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Cinco minutos después, Ty, Lilly y él estaban sentados alrededor de una mesita, al fondo del bar. Cuatro universitarios se habían ido al fin dando trompicones, riendo y armando ruido. Hunter no recordaba haber sido tan despreocupado y alegre en sus tiempos de estudiante: estaba demasiado concentrado en «llegar a ser alguien», como llamaba a su búsqueda del éxito.

– No sabía que le habías pedido a Hunter que se pasara por aquí. ¿Sucede algo? -preguntó Lilly.

Hunter levantó una ceja. Creía que Lilly estaba al corriente de todo lo que sabía Ty.

– Hace un rato recibí una llamada de Derek. Me ha dicho que hoy tu tío ha tenido una visita interesante -dijo Ty

– ¿Quién era? -preguntaron Hunter y Lilly a un tiempo.

Ty se inclinó hacia delante en su asiento.

– No mucho después de que nos fuéramos de su despacho esta mañana, Paul Dunne hizo una visita a Dumont. A menos que me falte una pieza del rompecabezas, no se me ocurre una sola razón que la justifique, como no sea que su visita estaba relacionada con la herencia de Lilly.

– Vaya -Hunter se pasó una mano por el pelo.

Lilly, que se había quedado pálida mientras escuchaba a Ty, guardó silencio.

– ¿Sabéis vosotros algo que yo no sepa? ¿Tiene Dumont algún tipo de relación con Paul Dunne? ¿Juegan juntos al golf? -preguntó Ty-. Echadme una mano, porque si no…

– Dejemos de buscar excusas donde no las hay -dijo Lilly por fin-. Todos sabemos que mi tío quería mi dinero hace diez años y eso no ha cambiado. Lo que ha cambiado es que ahora también me quiere muerta.

Aquella palabra reverberó entre ellos.

– Estoy de acuerdo -dijo Ty.

– Yo también. La pregunta es qué vamos a hacer al respecto -añadió Hunter.

– Yo no pienso esconderme -dijo Lilly antes de que alguno de ellos lo sugiriera, aunque Hunter pensaba que no era del todo mala idea.

– ¿Por qué no? ¿Prefieres ser un blanco fácil? Porque seguramente la próxima vez no fallará -Ty se estremeció ante aquella posibilidad.

Lilly arrugó el ceño.

– Estoy harta de esconderme de ese hombre. ¿No es ésa la razón por la que he vuelto? ¿Para enfrentarme a él? ¿Para afrontar mi pasado? Pues eso pienso hacer.

Hunter resolvió que era hora de intervenir. Odiaba ponerse del lado de Ty y fastidiar a Lilly, pero su amigo tenía razón.

Se volvió hacia Lilly, que esa tarde lo había llamado para explicarle los términos del fondo fiduciario.

– No sé si eres consciente de ello, pero teniendo en cuenta las estipulaciones de tu herencia, tienes tres semanas para… ¿cómo podría decirlo delicadamente?… tienes tres semanas para permanecer viva y reclamar tu dinero. No creo que agitar una bandera roja delante de tu tío vaya a ayudarte a conseguirlo -dijo.

– Exacto -Ty enfatizó su opinión dando un puñetazo en la mesa.

Hunter hizo una mueca. Intuía que la actitud autoritaria de su amigo enfadaría a Lilly.

Ella se levantó, pero no alzó la voz.

– Os doy dos opciones. Puedo volver a casa a pasar las próximas tres semanas y volver para reclamar mi herencia el día de mi cumpleaños.

– Y convertirte en un blanco fácil en la gran ciudad, donde nadie conoce a Dumont ni puede vigilarlo -replicó Ty.

– O puedo quedarme aquí y convertirme en un blanco fácil. Sólo tendríamos que ir un paso por delante de mi tío y estar preparados cuando vuelva a atacar.

Ty también se puso en pie.

– Rotundamente no.

Hunter soltó un gruñido.

– ¿Queréis sentaros los dos? Estáis llamando la atención y no es eso lo que buscamos -sorprendentemente, los dos volvieron a ocupar sus asientos-. Creo que Lilly tiene razón -le dijo a Ty-. O hacemos salir a la luz a Dumont manteniendo a Lilly a la vista de todos, o volverá a atacar cuando no estemos preparados.

Ty frunció el ceño.

Hunter conocía bien a su amigo. Al final, le daría la razón, pero no porque temiera la confrontación, sino porque Hunter estaba en lo cierto.

– Sabes que tengo razón. Dumont va a ir a por Lilly de todos modos, así que lo mismo nos da dejar que Lilly haga su vida y estar preparados cuando Dumont aseste el próximo golpe -Hunter miró a Ty fijamente-. ¿Y bien?

– Sí -masculló Ty, malhumorado.

Lilly cubrió sus manos con las suyas.

– Te agradezco tu apoyo -dijo suavemente.

Ty inclinó la cabeza, pero no dijo nada. Lilly, sin embargo, no necesitaba que hablara, ni quería tener razón porque sí, pensó Hunter. Por eso hacían tan buena pareja. Lilly no se regodeaba en sus victorias, ni presionaba en exceso a Ty. Sabía defenderse, pero también respetaba las opiniones de su amigo. Con suerte, tendrían un futuro juntos cuando todo aquello acabara.

Y, con suerte, Molly y él también lo tendrían.

Hunter se levantó.

– Tengo que volver al trabajo. Ojalá pudiera ayudaros, pero el juzgado me tiene atado con ese caso.

Lilly echó su silla hacia atrás y se levantó.

Ty hizo lo mismo.

– Me alegro de que estés aquí para escucharnos -Lilly se acercó a él y le dio un rápido abrazo.

– Estás haciendo justamente lo que necesitamos – dijo Ty, cuya gratitud era evidente en todo lo que no decía.

– Voy un momento al servicio. Enseguida vuelvo -Lilly se dirigió a la puerta, a unos pasos de distancia.

Ty se volvió hacia Hunter.

– Una cosa más. Tengo que pedirte un favor.

– Tú dirás -dijo Hunter.

– Mira a ver qué sabe Molly sobre la relación de Dumont con Paul Dunne. Ese tipo no me ha gustado nada y, si están relacionados de algún modo, puede que haya algo turbio.

Hunter asintió con la cabeza.

– Entendido -Ty se aclaró la garganta-. Siento mucho que Molly tenga que ver con ese cerdo -añadió Hunter-. ¿La policía ha encontrado algo que relacione aunque sea remotamente a Dumont con el incendio?

– No, porque no había nada que encontrar -dijo Molly acercándose a Hunter por detrás. Vestía una camiseta muy ceñida de licra, de color rojo vivo.

Hunter se refrenó para no silbar. Ya estaba metido en un buen lío.

Ty miró a Molly e hizo una mueca.

– He intentado avisarte -le dijo a Hunter.

– Pues no deberías haberte molestado -dijo Molly-. Merezco saber qué piensa exactamente Hunter de mi futuro padrastro -cruzó las manos sobre el pecho y lo miró con enojo.

– Adiós, chicos -dijo Ty y, con una mirada llena de mala conciencia, se alejó y dejó solo a Hunter con Molly.

Ty había hecho lo correcto. El enfado de Molly se dirigía contra Hunter. Era él quien tenía que arreglar las cosas. Por desgracia, no se le ocurría nada para solucionarlo.

Se había quedado sin ideas.

Después de su cita de la noche anterior, aquello era un gran paso atrás, y un dolor semejante a la punzada de un cuchillo le atravesó las entrañas. Le importaba la opinión que Molly tuviera sobre él y, obviamente, había perdido tanto su confianza como su respeto.

Se acercó a ella y dijo suavemente:

– La verdad es que ya sabías que nunca me ha caído bien ese tipo.

Molly irguió los hombros, con las barreras defensivas bien colocadas.

– Pero no creía que fueras capaz de llegar al punto de acusarlo de un intento de asesinato. Mi madre va a casarse con él. Está enamorada de él. Y yo conozco su otra cara, la que tú te niegas a creer que existe. Te aseguro que, hiciera lo que hiciese en el pasado, Marc no es ningún asesino.

Hunter se limitó a asentir con la cabeza, aunque no estuviera de acuerdo con ella.

– Sabes que yo estaba con Lilly en el centro comercial. Marc no ganaría puntos con mi madre atropellándome.

– Yo no he dicho que nuestras sospechas sean impecables. Pero, si contrató a alguien, puede que esa persona no supiera quién eras.

Sabía ya que Molly y él nunca se pondrían de acuerdo en aquel asunto. Era una lástima que ninguno de ellos estuviera dispuesto a transigir.