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Y estaba bien. Al menos, en lo que concernía a su vida. En cuanto había colgado a Hunter, había llamado a su madre.

– No soporto los hospitales, la verdad -había dicho Francie.

Asqueada, Molly había colgado el teléfono y se había ido derecha al hospital, sola.

Molly había percibido cierta distancia en la voz de su madre. Llevaba notándola un tiempo, desde la fiesta en que Francie había descubierto que Lilly estaba viva y que heredaría el fondo fiduciario que, de otro modo, habría sido de Marc y, en virtud de su boda con él, también suyo.

Molly confiaba en que las cosas salieran de otro modo esta vez, sobre todo porque su madre no había puesto aún fin a su relación con Marc. Pero, tras su negativa a ir al hospital, tuvo que afrontar la verdad. Francie sólo estaba ganando tiempo, esperando a tener a la vista a otro ricachón soltero o, al menos, hasta que tuviera idea de dónde podía encontrar uno. Conociéndola, su siguiente paso sería hacer un crucero o un viaje por Europa para cazar una nueva víctima. No tendría escrúpulos en dejar a Molly atrás. De hecho, Molly tendría suerte si se despedía de ella. A fin de cuentas, ya había recorrido antes aquel camino.

Adiós a la familia. Adiós al cariño de su madre y a la posibilidad de que reconociera pasados errores. Adiós a la idea de que Francie había cambiado.

Molly pasó por las puertas automáticas del hospital y se acercó al mostrador de recepción.

– Vengo a ver a Marc Dumont -le dijo a la mujer de aspecto cansado sentada ante ella.

– ¿Es usted familiar directo?

Molly tragó saliva.

– No.

La mujer miró los papeles que había encima de su mesa.

– El señor Dumont no puede recibir visitas aún. Siéntese y la avisaremos cuando pueda verlo.

Molly asintió con la cabeza.

– Comprendo. Gracias -se volvió y se dirigió a una silla vacía en la que esperar.

Cuanto más tiempo pasaba sentada, más incómoda se sentía, y se removía de un lado a otro, incapaz de estarse quieta. Aquél no era sitio para ella. No era pariente de Marc y probablemente nunca lo sería. Pero Dumont se había portado muy bien con ella y Molly quería asegurarse de que se pondría bien.

Comenzó a dar golpecitos con el pie en el suelo. Tamborileó con los dedos sobre el brazo de la silla. Y esperó.

– ¿Molly?

Levantó la vista y vio a Ty y Lacey delante de ella. Se levantó.

– No os he visto entrar.

– Estabas distraída -dijo Lacey.

– Sí. Este sitio no es muy agradable. ¿Estás bien? Hunter me ha contado lo que pasó. No puedo creer que dispararan a Marc delante de ti. ¿Por qué fue a verte? -preguntó Molly, que todavía desconocía partes importantes de la historia.

Lacey se encogió de hombros.

– No llegamos tan lejos. ¿Hay alguna noticia?

– Aún no.

– Tengo que entrar a ver a mi madre -dijo Ty.

– Voy contigo -Lacey tocó el hombro de Molly-. Lo siento.

– No te preocupes. Idos. Yo estoy bien.

Lacey le dio un rápido abrazo y se alejó con Ty.

Molly suspiró. Siguió con la mirada a la pareja hasta que desaparecieron tras las puertas de la sala de urgencias y luego paseó la mirada por la sala de espera, atestada de gente. La mayoría de las personas que había allí estaba acompañada. De un amigo, de un familiar. De alguien a quien querían. Ella no.

Mientras esperaba noticias de Marc, se dio cuenta de algo muy profundo. Había pasado demasiado tiempo defendiendo a Marc y no se había dedicado a averiguar la verdad, y al final había acabado como más temía.

Sola.

Como siempre había estado y como sabía que estaría durante mucho tiempo aún.

Ty apretó la mano de Lilly al entrar en la habitación donde dormía su madre. Ese día, poco antes, Lilly le había necesitado, pero ahora era él quien la necesitaba a ella. Al acercar una silla a la cama de su madre, Ty recordó la última vez que la había visto tan frágil y enferma.

Había llegado a casa de la universidad, después de que ella sufriera su primer infarto y fuera operada, y Flo estaba dormida en una habitación esterilizada, muy parecida a aquélla, enganchada a máquinas semejantes a aquéllas. Ty le había echado un vistazo y se había dado cuenta de que era todo lo que tenía en el mundo y de que quizá la perdiera.

En ese momento se sentía igual. Porque, pese al regreso de Lilly, pese a que se querían, no se habían prometido nada, ni había entre ellos compromiso alguno. Sabía que se tomarían las cosas como fueran surgiendo, día a día, hasta que se resolviera el asunto de la herencia de Lilly, pero después de eso… quién sabía.

La única constante en su vida era la mujer cuya frágil mano sujetaba.

– ¿Ty? -él levantó la mirada. El doctor Sanford se acercó a él. A su lado iba otro hombre al que Ty no conocía-. Éste es el doctor Millar. Nuestro nuevo cardiólogo. Hay ciertas cosas que quisiera explicarte.

Ty escuchó al joven médico y cirujano, que le explicó que un angiograma había mostrado que su madre necesitaba una operación inmediata para reabrir sus arterias cerradas. Siguieron más términos técnicos, pero unos instantes después Ty se halló firmando un consentimiento y su madre era sacada de la habitación en camilla.

Lilly puso una mano sobre su hombro.

– Se pondrá bien. El propio doctor lo ha dicho.

El miró sus ojos tranquilizadores.

– ¿Sí? Casi no recuerdo la conversación.

Ella sonrió.

– Por eso yo he escuchado atentamente cada palabra. La operación no durará más de una hora y enseguida la traerán a reanimación y podrás verla -Lilly le rodeó el cuello con los brazos y apretó la mejilla contra la suya-. Entonces la verás con tus propios ojos, ¿de acuerdo?

El tomó su mano.

– Me alegra que estés aquí.

– Yo sentí lo mismo cuando abriste la puerta de ese armario y me encontraste. ¿Cómo sabías dónde estaría?

El se echó hacia atrás y se apoyó contra ella.

– Porque yo mismo te enseñé ese escondite y no se me ocurría otro sitio donde hubieras podido meterte -y se había resistido a creer que le había ocurrido algo, pese a haber visto el cuerpo ensangrentado de su tío en la puerta de entrada.

El silencio los rodeó hasta que Ty no pudo soportarlo ni un minuto más. Necesitaba distraerse mientras esperaban a que comenzara la operación, y a que acabara.

Miró su reloj.

– Tenemos mucho tiempo por delante. Deberíamos ir a ver qué tal está tu tío y qué ha encontrado la policía, si es que ha encontrado algo.

Lilly se irguió.

– Parece un buen plan.

Pero la enfermera que montaba guardia en el mostrador de recepción no tenía noticias nuevas sobre Dumont. Ni siquiera el hecho de que Lilly fuera pariente consanguínea sirvió para que los informara. Así que se sentaron a esperar junto a Molly.

Capítulo 15

Veinticuatro horas después, Flo se recuperaba de la operación, que había salido bien, y el tío de Lilly seguía inconsciente. La bala le había perforado un pulmón. Los médicos esperaban que se recuperase, pero durante un tiempo no permitirían visitas.

Lilly, Ty, Hunter y Molly estaban en la sala de espera del hospital, a la que se habían trasladado desde el ala de urgencias. La policía iba de camino para hablar con ellos. Tenían noticias y el hospital era tan buen sitio como cualquier otro para reunir a todas las partes interesadas e informarlos.

Molly estaba pálida y apenas había hablado con Lacey o Ty desde su llegada. Hunter tenía a su ayudante haciendo averiguaciones y se había tomado el día libre para estar con Molly, pero a él tampoco le hablaba. Lacey no sabía si estaba disgustada por el estado de Marc o por el hecho de que, obviamente, su tío estuviera implicado en algo lo bastante turbio como para acabar herido de bala ante la puerta de la casa de la madre de Ty.