Ahora se apoyaba en él, y su piel era suave y maleable, y su fragancia dulce y tentadora. Ty pensó que estaba orgulloso de ella por no haber mostrado debilidad alguna ante Dumont.
Éste se aclaró la garganta.
– He venido a ver por mí mismo que Lilly… quiero decir Lacey… está bien -dijo.
– Ya lo ha hecho, así que puede irse -Ty dio un paso atrás con intención de cerrar la puerta, aunque le diera en las narices con ella.
– Espera. Hay una cosa más -Dumont metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un sobre rectangular-. Es una invitación. Dos, en realidad. Una para mi fiesta de compromiso, este viernes por la noche, y otra para mi boda el mes que viene.
Lacey aceptó la invitación con mano temblorosa. Estaba visiblemente impresionada y agarró la invitación con tanta fuerza que sus dedos se pusieron blancos.
– No espero que me contestes ahora. Sólo quiero que sepas que me alegro de que estés viva. Siento lo que pasó y esperó que aceptes mi invitación a empezar de nuevo.
– Me lo pensaré -dijo ella, sorprendiendo a Ty.
Por la expresión atónita de Dumont, Ty dedujo que a él también lo había sorprendido con la guardia baja.
– Que te lo pienses es lo único que te pido. Ni siquiera merezco eso. Pero voy a tener una nueva familia y a empezar de cero. Espero que entre nosotros también sea posible -Dumont fijó su mirada en Ty-. La disculpa y la invitación también te incluyen a ti -dijo con algo más de crispación.
Ty se limitó a asentir con la cabeza. No tenía intención de dar ninguna satisfacción a aquel hombre. Suponía que eso hacía de Lilly mejor persona que él. Pero no le importaba.
Durante el silencio que siguió, Dumont dio media vuelta y se alejó.
– Es un canalla -masculló Ty mientras cerraba la puerta tras ellos.
Lilly asintió con la cabeza.
– ¿Cómo puede esperar que olvide que me hizo meter en un hogar de acogida a los diecisiete años? -preguntó con voz trémula.
Y Ty sabía que meterla en un hogar de acogida era una de las cosas menos desagradables que le había hecho Dumont. Ninguno de ellos olvidaría nunca el vuelco que había dado su vida como resultado de aquello.
– Eso al menos tuvo una cosa buena. Me conociste a mí -dijo, intentando bromear.
– Y mi vida nunca volvió a ser la misma -Lilly se volvió hacia él con una sonrisa en los labios-. Parece que otra vez has llegado en el momento justo -lo miraba con sus grandes ojos, menos vulnerables que cuando era más joven, pero igual de atrayentes.
– Me he pasado toda la tarde buscando cosas en el Departamento de Vehículos a Motor -el Departamento estaba informatizado, pero no por ello era menos burocrático.
Ty había estado buscando a un marido desaparecido y haciendo indagaciones acerca de un alias que su mujer creía podía usar en varios estados. Si no hubiera estado ya hastiado de la vida, sus casos de personas desaparecidas y esposas infieles le habrían desengañado agriamente acerca del amor. Tenía, no obstante, sentimientos encontrados en general y desconfiaba del daño que Lilly podía infligirle a su corazón… nuevamente.
El suyo era un caso de manuaclass="underline" un caso de miedo al abandono y al rechazo, causado por un padre en el que no se podía confiar que se había largado, y un sentimiento visceral de que Lilly haría lo mismo.
– Menos mal que me estaba aburriendo y se me ocurrió darte una sorpresa y volver a casa temprano para hacerte compañía.
En realidad, un trabajo que apenas debería haberle llevado tiempo se había alargado durante horas porque estaba preocupado preguntándose qué estaría haciendo Lilly en su casa, a sabiendas de que no podía encontrar mucho más que hacer allí que sacar brillo a los muebles.
– A mi tío le has dado una sorpresa, desde luego. Deberías haber visto su cara cuando ha oído tu voz. Se ha puesto completamente pálido.
Ty había querido distraerla mientras aguardaban la reacción de su tío. Tenía pensado sacarla del agobiante apartamento y hacerla sonreír. Aún quería hacerlo. Pero primero tenía que ocuparse de su tío. Por así decirlo.
– Dame un segundo -se sacó el móvil del bolsillo y marcó el número de Derek-. Soy Ty -dijo cuando el otro respondió-. Necesito que me hagas un favor. Llama a nuestro amigo Frank, de Glen's Falls. Pídele que se ocupe de los casos que tenemos abiertos. Necesito que te ocupes de algo urgente -Frank Mosca era dueño de una agencia de detectives privados de la ciudad de al lado. Su negocio era más grande que el de Ty y tendría personal de sobra.
– Lo que tú digas, jefe.
– Quiero que vigiles a Marc Dumont. Mañana, tarde y noche. Pídele a Frank a uno de sus hombres si lo necesitas. Quiero saber qué anda tramando ese tipo.
– Una misión de vigilancia. Me pondré enseguida con ello. De todos modos, prefiero estar por ahí que ocupándome del papeleo.
– Todo forma parte del juego. Tienes que acostumbrarte a ambas cosas -Ty, sin embargo, estaba de acuerdo con Derek. En el fondo, prefería andar por ahí a estar sentado tras una mesa. Pero hasta que encontraran a alguien que disfrutara de los aspectos más rutinarios de su trabajo, Derek tendría que ocuparse de ellos.
– Quizá pueda convencer a uno de los hombres de Frank para que venga a trabajar con nosotros -Derek se echó a reír.
– Nada de robar a la competencia. Llámame a la menor señal de que pasa algo raro -Ty cerró el teléfono y se volvió hacia Lilly.
– Ya lo estás haciendo otra vez. Me estás protegiendo.
Él sintió que le ardía la cara.
– Hago lo que me sale naturalmente. Mi trabajo consiste en sospechar. Sobre todo, de ese bastardo -masculló-. Y especialmente si de pronto cambia por completo y se comporta como un viejo arrepentido y no como el indeseable que todos sabemos que es.
Lilly sonrió.
– Bueno, me gusta verte en acción -le sonrió. Sus labios se curvaron en un mohín sensual. Su boca parecía suplicar un beso.
Ty dio un paso adelante. Los años se disiparon, el deseo por ella parecía de pronto tan tangible como había sido antaño. La luz de sus ojos le decía que el sentimiento era mutuo. Algo tan fuerte y duradero no podía negarse, a pesar de que, por motivos obvios para ambos, debían mantenerse alejados.
Ty, sin embargo, no lo hizo. Desde el instante en que había vuelto a poner sus ojos en Lilly, había sabido que estaba perdido. ¿Y por qué molestarse en luchar contra lo que deseaba tan ardientemente?
Dejó a un lado las consecuencias para ocuparse de ellas más tarde, bajó la cabeza y dejó que sus labios tocaran los de Lilly por primera vez. La vieja chispa saltó y ardió entre ellos. La besó, rozando sus labios adelante y atrás, con una fricción y una humedad cada vez mayores. El juego de su boca, los movimientos ávidos de la de Lilly, le tentaron a seguir adelante.
Deslizó la lengua dentro de su boca y se llenó los sentidos de ella. Lilly dejó escapar un suave ronroneo gutural y el cuerpo de Ty se tensó, lleno de ansia y de deseo. Dulce y acogedora, femenina y sensual, Lilly se apretó contra él, cumpliendo de ese modo todos los sueños que Ty había tenido. Y algunos que no había tenido.
De pronto, Digger empezó a ladrar y a saltar sobre las patas traseras, suplicando su atención. Aquél no era el mejor modo de volver en sí, pero bastó para ello.
Ty se apartó bruscamente, todavía aturdido, pero mucho más consciente de lo que sucedía a su alrededor.
– Hacía…
– Mucho tiempo que estaba pendiente -dijo ella antes de que él pudiera ordenar sus ideas.
– Sí, eso es -aunque Ty dudaba que él hubiera elegido esas palabras.
Aquello había sido probablemente un error. Y Ty no tenía que esforzarse mucho por buscar el porqué. Ella tenía a un tipo llamado Alex en Nueva York y una vida que no lo incluía a él. Sí, él había sido consciente de todo aquello, pero en el calor del momento no le había importado.