—Vaya que casualidad. El mismo señor gordo pensó que habías sido bueno y dejó esto para ti.
Ambos sonrieron y se sentaron con sus respectivos regalos sobre la cama.
—Las señoritas primero —insistió Juan con galantería.
Divertida, y emocionada porque él hubiera tenido tiempo de comprarle algo a pesar de los horarios de su trabajo comenzó a abrirlo. Lo primero que vio fue un perfume de Loewe, una cajita de la misma marca y un CD de música.
—Sergio Dalma —susurró encantada.
—Sí. He visto que lo escuchas muy a menudo, y como veo que te gusta más que AC/DC o Metálica te lo compré para que lo escuches en tu casa —al ver que ella sonreía el prosiguió—. En cuanto a los otros regalos, recuerdo que el día que fuimos de compras dijiste que una de tus tiendas preferidas era Loewe, ¿verdad?
Feliz asintió y al abrir la pequeña cajita se quedó sin habla hasta que él dijo.
—Vale… no es un súper regalo de esos a los que estás acostumbrada, pero es algo que yo me puedo permitir.
—No digas tonterías Juan por favor.
Al ver su ceño fruncido la besó y susurró.
—Me he vuelto loco pensando qué regalarte. Al principio pensé un Porsche rojo, pero luego imagine que una estrellita como tú ya tendrías alguno.
—Dos. Rojo y azul antracita —asintió sorprendiéndole.
—¿Lo ves? —sonrió encantado—. Sabía que lo tendrías. Por ello al final pensé que un llavero de Loewe con las llaves de mi casa podría gustarte —y mirándola a los ojos murmuró—: Espero que mi casa y mi compañía te gusten tanto como tu marca preferida.
Emocionada asintió sin poder hablar. No esperaba un regalo así. En especial porque aquello le sonó a declaración de amor. Juan al ver su mirada turbada prosiguió. Necesitaba hablar con ella y aquel era un momento ideal.
—A ver… Noelia. Quizá no venga a cuento lo que te voy a decir, y sea una metedura de pata tremenda…
Con el corazón a mil ella murmuró:
—Qué… qué pasa.
Durante unos segundos se miraron a los ojos y finalmente Juan a escasos centímetros de su boca susurró:
—Soy consciente de que eres un gran, grandísimo problema para mí…
—No lo pretendo —cortó ella torciendo el gesto.
—Me guste o no, cielo —prosiguió él—, lo eres y más cuando no puedo dejar de pensar en ti. —Al escuchar aquello el corazón a Noelia se le revolucionó—. Sé que tenemos unas normas que ninguno va a incumplir, al igual que sé que tu vida no está aquí conmigo, ni yo soy hombre para ti. Pero quiero que cuando regreses a tu hogar, te lleves este llavero de tu marca favorita con estas llaves y sepas que aquí, en España, en Sigüenza, tienes tu casa para cuando quieras. ¿De acuerdo?
Acalorada, emocionada y sorprendida por sus palabras, y en especial, por lo que había sentido al escucharlo, le besó.
—Muchas gracias —murmuró en un hilo de voz.
Al ver que él la miraba cómo esperando algo, sonrió y dijo:
—Juan, te prometí cumplir tus normas, pero tengo que decir que me gustas mucho, demasiado y creo que…
De pronto él se agobió. ¿Qué iba a decir? y le tapó la boca con las manos, al tiempo que le decía:
—Tú también me gustas mucho, cielo. Eres maravillosa, divertida, preciosa y estoy encantado de que estés aquí conmigo, pero seamos realistas y no digamos cosas que dentro de unos días puedan hacernos daño. ¿Vale, canija?
—Pero…
—No Noelia, no sigas con ello.
—Pero yo intento vivir el presente y…
—Lo estamos haciendo y lo estamos pasando bien —cortó Juan—. Ahora lo que no tienes que olvidar es nuestro trato y que esto es el mundo real y no una de tus románticas películas. ¿De acuerdo, cielo?
Decepcionada por no poder manifestar libremente lo que sentía por él, asintió e intentando guardar su desilusión, sonrió como buena actriz y dijo:
—Tienes razón. Venga, ahora abre tu regalo.
Con una radiante sonrisa, tras la que escondía su malestar por lo que acababa de decir, Juan rasgó el papel de regalo cuando ella murmuró:
—Te compré este marco de fotos porque pensé que si tenías la foto de nuestra primera boda a la vista, encima de algún mueble, te acordarías de mí y querrías verme otra vez a pesar de que soy un gran, grandísimo problema para ti.
Desconcertado, Juan clavó sus oscuros ojos en ella.
—¿Qué estamos haciendo Noelia?
Consciente de que aquella pregunta revelaba, en cierto modo, lo que él sentía por ella le quitó el marco de fotos de las manos y dejándolo a un lado de la cama, se abalanzó sobre y le besó.
—Conocemos. ¿Te parece poco?
Juan la abrazó y la besó. A partir de ese momento sobraron las palabras. Solo deseaban hacer apasionadamente el amor.
50
El veintisiete de diciembre Noelia y Tomi quedaron con las hermanas de Juan para ir de compras. En esta ocasión, Manuel, el orgulloso abuelo, volvió a hacer de niñero con Joel, Se quedó con su nieto e infinidad de biberones de leche. Divertidas y felices visitaron la tienda de la amiga de Almudena en Guadalajara. Una pequeña tienda de una joven diseñadora donde, sorprendido, Tomi tocó las telas, gustoso y encantado.
—Por el amor de my life ¡pero que ideal que es esto! —gritó al ver un fular a juego con una blusa azul.
—Pues todo lo que ves lo diseña y lo cose ella —rio Almudena cogiendo del brazo a su amiga.
—Alicia Domínguez. Te auguro una exitosa carrera —asintió Noelia mirando a su alrededor.
Aquella muchacha, en su pequeña tienda, tenía cosas preciosas y originales. Moda mucho más atractiva que muchas de las cosas que veía en las tiendas de Rodeo Drive.
—Gracias. Me encanta saber que te gustan —contestó emocionada.
Conocía por Almudena que aquellos dos guiris eran personal shoppers que viajaban por el mundo y si recomendaban alguno de sus modelos a alguno de sus dientes podría ser beneficioso para ella y su negocio.
—Oh Dios, soy lo más ¡Que lindo estoy! —gritó Tomi al mirarse en el espejo y verse con uno de aquellos fulares estampados—. Esta noche ligo fijo… fijo.
—¿Dónde vas esta noche? —preguntó Almudena divertida.
—Salgo de copichuelas con el divine de tu bother y algunos de sus musculosos compañeros. ¡oh my god¡Estoy emocionado. Estaré rodeado por verdaderos Xmen only para mi —Sorprendidas por aquello las tres hermanas se miraron y finalmente Eva murmuró:
—Como diría mi abuelo, ¡que Dios te pille confesado hermoso! Salir con esos machos alfa de copichuelas a veces no es lo más recomendable.
—Sí lo dices porque su ruda y varonil heterosexualidad me puede asustar… Oh no, queen no. Yo solito con mi suavidad y mi lengua viperina puedo con cualquiera de ellos. Es más, que tengan cuidado, no les asuste yo a ellos.
—Lo que daría yo por veros esta noche por un agujerito —rio Irene al escucharle. Ver a los rudos compañeros de su hermano con aquel podía ser todo un numerito.
—Por cierto Almu —dijo Alicia tras descolgar una blusa—. El otro día vi a Raúl y me preguntó por ti. ¿Recuerdas a Raúl?
Almudena sonrió, ¿cómo no recordarle? Hacía dos años que no le veía pero pensar en él aún le hacía sonreír, pero al ver la cara de su hermana mayor dijo:
—No me mires así. ¿Quieres?
—Uis nenas, ¿quién es ese Raúl? —preguntó Tomi.
—El chico con el que tenía que haberse casado hace años —cuchicheó Irene.