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—Ah, es verdad… —asintió Laura.

Durante más de una hora Noelia fue testigo mudo de cómo la mujer de Carlos la observaba con curiosidad, hasta que de pronto tras una risotada general por lo que el abuelo Goyo había dicho, saltó delante de todos.

—Ya sé a quién me recuerdas.

—¿A quién? —preguntó Eva que estaba sentada a su lado.

—A Estela Ponce.

—¿Y quién es esa moza? —preguntó con curiosidad el abuelo Goyo.

—Una actriz de Hollywood —asintió Laura.

Divertido el abuelo Goyo dijo haciéndoles reír:

—De Joligud na menos.

—¡Estela Ponce! —repitió Rocío levantándose—. Es verdad ¡qué fuerte! Si te quitas las gafas te pareces un huevo.

—Es cierto —asintió Eva escrutándola con la mirada— Sí, ya decía yo que tu cara me sonaba de algo.

Noelia se encogió en el sillón, Juan se puso en pie, nervioso, y Laura prosiguió emocionada:

—Madre mía, si fueras rubia y tuvieras los ojos claros, serías clavadita a ella— ¿No te lo habían dicho nunca?

Sintiéndose medio descubierta, la joven, sacó a relucir sus dotes artísticas.

—Vale… lo confieso. Alguna vez me lo han dicho pero…

—¡¿Estela Ponce?! —preguntó Carlos abriéndose paso entre ellos con su hijo en brazos.

—Sí… mírala bien, churri ¿no te la recuerda? —dijo su mujer.

Carlos clavó sus ojos en aquella muchacha morena. Después miro a su desconcertado amigo, que miraba hacia otro lado. No podía ser ¿como iba e estar ella allí? Además, la actriz de Hollywood era rubia y de ojos claros y aquella era morena de ojos oscuros.

—Mírala bien, churri— insistió Laura a su, de pronto, acalorado marido—. ¿No crees que se parece a ella? Mira su nariz, su mandíbula, es casi tan perfecta como la de la Ponce.

Manuel captó el gesto de su hijo, e interponiéndose entre ellos, preguntó atrayendo la atención:

—¿Queréis tarta? La hizo Irene y ya sabéis que es una magnifica repostera.

Laura aceptó sin dudar y se alejó de Noelia. Carlos, en cambio, se aproximó a su amigo.

Nenaza ¿en qué lío te estás metiendo? —le susurró al oído.

Juan no tuvo ni que responder. Una mirada bastó. Carlos resopló y volvió a mirar a la joven con detenimiento.

—Irene… dame tarta y que sea doble ración. La necesito —dijo.

27

El resto de la noche Noelia les demostró a Juan y a todos que, además de ser una muchacha guapa, era cariñosa y sabía escuchar. Estuvo pendiente de todos y todos fueron encantadores con ella. Almudena, la embarazadísima hermana de Juan, comentó que al día siguiente tenía que ir a Guadalajara a comprar cosas para el bebé, y Noelia, rápidamente, le preguntó si podía acompañarla. Encantada por aquel ofrecimiento Almudena asintió y quedaron para el día siguiente.

Según pasaba la noche Noelia se dio cuenta que aquella familia nada tenía que ver con la descripción que Juan le había dado en el coche, y cuando se lo susurró a él, este no pudo por menos que sonreír.

—¿Por qué me mentiste sobre tu familia? Son geniales y totalmente diferentes a lo que me describiste —dijo mirando a Lolo, el marido de Irene, que no había abierto la boca.

—Lo sé —rio él—, Pero quería que lo descubrieras por ti misma.

Cuando Noelia vio que Almudena se levantaba y empezaba a llevar platos a la cocina, la imitó. Quería ayudar.

Almudena al verla entrar en la cocina con varios vasos rápidamente dijo:

—¿Podrías meterlos en el lavavajillas? Así nos ahorramos trabajo.

—Ahora mismo.

Al ver la buena disposición de la amiga de su hermano esta sonrió.

—Por cierto ¿qué quieres comprar mañana en Guadalajara? le preguntó curiosa.

—Necesito encontrar una tienda de música —rio al decirlo—. Tu hermano necesita conocer algo más que el ruidoso heavy metal.

Tras soltar una carcajada Almudena añadió:

—Hombre… me alegra oírte decir eso, porque hija, cada vez que voy a su casa o monto en su coche, me vuelve loca con esa música. ¡Qué horror! Para su cumpleaños le regalé el último CD de Sergio Dalma ¿le conoces?

—No. ¿Es música heavy también? —preguntó con sinceridad.

—No, por Dios —rio Almudena—. Es un cantante español que me encanta y que a él le gustaba hace años, ¿no le conoces? Sacó a la venta un nuevo CD que es un recopilatorio de música italiana y es estupendo. Se lo regalé para poder escuchar algo decente cuando voy a su casa. Dile que te lo ponga, verás que bien suena.

—Ajá. Tomo nota. Se lo diré.

Durante un buen rato charlaron y cacharrearon en la cocina, hasta que de pronto Noelia la escuchó resoplar.

—¿Qué ocurre? —preguntó alarmada.

Almudena apoyada en la mesa, con una mano sobre su tripa, murmuró tras beber un vaso de agua:

—Tranquila. Es solo una patadita del búho.

—¡¿Búho?!

Al escucharla Almudena sonrió y aclaró.

—Así lo llamo de momento. Hoy mi búho está guerrero.

—¿De cuánto estás?

—De ocho meses y seis días. Salgo de cuentas el 6 de enero. —Y sonriendo murmuró—: Él o ella será mi regalo de reyes.

—Maravilloso regalo, ¿no crees?

Almudena acarició su abultado vientre con dulzura.

—Sí aunque ¿tú has visto como estoy? Soy un verdadero hipopótamo.

Ambas sonrieron. Realmente Almudena estaba tremenda.

—He engordado quince kilos con el embarazo y temo no volver a ser quien fui tras esta experiencia.

—Tranquila, ya verás cómo sí. Mi amiga Jenny tuvo gemelos y eso mismo pensaba ella. Sin embargo ahora esta aún más guapa que antes de tenerlos.

—Eso espero. O no me mirará ni un solo hombre nunca más.

—¿Estás llevando tu sola el embarazo?

—Sí. A veces es mejor estar sola que mal acompañada.

Ambas sonrieron y Noelia, enternecida, se aproximó a ella.

—Creo que eres muy valiente, y estoy segura de que tu búho sabrá recompensártelo con su cariño.

—Eso espero —murmuró Almudena encogiéndose de hombros—. Yo solo quiero que aunque tengamos poquito, sea verdadero. Prefiero eso a tener mucho y falso. Y eso es lo que hubiéramos tenido mi búho y yo si hubiera continuado con su padre.

Aquel comentario hizo que a Noelia se le pusiera la carne de gallina. Eso era lo que ella siempre había pensado. Prefería la humildad y el cariño de su abuela, a la pomposidad y falsedad de vida que su padre quería para ella.

—Por cierto, no sabes el sexo del búho ¿verdad?

—No. No quiero saberlo. Quiero que sea sorpresa. Lo que realmente me importa saber es que está bien y que todo sigue su curso. El sexo para mí es lo de menos.

—Uiss… pues yo no podría vivir con esa incógnita. Si alguna vez me quedara embarazada necesitaría saber si es niño o niña inmediatamente.

La puerta de la cocina se abrió y entró Irene con más platos sucios.

—¿Os podéis creer que hoy he estrenado esta faldita tan mona y mi marido ni se ha dado cuenta? ¡¡¡Hombres!!!

Noelia y Almudena observaron la faldita mona. Aquello que llamaba mona, era la cosa más horrible que habían visto en su vida. De tablas y azulona.

—A ver, Irene, no te enfades —dijo Almudena sentándose en una silla—. Pero es normal que no te diga nada. Es horrible. Vamos, ni una monja se la pondría.

Irene, sorprendida, miró a su hermana y gruñó.

—¿Cómo puedes decir eso? La compré el otro día en modas Encarni y me dijo que era de la última colección.

Noelia prefirió no decir nada. Si aquella horrible falda era de ultima colección, no quería ni pensar qué sería de colee.