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Sin embargo, aceptar la propuesta de Dumont no había sido una decisión fácil, al menos hasta que se pasó por la mansión de Dumont y echó un vistazo a aquella niña triste de grandes ojos marrones que deambulaba por los jardines perdida y sola. Marc Dumont aseguraba que era una chica problemática y que necesitaba aprender una lección que él, con mano dura y consejos, no había sabido enseñarle. Un solo vistazo a Lilly y Flo comprendió que aquel sujeto mentía.

Aquella chica necesitaba cariño. Flo necesitaba dinero para criar a su hijo en mejores condiciones. En lo que a ella respectaba, era una situación en la que todos salían ganando. Dumont sugirió que aceptara a un auténtico niño de acogida en su hogar para que el traslado de Lilly pareciera más auténtico. La administración había vacilado a la hora de darle un niño cuando trabajaba tantas horas, pero al fin había accedido, y en el fondo Flo creía que era Dumont quien había movido los hilos para que así fuera.

A ella no le había importado. Los chicos, Hunter y Lilly, la necesitaban y, en su fuero interno, Flo sabía que al acogerlos estaba mejorando sus vidas. A pesar de que la situación de Lilly no fuera muy clara, por así decirlo, su vida había sido más feliz con los Benson que cuando vivía con su tío. Aceptar el dinero no parecía, a fin de cuentas, algo tan malo.

Hasta que Lilly desapareció. Entonces Flo tuvo que convivir con la mala conciencia de no haber vigilado a los chicos más atentamente esa noche. Con la culpa de no haber protegido a Lilly. Aun así, el dinero ya había cambiado de manos y, como temía que Flo desvelara su plan, Dumont no le había exigido que se lo devolviera. Había hecho, sin embargo, que se llevaran a Hunter. Temerosa de que, si informaba a las autoridades, Dumont hiciera lo mismo con su hijo, Flo había aprendido a convivir con lo que había hecho.

Después de eso, había empleado el dinero en Ty, en comprarle mejores ropas y procurarle una buena educación. Al descubrir su secreto, su ira la había asustado. Su hijo vendió el coche que ella le había comprado y dejó la universidad. Durante un tiempo, Flo temió perderlo, pero Ty se quedó cerca porque eran familia y porque se querían y se apoyaban el uno al otro. Siempre había sido así y siempre lo sería.

Flo sabía, de todos modos, que su hijo se había castigado durante todos esos años por culpa de las decisiones de su madre. Confiaba en que, con el regreso de Lilly, eso cambiaría y Ty encontraría la felicidad que se había negado a sí mismo. La felicidad que se merecía.

Capítulo 7

Lacey necesitaba un baño caliente para aliviar las partes del cuerpo que se había magullado al tirarse al suelo. Todavía temblorosa, condujo lentamente a casa de Ty después de que el vigilante del centro comercial, que llegó poco después del incidente, les tomara declaración. Dejó las llaves que le había dado Ty en una bandeja, sobre la estantería de la entrada, apoyó las bolsas contra la pared y se fue derecha al cuarto de baño. Ni cinco minutos después, la bañera estaba llena de burbujas del gel que había comprado en el centro comercial.

Se metió en el agua caliente, hundiéndose entre las burbujas con la cabeza apoyada contra la pared de fría porcelana y dejó que su tensión se fuera disipando. Acababa de cerrar los ojos, sin embargo, cuando oyó cerrarse de golpe la puerta de entrada y la voz de Ty llamándola.

– ¡Estoy aquí! -respondió. Dio por sentado que Ty le hablaría desde el otro lado de la puerta, pero de todos modos miró hacia abajo y vio con satisfacción que las burbujas la cubrían lo suficiente.

Sin llamar a la puerta ni avisar, Ty abrió de par en par.

– Me he enterado de lo que ha pasado en el centro comercial -dijo atropelladamente.

– Ha sido un accidente -ella permaneció inmóvil, consciente de que, si levantaba un brazo para taparse, se arriesgaba a remover aún más las burbujas.

– Pero ¿estás bien?

Ella asintió con la cabeza.

– Gracias por preocuparte, pero estoy bien. Cansada y un poco dolorida, pero bien.

Ty se quedó en la puerta y deslizó la mirada sobre su cuerpo. Sus ojos parecieron oscurecerse como si de pronto se diera cuenta de que la había sorprendido en la bañera. Desnuda.

Lacey, naturalmente, era muy consciente de la situación. Su cuerpo estaba apenas cubierto, pero de todos modos se sentía completamente desnuda bajo la mirada de Ty. Sus pechos parecieron hacerse más pesados, sus pezones se erizaron y endurecieron y entre sus piernas brotó un delicioso cosquilleo que fue haciéndose más intenso a medida que se prolongaba la mirada ardiente de Ty.

Tragó saliva.

– Ty…

– ¿Sí? -preguntó él con voz ronca.

– Ahora que ya sabes que estoy bien…

– Sí. Me voy -dio un paso atrás. Luego otro y cerró la puerta con fuerza tras él.

Con el corazón desbocado, consciente del deseo que se había despertado en ella, Lacey respiró hondo y hundió la cabeza por completo bajo el agua jabonosa.

Ty se apoyó contra la puerta del cuarto de baño y respiró profundamente, pero nada consiguió calmar el latido apresurado de su corazón. Lilly estaba desnuda al otro lado de aquella puerta, con el cuerpo cubierto únicamente por burbujas. El había entrevisto su piel desnuda, lo suficiente como para que la boca se hiciera agua y el sexo se le tensara de deseo. No sabía si podría resistirse mucho más a la tentación si seguían viviendo bajo el mismo techo.

Su teléfono móvil sonó y él lo abrió, aliviado.

– Sí.

– Soy Hunter.

– ¿Qué ocurre? -preguntó Ty.

– Me han adelantado de pronto la fecha del juicio de un caso en el que estoy trabajando. Lo que significa que voy a estar todo el día liado estas próximas semanas. Odio decirle a Lilly que no puedo ocuparme de su situación ahora mismo, pero me va a ser imposible hacerlo.

Ty se pasó una mano por el pelo.

– ¿Es normal que hayan adelantado el juicio? -¿o acaso Dumont había decidido mover los hilos para que Hunter estuviera demasiado ocupado para representar a Lilly?

– Hay cambios de fecha constantemente. Forma parte del proceso. Pero suelen ser aplazamientos o suspensiones -masculló Hunter-. De todos modos, voy un paso por delante de ti. Le he preguntado a Anna Marie y me ha dicho que la noticia le llegó esta mañana por los canales habituales.

Ty frunció el ceño. El no estaba tan seguro. ¿Podía sobornarse a Anna Marie?, se preguntaba. Con las credenciales de su familia en el pueblo, lo dudaba. Aun así, no haría ningún daño investigar un poco, y eso era precisamente lo que se le daba mejor.

Ya se debiera el cambio de fecha a causas legítimas o no, Hunter iba a estar muy ocupado con aquel caso, y Ty optó por no preocuparlo más aún preguntándole si Anna Marie era de fiar.

– No te preocupes -le dijo-. Se lo diré a Lilly, pero estoy seguro de que dirá que no hay prisa.

– Bueno, puedo adelantarte algo de lo que puedes ocuparte sin mí. Los padres de Lilly hicieron la escritura del fondo fiduciario y el testamento con el bufete de abogados Dunne & Dunne, de Albany. Paul Dunne es el fideicomisario.

Ty frunció el ceño.

– ¿No es el hermano de Anna Marie?

– Sí. ¿Crees que hay alguna relación?

– No sé qué creer -masculló Ty.

– Pareces cabreado. ¿Qué está pasando por ahí? -preguntó Hunter.

Ty se alejó para que Lilly no lo oyera, entró en su dormitorio y cerró la puerta.

– No puedo soportarlo -se dejó caer en la cama-. No puedo seguir viviendo bajo el mismo techo con ella ni un minuto más o haré algo de lo que me arrepentiré.

Hunter rompió a reír.