No pueden demostrar cuál de las dos es la verdadera. Tendrán que confiar en mi palabra.
– Supongo que sí.
– En ambas historias, el buque se hunde, mi familia entera muere y yo sufro.
– Sí, es cierto.
– Así que díganme, ya que los hechos no van a afectar a su informe y, de cualquier forma, no pueden demostrar cuál de ellas es verdad, ¿cuál de las dos historias les ha gustado más? ¿Cuál les parece la historia preferible, la historia con animales o la historia sin animales?
SR. OKAMOTO: Es una pregunta interesante…