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Sin embargo, ya no tenía remedio y al meter el coche en el sendero, Niall saltó por encima de la verja baja que separaba su casa de la de los Gavin.

– ¡Mamá! ¿Cómo está la abuela? -gritó antes de que Shea hubiera salido del coche.

Shea esbozó una sonrisa y le dio un fuerte abrazo.

– Está bien.

Sue Gavin estaba de pie al lado de la verja con uno de sus gemelos de diez meses contra la cadera.

– ¿Ya la han operado?

– Está todavía en la Unidad de Cuidados Intensivos, pero la enfermera ha dicho que ha salido muy bien.

– Eso es estupendo.

Sue sonrió y Shea le dio las gracias por haber cuidado a Niall.

– No es ningún problema -dijo mientras el otro gemelo empezaba a llorar en el interior de la casa.

Sue agitó la mano y se fue adentro.

– ¿Podemos ir a ver a la abuela? -preguntó Niall con ansiedad.

– Por supuesto, pero después de la cena. Para entonces, ya estará despierta.

Alex cerró la puerta en ese instante y, con la preocupación por su abuela, Niall ni se había fijado que estaba allí.

– ¡Ah, Alex! ¡Hola! -dio la vuelta al coche para detenerse y mirar a Alex con una sonrisa que pronto se desvaneció-. ¿Sabías que la abuela estaba en el hospital?

– Sí, lo sabía.

– Pero mamá dice que está bien -se dio la vuelta hacia su madre-. Está bien, ¿verdad, mamá? Quiero decir, que la abuela no va a… no se va a morir como papá, ¿verdad?

Shea sintió una punzada dolorosa al mirar la cara pálida de su hijo, pero fue Alex el que salió en su rescate.

Extendió la mano y la apoyó en el hombro de Niall.

– Como ya sabrás, tu abuela tenía problemas con la vesícula, pero hoy en día, los médicos tienen técnicas para operar de forma mucho menos traumática y en pocos días estará fuera del hospital. Después, tendrá que descansar una temporada.

– ¡Qué bien! Estaba… bueno, un poco preocupado. Ya sabes. Después de lo de papá…

– Es comprensible.

– ¿Has estado en el hospital con mamá? -cuando Alex asintió, Niall agitó un poco la cabeza-. Me alegro de que estuvieras allí, Alex. Con mamá. Quiero decir que es mejor que no estuviera sola mientras operaban a la abuela.

– Me alegro de que se haya pasado -intervino con rapidez Shea-. Y con suerte, mejorará la salud de la abuela.

Niall soltó una suave carcajada.

– ¿Crees que ahora podrá comer esos bizcochos de crema que le gustan tanto?

El niño tomó a su madre de la mano y, con ingenuidad, deslizó la otra en la de Alex mientras alzaba la vista hacia él.

– A la abuela le encantaban los bizcochos de crema antes de que empezaran a sentarle mal.

– Sí, creo recordar que eran sus favoritos.

– ¿Te quedarás a cenar, Alex? -preguntó con formalidad.

Alex soltó una carcajada.

– Claro. Después, podremos ir al hospital todos juntos a ver a la abuela.

Shea abrió puerta con impaciencia. Alex creía que tenía todo arreglado. Ayudado por la inocencia de Niall.

– Se me acaba de ocurrir algo -dijo Alex con burlona seriedad-. ¿Crees que debo arriesgarme a quedarme a cenar, Niall? Quiero decir, ¿qué tal cocina tu madre? Tengo la sensación de que no lo hacía muy bien en los viejos tiempos.

Niall soltó una carcajada y agitó la mano.

– No está mal. Pero la abuela es mejor -añadió con una mirada de broma hacia su madre.

– Tened cuidado, vosotros dos. Acordaos del refrán: más vale pájaro en mano que ciento volando.

– Creo que será mejor que nos callemos, Alex.

Niall se puso la mano en la boca, abrió mucho los ojos con inocencia y soltó una carcajada.

– ¿Tienes muchos deberes? -le pregunta Shea.

– Pete y yo ya los hemos hecho juntos. Los terminé mientras esperaba a que vinieras del hospital.

Shea comprendió con culpabilidad que estaba siendo injusta con Niall descargando con su hijo la impaciencia que sentía consigo misma.

– Entonces quizá deberías darte una ducha mientras yo preparo la cena -dijo con más suavidad.

– ¿Una ducha? ¡Oh, mamá! -protestó Niall antes de olerse la camisa y soltar un gemido-. Supongo que después del partido de fútbol será mejor que me lave -arrugó la nariz-. Si no, puede que no me dejen entrar a ver a la abuela, ¿verdad? No tardaré nada.

Salió corriendo por el pasillo dejando a Alex y a Shea juntos en la cocina.

– Veré lo que hay para cenar -dijo con prisa antes de abrir la nevera.

En la segunda estantería había pastel de carne que Norah debía haber preparado antes de ponerse enferma. Lo sacó e intentó poner voz animada.

– Niall y tú os alegrareis con este pastel -dijo mientras lo metía en el horno-. Así, no tendrás ocasión de probar mi comida.

Alex no hizo ningún comentario y cuando Shea se dio la vuelta, se acercó más a ella mirándola con intensidad.

– Déjame cuidar de ti y de Niall -dijo con suavidad-. Cásate conmigo, Shea.

Capítulo 11

– ¿CASARME contigo? -Shea dio un paso atrás de manera instintiva.

– ¿Por qué no?

Alex la siguió, estaba mucho más cerca ahora, y se estiró, sus dedos deslizándose con suavidad por la piel desnuda de su brazo.

– Sería la solución perfecta.

Aquel comentario tan práctico le produjo frío en el corazón. Se recompuso y se apartó de él, alcanzando el brócoli para lavarlo bajo el grifo.

– ¿Perfecto para quién? -preguntó con desdén-. ¿Para ti? ¿Para qué habré preguntado eso? -esbozó una fría sonrisa-. Por supuesto que será perfecto para ti.

– Quiero decir que podría formar parte de la vida de Niall. Y de la tuya -añadió en voz muy baja.

Su tono grave evocó la traidora sensación familiar en sus sentidos.

– Creo que ya te he asegurado que estoy bastante feliz con mi vida tal y como está, Alex -mientras pronunciaba las palabras, una voz interior gritaba de incredulidad-. Y no siento ninguna necesidad de cambiarla.

– ¿Ni siquiera por el bien de Niall?

– Oh, no, Alex. No intentes hacerme chantaje emocional.

– No he tenido nunca ni tengo intención de hacerte eso.

– ¿Da la impresión Niall de haber sufrido mucho por no haberte tenido en su vida?

– No -Alex se pasó una mano con cansancio por la mandíbula-. Ya sabes que no puedo decir eso. Niall es un chico estupendo -se detuvo-. ¿Pero puedes asegurar con sinceridad que la vida de mi hijo no mejoraría de ahora en adelante si me incluyera a mí?

Sus ojos se mantuvieron clavados, los de Alex retadores Shea estaba intentando con valentía hacer acopio de sus defensas cuando Niall entró en la cocina.

– Acabado -dijo animado.

Shea se afanó con las verduras.

– ¡Qué rapidez!

– Ya lo sé. Y no me he lavado por encima. Puedes mirarme las orejas. Me he dado prisa porque quería hablar contigo, Alex.

Alex sugirió que Niall y él pusieran la mesa y los dos se movieron por la cocina charlando con naturalidad.

– Mi entrenador dice que jugó en la liga de rugby contigo antes de ver la luz -dijo Niall con una carcajada ante la expresión de Alex-. Quiere decir antes de empezar a jugar al fútbol. Ya sabes, el auténtico juego de pie -bromeó.

Al final, la comida estuvo en la mesa y se sentaron los tres. Niall no notó que su madre apenas hablaba con Alex.

– Mañana por la mañana juego al fútbol -dijo Niall con los ojos fijos en su plato-. Si no tienes nada que hacer, Alex, quizá podrías venir a ver el partido.

– Alex probablemente estará ocupado -empezó Shea queriendo proteger a su hijo de la negativa.

– Oh -suspiró Niall-. Está bien. Sólo había pensado que… bueno, como tú dijiste que tenías que trabajar el sábado porque Debbie no podía ir a la tienda, pensé que Alex podría venir por ti.

Se dio la vuelta esperanzado hacia Alex.

La mirada de Alex se clavó en la de Shea y después sonrió a su hijo.