– Niall me mencionó algo, pero no estoy segura de que vayamos a ir. Bueno, ¿a dónde vamos primero esta mañana? -se apresuró forzando un tono de ánimo en la voz que estaba lejos de sentir.
Durante la hora siguiente visitaron otros tres posibles locales y después se dirigieron a la carretea que llevaba desde Pacific Highway hasta Byron Bay. La nueva propiedad estaba a un par de millas del centro de la ciudad.
David aparcó frente a una pequeña oficina móvil que no había estado allí la última vez que habían visto los edificios. No había nadie por los alrededores, así que caminaron hacia el primer edificio y Shea se puso de puntillas para escudriñar por la ventana.
– Este es del tamaño exacto que tenía pensado. Sería perfecto. Todos parecen tener sus áreas de aparcamiento y así no habrá congestión para la descarga. Y el hecho de que los edificios estén bastante separados y tengan una jardinería tan perfectamente diseñada que los aísla del ruido es una ventaja. ¿No crees, David?
– Sí, estoy de acuerdo, Shea.
– ¿Y no te dijo Charlie a quién pertenecían?
– No. Sólo me dejó el mensaje con la hora de la cita. Se tuvo que ir pronto esta mañana para hacer unas valoraciones de propiedades en la costa.
– El único inconveniente que le veo es que son nuevos y pueden ser muy caros para mí.
– Estoy seguro de que el propietario estará abierto a las negociaciones -dijo David con confianza-. Los tiempos son duros y no hay tanta gente ansiosa por emprender un nuevo negocio como hace unos años. Y siempre es bueno tener inquilinos en un edificio para animar a que los demás se alquilen.
– Espero que tengas razón -empezó Shea para detenerse cuando un coche entró por la carretea de servicio y aparcó frente a la oficina.
David y Shea dieron la vuelta aprisa y, al llegar a la esquina de la caseta de la oficina, Shea se detuvo en seco. Contuvo un gemido de sorpresa al ver al hombre que salía del deportivo oscuro.
Capítulo 6
QUE ALEX quedó tan sorprendido como Shea quedó patente en el arqueo de sus cejas, pero sólo asintió en dirección a ellos antes de meter la llave en la puerta de la oficina. Entonces, se apartó para que ellos le precedieran y subieran los dos escalones.
– ¡Bueno, vaya sorpresa! -David también parecía haberse recuperado de su asombro y adoptó su actitud más profesional-. Anoche no esperaba que fuéramos a vernos tan pronto otra vez. David Aston -le recordó extendiendo la mano-. Y Alex Finlay, ¿no es así?
Alex inclinó la cabeza en silencio y, dejando el maletín en la mesa, estrechó la mano de David.
– Charlie Gray me dijo que nos reuniríamos con una representante de la empresa encargada de alquilar los edificios -David sonrió con ansiedad y Alex hizo un gesto de asentimiento con evidente desgana. Bien, bien puso una mano en el brazo de Shea de forma posesiva-. Y, por supuesto, Alex, ya conoces a Shea.
Alex volvió sus ojos castaños hacia Shea.
– Sí, la conozco.
Su profunda voz envió escalofríos a toda sus terminaciones nerviosas.
– Supongo que Charlie también te habrá dicho que podríamos tener una o dos personas interesadas en estos edificios -David se frotó las manos-. Es una pena que la situación económica no sea un poco mejor.
La mirada de Alex había permanecido clavada en Shea y ella sintió que empezaba a sonrojarse por el cuello.
– ¿Por qué no os sentáis? -dijo Alex haciendo un gesto hacia las dos sillas a sus espaldas.
David sacó una silla para Shea y Alex, dio la vuelta al escritorio para sentarse.
– Entonces, ¿qué interés tienes en los edificios, Shea? -preguntó Alex ignorando a David por completo.
– Shea está pensando en ampliar la sección de fabricación de su negocio -empezó David.
– ¿De qué tipo de espacio estamos hablando?
Cómo desearía Shea simplemente levantarse y salir de allí.
Bueno, ella era una mujer de negocios, se recordó a sí misma. Y aquello era un asunto netamente profesional. Se aclaró la garganta y procedió a enumerar las necesidades de su fábrica.
Alex escuchó con atención y permaneció en silencio hasta que ella acabó.
– Por supuesto, Shea querrá ver el local más detenidamente antes de tomar la decisión -intervino David con rapidez-. Y quiere el mejor trato en lo referente al alquiler.
– Puedo proporcionar referencias profesionales, en caso de que las necesites.
– Su empresa es bien conocida y tiene unas credenciales ejemplares -interrumpió David de nuevo.
Alex lo miró fijamente y el otro hombre se removió inquieto en su asiento.
– Estoy seguro de que sí -comentó Alex con sequedad mientras sacaba de su maletín un manojo de llaves-. ¿En qué edificio o edificios estás interesada?
– En este primero de aquí.
David señaló uno que se veía desde la ventana de la oficina.
– Tengo algo de trabajo de papeleo, así que, por favor, tómate tu tiempo.
Con aquellas palabras, Alex sacó una carpeta y la abrió frente a él indicando que la conversación había terminado por el momento.
David y Shea cruzaron hasta el edificio y él se adelantó para abrirle la puerta.
– ¿Siempre ha sido tan beligerante? ¿O es sólo conmigo?
– No lo recuerdo -murmuró con vaguedad Shea mientras buscaba en su bolso la cinta métrica.
David la ayudó a tomar algunas medidas que ella anotaba en su agenda.
Su excitación fue en aumento y casi se olvidó de que Alex tenía algo que ver con el negocio.
– ¿Quieres que vaya afuera y empiece a hablar con él de los precios mientras tú terminas de echar un vistazo al edificio? -se ofreció David.
– No tardaré mucho y podemos ir juntos.
– Creo que sería mejor si me dejaras discutirlo con él. Tú no tendrías que hacer la negociación y el regateo. Es para eso para lo que me pagan a mí. Soy tu agente y debo ganarme mi sueldo.
David esbozó una débil sonrisa.
– De acuerdo -acordó con desgana Shea mientras David salía con pasos resueltos.
Shea suspiró. Si David creía que podría manipular a alguien del calibre de Alex, iba a llevarse una buena sorpresa.
Shea terminó su inspección y se acercó a la puerta abierta. Sin ganas de reunirse con Alex y David, soltó un suspiro de alivio cuando vio al último doblar la esquina y acercarse aprisa a ella.
– ¿Has terminado? -preguntó él con el ceño fruncido.
A Shea le dio un vuelco el corazón.
– ¿Qué ha dicho?
David la tomó por el brazo.
– Aquí no -miró con intensidad hacia la oficina-. Vamos. Podremos hablar en el coche.
Mientras caminaban hacia la carretera asfaltada, Shea pudo sentir los ojos ardientes de Alex clavados en su espalda y se sintió agradecida cuando entraron en la autopista en dirección a la ciudad.
– Creo que a los dos nos vendría bien una taza de café.
Shea seguía mirando al frente sin ver nada.
Por experiencia, sabía que David se tomaba su trabajo muy en serio y no le gustaba que le metieran prisas. Siempre insistía en que dejaran cualquier discusión hasta estar de vuelta en su oficina con una taza de café delante.
Sin embargo, no se dirigió hacia la inmobiliaria como ella había esperado, sino que siguió todo recto.
Shea se removió en su asiento.
– Pensé que íbamos a tu oficina.
David esbozó una sonrisa torcida.
– Hace un día tan bonito que he pensado que en el café Playa estaremos mejor que en la oficina. ¿Te parece bien?
Shea asintió con desgana y siguió sentada en silencio hasta que él aparcó el coche bajo un árbol cerca del conocido restaurante.
Llegaban un poco pronto para el almuerzo y David escogió una mesa en el muelle exterior, comprobando que Shea quedaba instalada antes de entrar a pedir. La otra media docena de clientes, evidentemente turistas, no dejaban de soltar exclamaciones acerca de la vista panorámica del Océano Pacífico.