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—A ver Goyo… los niños necesitan mucha atención y yo apenas tengo tiempo. Además, para tener un bebé primero hay que encontrar un padre y…

—¿Y mi Juanito qué te parece? ¿Te gusta lo buen mozo que es? Creo que os saldrían unos chiquillos muy morenitos Y guapos.

Noelia sonrió, dio una calada a su cigarrillo y respondió:

—Juan me parece una estupenda persona, pero entre él y yo nunca habrá nada más que una buena amistad. Nuestros mundos son demasiados diferentes como para que entre nosotros exista algo. Se lo aseguro, abuelo Goyo.

Al escuchar aquello el anciano dio un bastonazo en el suelo que hizo que Noelia se asustara.

—Mi Luisa y yo tampoco teníamos nada que ver. Ella era la hija de un ganadero y yo simplemente el que cuidaba las vacas. Pero cuando nos miramos y sentimos que las mariposillas revoloteaban en nuestro interior supimos que estábamos hechos el uno para el otro. ¿No sientes maripositas cuando miras a Juanito?

En ese momento se abrió la puerta del patio y apareció Juan. Rápidamente Goyo apagó el cigarro contra el suelo y puso la colilla en la mano a Noelia.

—Cierra el puño gorrioncillo y cúbreme.

Dicho y hecho. Ella cerró el puño y suspiro al percibir que, por lo menos lo había apagado. Juan, que se había percatado de todo, acercándose hacia ellos preguntó:

—… ¿Qué hacéis?

El hombre calándose la boina con estilo respondió mientras apoyaba sus dos manos en el bastón:

—Naaaa hermoso. Aquí de charleta con el gorrioncillo. —dijo guiñándole un ojo a Noelia.

—¿Estabas fumando abuelo? Ya sabes lo que dijo el doctor, nada de fumar.

Levantándose con una agilidad increíble, Goyo se aproximó a su nieto.

—Maldita sea Juanito, pues claro que no fumaba. ¡Copón bendito! Solo olía el humo del cigarro de ella. ¿También está mal que haga eso? ¿Acaso ya no puedo ni oler el humo del tabaco?

Boquiabierta por aquello Noelia se levantó del balancín dispuesta a regañar al anciano por haberla embaucado en aquella mentira, cuando este mirándola con ojos melosones y suplicantes preguntó:

—¿Verdad gorrioncillo que yo no fumaba?

Aquellos ojos grisáceos y la dulzura que reflejaban la derritieron, e incapaz de delatarle se rindió. Volvió su mirada hacia Juan que la observaba fijamente con gesto divertido y respondió:

—No Juan, tu abuelo solo olía el humo de mi cigarro.

Sin dejarle decir nada más, este fue a quitarle el cigarro a ella pero ésta, retirándose, replicó alto y claro:

—Él no fuma, pero yo sí. Y no se te ocurra quitármelo, ni apagármelo o te las verás conmigo ¿entendido?

Goyo al ver como su nieto se detenía ante lo que aquella decía, movió la cabeza y antes de desaparecer por la puerta de la cocina murmuró:

—Mal vamos Juanito si ya dejas que la moza te hable así, hermoso.

Ya a solas se echaron a reír. La escena había sido de lo más cómica. Juan cogió un bote que había en un lateral del jardín y se lo tendió.

—Anda, abre la mano y tira la colilla del cigarro del abuelo. He visto como te la ha dado para que la escondieras.

Abriendo el puño dejó caer el cigarro aplastado y ambos volvieron a reír.

28

Juan y Noelia permanecieron en el patio de la casa durante un buen rato. Hacía frío, pero ambos necesitaban estar solos sin que nadie los mirara continuamente.

—Tu abuelo es todo un personaje.

Juan sonrió y asintió.

—Sí. Reconozco que así es. Su fortaleza y la positividad con la que mira la vida es lo que más nos ayudó cuando murió mi madre. Si no hubiera sido por él…

—¿Te puedo preguntar de qué murió tu madre?

—Cáncer.

Sentir la tristeza de su respuesta, hizo que ella levantara su mano y la posara sobre la de él.

—Lo siento, Juan.

Él asintió y suspiró. La quietud del lugar y el sentirse solos hizo que él acercara su boca a la de ella para besarla. Durante unos instantes ambos disfrutaron de aquel acercamiento hasta que un golpe en la espalda de él los devolvió a la realidad.

—Ostras, Tito, lo siento —se disculpó Javi al ver a quien había dado un balonazo.

Convencido de que lo sentía por la mirada del crío, Juan, sonrió y respondió con paciencia:

—Javi… Javi… ¿Cuántas veces te hemos dicho que no juegues con la pelota dentro de casa?

—Esto es el patio, no un sitio para besarse —se defendió el crío—. Aquí el yayo Manuel me deja jugar. ¿Te deja el yayo a ti besuquear a las chicas?

La puerta del patio volvió a abrirse y Carlos apareció con una cerveza en la mano. Al ver como su amigo miraba a su sobrino le dijo al crío para relajar el ambiente:

—Monstruito, tu madre quiere que entres.

El niño vio una buena oportunidad para escapar. Sabía por la mirada de su tito que lo que había dicho no estaba bien, pero ya no había marcha atrás, Una vez quedaron los tres adultos solos en el patio, Carlos dio un buen trago a su cerveza y acercándose a aquellos dos susurró:

—A ver tortolitos ¿me puede alguno contar que está pasando?

Al ver que ninguno respondía, acercándose más a ellos murmuró mirando a la joven:

—Sé quién eres y…

—Y te vas a callar —sentenció Juan.

—Joder macho, que ella es…

—Cierra el pico ya —cortó aquel con determinación. Solo faltaba que alguno de los que estaban en el interior de la casa le escuchara.

Carlos sonrió.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó preocupado.

Incapaz de continuar un segundo más callada, Noelia se interpuso entre ellos.

—Él no está haciendo nada, en todo caso soy yo. Le reconocí hace unos días en el hotel Ritz y solo vine para confirmar que era él y…

—¿Le reconociste? —preguntó sorprendido Carlos.

¿Cómo se podía reconocer a alguien vestido como iban en el operativo del hotel Ritz?

—Sí… intuí que era él por algo que dijo. Y oye, ahora que le tengo más cerca, a ti también reconozco. Tú estuviste en Las Vegas ¿verdad? —Al ver que aquel dejaba de respirar ella sonrió y dijo—. Oh, sí… pero si tú te acost…

—No sigas por favor —cortó en esta ocasión Carlos, quien tras comprobar que no había nadie más a su alrededor, susurró—. Mi churri no sabe nada de lo que pasó allí. Si se entera…

—¡Vaya! asintió Noelia—. Todos tenemos secretos ¿verdad Carlos?

Aquel asintió comprensivo.

—¿Que le parece si yo guardo tu secreto y tu el mio?.

Incrédulo por aquel chantaje miró a su amigo y este, en tono de guasa, murmuró:

—Creo que es un buen trato. Eso sí… eliges tú.

Divertido, Carlos dio un trago de su cerveza.

—Esta chica además de guapa ¡es lista!

—Gracias.

—Yuna buena negociadora —sonrió Juan.

Aprovechando el momento Carlos se sentó junto a ellos y susurró emocionado:

—E.P. ¡Aquí! —dijo mirándola alucinado— ¿Puedo tocarte para saber que eres real?

—Depende de lo que quieras tocar —se mofó ella, pero al ver cómo la miraba extendió su brazo y dijo— Toca… toca.

Sin perder un segundo Carlos le tocó el brazo como el que toca una reliquia y mirándola susurró bajito para no ser escuchado:

—¡La leche! Estoy tocando a Estela Ponce.

—Y como verás soy de carne y hueso, igual que tú. Y por favor, llámame Noelia.

Juan, cada vez más sorprendido por su naturalidad, estaba disfrutando de lo lindo con el interrogatorio de su amigo.

—¿Pero tú no tenias los ojos azules y eras rubia?

—Lentillas y peluca —indicó Juan divertido.

—Joder… si mi churri se entera que eres tú ¡le da algo! —gesticuló Carlos—. Eres su actriz favorita. Le encantan todas tus películas.