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Shea se secó una lágrima de la mejilla.

– Se parece mucho a ti. Cuando me sonríe, te veo a ti.

Alex le acarició la mejilla con un dedo, le quitó una lágrima y se la llevó a los labios.

– No voy a cometer el mismo error contigo dos veces. Pienso llevarte al altar antes de que cambies de idea.

Shea se rió con suavidad.

– ¿Eso es lo que tú llamas una proposición?

– Propongo intentar ser tan buen padre para Niall como lo fue Jamie. Y propongo amarte para el resto de mi vida. ¿Un poco mejor?

– Un poco.

Ella deslizó los dedos por su pecho, hacia su vientre, trajinó un poco con el ojal abierto de sus pantalones cortos y él emitió un sonido ronco desde lo más profundo de la garganta.

Entonces Alex se movió, la tendió sobre los cojines y se arrodilló a su lado.

– ¿Te casarás conmigo, Shea?

– Sí -contestó ella con seriedad mientras él bajaba la cabeza y la besaba de la forma en que sólo él sabía hacerlo.

Los dedos de ella volvieron sobre sus pasos y el sonido de la cremallera se elevó de repente por encima del de las olas y del suave susurro de las palmeras sobre sus cabezas.

Los labios de Alex dejaron los de ella, bajaron por su barbilla y se posaron de forma seductora sobre su escote, la lengua saboreando su piel. Sus manos se deslizaron por debajo de su camiseta, se la alzaron por la cabeza y le desabrochó el sujetador. Con un suave gemido, sus labios continuaron su viaje hasta que ella se retorció bajo el cuerpo de él.

Alex se levantó con rapidez y se quitó los pantalones cortos. La mortecina luz recortó su dura silueta y el cuerpo de Shea ardió de deseo.

El mundo volvió en silencio a ocupar su sitio.

– Alex -susurró ella con voz ronca-, hazme el amor.

Entonces su fuerte cuerpo bronceado descendió sobre el de ella ensombreciendo la luz de luna que había estado danzando entre las hojas agitadas por encima de ellos, la ligera brisa salada jugando sobre sus cuerpos desnudos…

Lynsey Stevens

***