David regresó y se sentó frente a ella.
– ¿Quién podría pensar en contaminar los océanos cuando contemplas esos colores tan magníficos? -señaló David-. Estas vistas tan maravillosas fueron las que me decidieron a instalarme aquí.
Shea se agitó irritada en su asiento.
– Bueno, ¿qué dijo Alex? -repitió, incapaz de contener la curiosidad ni un segundo más.
Pero, para su exasperación, la joven camarera eligió ese momento para servirles el café y David esperó hasta que la chica se alejó.
– Es el más retorcido y terco… -se detuvo y la miró con gesto de disculpa-. Perdona, Shea. Por favor, disculpa mi rudeza. Pero Alex Finlay es realmente insoportable.
– ¿Quieres decir que se niega a aceptar mi solicitud de alquiler?
David posó la taza de café y se inclinó hacia adelante.
– No ha dicho exactamente eso.
– Entonces, ¿qué ha dicho?
– No gran cosa -David frunció el ceño-. Sólo que se lo pensará.
– ¿Que se lo pensará? ¿Qué es lo que tiene que pensar? ¿Los términos del alquiler? ¿O el que yo tenga mi negocio en su edificio?
– No tengo ni idea, Shea. Ah, tomó una copia del contrato normal de arrendamiento y dijo que la examinaría y me la devolvería. Pero simplemente no quería hablar de negocios conmigo. Esto es muy irregular.
Shea dio un sorbo a su café. ¿A qué estaría jugando Alex?
– Quizá sea sólo cauteloso ante el contrato. Quiero decir, que yo le dije que era un contrato típico, que éramos una empresa seria. Le aseguré que no había problemas con el estado económico de tu negocio y que estabas interesada en un alquiler a largo plazo. Yo hubiera creído que tendría que haber dado brincos ante tal oferta.
David siguió en el mismo tono mientras Shea intentaba comprender la reticencia de Alex para hacer negocios con ella. ¿Le negaría aquel edificio simplemente por lo que había ocurrido en el pasado? Seguramente no. Alex era un astuto hombre de negocios. No haría…
– Tengo la impresión de que será él el que dé el siguiente paso -interrumpió David sus pensamientos-. Quizá le guste mantenernos a la expectativa. Pero yo no me preocuparía mucho por ello, Shea.
– Siempre podré elegir otro edificio. Ese parecía demasiado bueno como para ser verdad. Pero no me gustaría tener una tienda de maquinaria pesada justo al lado.
– En eso no hay problema. Finlay me ha dicho que definitivamente no quiere ninguna empresa de ese tipo. Cree que está demasiado cerca de la ciudad. Ese tipo está muy concienciado con el medio ambiente, parece, aunque tenga una manera extraña de hacer negocios.
– Iré a hablar con él yo misma -dijo Shea.
David apretó los labios.
– No creo que sea necesario. Yo soy tu representante. Es para eso para lo que me pagas. Creo que será mejor esperar a que él dé el paso.
Shea seguía elucubrando sobre la aparente perversidad de Alex al volver a su casa después del trabajo. No quería esperar por nadie. Quería seguir con la expansión de su negocio y lo haría. Con o sin el edificio de Alex.
Shea se fijó en la bicicleta de Niall y subió los escalones esperando que saliera a recibirla. Pero no estaba en su habitación así que se acercó hasta la cocina.
– ¡Hola, Norah! -saludó a su suegra, que estaba atareada en preparar la cena.
Norah la recibió con una sonrisa débil mientras Shea se sentaba frente a ella.
– ¿No te sientes bien? -le preguntó Shea preocupada.
– Oh, sí, cariño. Es sólo mi vesícula, como siempre. Eso es lo que pasa por haber tomado bizcocho relleno de crema con Sue esta mañana.
– Déjame ayudarte con esto -Shea se dispuso a cortar las verduras-. ¿Has llamado al doctor?
– No es tan grave, cariño. Ya he tomado la medicina y casi estoy normal. No te preocupes. Ya hubiera llamado al doctor Robbins si hubiera creído que era necesario.
– De acuerdo. Pero hazlo. Y no más bizcocho de crema por una temporada.
– No tomaré más bizcocho de crema y punto. No hay peor cosa que el daño que uno se causa a sí mismo.
– ¿Dónde está Niall, por cierto? ¿En casa de Pete? He visto su bicicleta contra la puerta del garaje y creí que estaría aquí.
– Ah, a Pete se le ha estropeado la bicicleta y se han ido a dar un paseo.
Shea echó un vistazo a su reloj.
– Se está haciendo tarde. ¿Te dijeron a dónde irían?
– Les dije que estuvieran de vuelta antes de la seis -Norah estaba ocupada metiendo el pollo en el horno-. Se fueron hacia la playa a ver a Alex. ¿Te acuerdas? Le dijo anoche que podían echar un vistazo a la casa grande blanca.
Shea dejó de cortar las zanahorias.
– ¿Que ha ido a ver a Alex?
– Alex se lo pidió -empezó Norah.
– Pero Niall no tenía por qué ir hoy. Alex acaba de llegar y, bueno… -Shea tragó saliva mientras su suegra se enderezaba-. Yo iba a… quiero decir que pensaba llevarlo yo misma uno de estos días.
– Estará bien con Alex, cariño -dijo Norah con suavidad.
Shea se levantó y se paseó por la cocina.
– Mira, Norah, preferiría que Niall no intimara mucho con Alex.
Norah se secó las manos en el mandil y miró fijamente a Shea.
– No creo que sea una buena idea -continuó apresurada Shea-. Alex acaba de llegar a casa y no lo hemos visto en años. ¿Cómo sabemos cómo es ahora?
– Alex fue siempre muy responsable.
– No es exactamente eso lo que me preocupa. No quiero que Niall se acerque demasiado a él. Alex podría irse con la misma rapidez con la que ha aparecido. ¿Y cómo se lo tomaría Niall?
– Niall no es un bebé, cariño. Si pasara eso, lo entendería. Creo que estás exagerando. Por el momento, Alex es una novedad. Las cosas se asentarán a su debido tiempo.
Shea se dio la vuelta. ¿A su debido tiempo? ¿Y si ella le contara a Norah…?
– Ya sabes lo mucho que Niall echa de menos a Jamie, Norah, y como tiene un ligero parecido, podría… ya sabes…
– Tomar a Alex como figura paterna -terminó Norah en voz muy baja.
Shea volvió a sentarse.
– No puedo aceptar a Alex como parte de una farsa de familia feliz. Me enfadé mucho cuando se fue y me llevó mucho tiempo superar aquella rabia. No quiero que vuelva a pasar.
– Eso lo entiendo, cariño, pero, créeme, la vida es demasiado corta como para mantenerse aferrado a la infelicidad. Te puede devorar -Norah suspiró-. ¿No puedes simplemente dejarlo todo en el pasado y quizá volver a conocer a Alex otra vez? Fuisteis muy buenos amigos en otro tiempo. Creo que a él le gustaría que lo fuerais de nuevo.
– ¿Amigos? -casi soltó una carcajada-. Exactamente eso mismo me dijo Alex. Pero simplemente yo no puedo -sacudió la cabeza-. Quiero decir, ¿qué podía esperar Alex? Que le diera la bienvenida a casa con los brazos abiertos? Tú no entiendes cómo…
Se detuvo y se mordió el labio.
Había estado a punto de confiarle el secreto que sólo le había desvelado a Jamie… Pero como madre de Jamie, Norah era la última persona a la que podía contárselo. Quería a su suegra como hubiera querido a su propia madre y desahogarse con Norah, contarle que su adorado nieto no era su nieto, le rompería el corazón. Y ella no podía hacer eso. No después de todo lo que Norah había hecho por ella, por todos ellos.
– Amaste mucho a Alex, ¿verdad?
Shea se pasó una mano por los ojos con cansancio.
– Sí, pero ya no.
– Nunca has hablado de aquella época. De Alex.
Shea casi sintió un impulso incontrolable de confesar, de que la sórdida cadena de hechos viera la luz del día. Pero no lo hizo.
En vez de eso, se puso de nuevo de pie.
– Como tú misma has dicho, Norah, eso pasó hace mucho tiempo. Dejémoslo en que siento que Alex y yo nos hemos alejado demasiado durante los pasados once años. Hay una brecha imposible de superar incluso aunque los dos quisiéramos -miró otra vez al reloj-. Son las seis menos diez, Creo que sacaré el coche e iré a buscar a los chicos. Probablemente estarán de camino ya.