Con las pulsaciones a mil recogió todo. Lo metió dentro del bolso y se sentó de nuevo en su silla. Sacó su Blackberry y dio gracias al cielo al comprobar que había Wifi en el local. Sin perder un segando, entró en su correo y buscó el email que le había mandado su amiga Yolanda. Clicó en la foto que buscaba y miro de cerca un detalle. Dos minutos después, sus hermanas llegaban a la mesa, seguidas de Tomi y Noelia con el móvil en la mano. Eva, noqueada, fijó la vista en la mano de Tomi. El anillo era el mismo que se veía en la foto del hotel Ritz.
Uf… Dios mio. Esto es un bombazo informativo ¡que calor! pensó abanicándose con una servilleta. Lo que acababa de descubrir no la dejaba articular palabra.
Frente a ella estaba Estela Ponce. La diva entre las divas de Hollywood tomándose un café, con toda la tranquilidad del mundo parapetada tras una peluca y unas lentillas y ninguna de sus hermanas, ni ella misma, se habían dado cuenta. Pero ¿y su hermano? Le era difícil aceptar que su hermano no lo supiera. Seguro que se habían conocido en el operativo del hotel Ritz y por eso ella estaba allí. Pero algo no le cuadraba. Juan era un profesional y nunca se pondría a ligotear con nadie en medio de un operativo, y menos con una megaestrella de Hollywood como aquella. Tenia que hablar con él urgentemente.
Intentó comportarse con normalidad, pero le era imposible. Miró con curiosidad las manos Noelia y comprobó lo cuidadas y sedosas que parecían. Las uñas estaban perfectas y hasta las cutículas las tenía impecables. Después observó su reloj Piaget. Aquel que Tomi dijo que tenía diamantes engastados, lo que Noelia negó. Ese reloj debía de costar una millonada, no como el Gucci de imitación que ella se había comprado en el mercadillo de su pueblo. Acalorada posó su mirada en el bolso que minutos antes había recogido y al ver el símbolo de Loewe se convenció que aquello era tan verdadero como que ella se llamaba Eva María Morán. Así estuvo durante un buen rato hasta que Irene, sorprendida por lo callada que estaba, le preguntó:
—A ti que te pasa ¿has visto un fantasma?
Todos la miraron y con una tonta sonrisa se encogió de hombros.
—Sí te dijera que sí ¿pensarías que estoy como un cencerro?
El grupo volvió a reír y el camarero llegó con la cuenta. Noelia se empeñó en pagar pero esta vez fue Almudena la que no la dejó y pagó.
—Inmortalicemos el momento —sugirió Eva saliendo de su letargo con el móvil en la mano. Necesitaba pruebas. Necesitaba saber si aquella era quien imaginaba y se negaba a darle un tirón de la peluca. No, Noelia no se lo merecía.
Tras salir de allí entraron en una zapatería donde busca ron unas botas para Irene que no encontraron. AI salir Noelia cogió por el brazo a Eva y le preguntó:
—¿Crees que las botas de Loewe color chocolate que se ha probado Irene le gustaban y no se las compra por su precio?
—Sí. Estoy convencida. Pero ese dinero no se lo gasta mi hermana en ella ¡ni loca! Conociéndola se las comprará en el mercadillo —asintió esta y mirando a su hermana mayor dijo—: Irene haznos una foto.
Posaron sonrientes ante la cámara. Noelia se sentía feliz por haber encontrado el regalo de Reyes para Irene. De repente se escucharon los gritos de Tomi:
—Por el amor de Dior ladys. ¿Lo que ven mis bellos ojitos almendrados es una tienda de Adolfo Domínguez? —Todas asintieron—. I need entrar urgentemente en ella. ¡Vamos! Que esta noche quiero estar espectacular para los Xmen.
Todas sonrieron y entraron en la tienda. En el interior del local, Eva, más callada de lo normal, observaba mientras sus hermanas y Noelia, cuchicheaban con Tomi en referencia a un traje de seda azul. Con disimulo, escaneó a la actriz con la mirada y unió las piezas de su virtual rompecabezas. De pronto todo comenzaba a encajar y fue consciente que ella, Noelia, era la rubia de melena por los hombros que Irene había visto noches atrás besando apasionadamente a su hermano a través de la ventana. Veinte minutos después, cuando hubo consultado en su Blackberry cierta información sobre Estela Ponce y su primo Tomaso Anthony Nández Ponce se dirigió al grupo.
—Noelia, me gustan un montón tus gafas. ¿Dónde te las compraste?
—Son de la última colección de Valentino —murmuró Tómi—. Se las compré en Roma o ¿fue en Londres?
—Roma —respondió la propietaria.
—Bueno qué más da —rio el joven— ¿A que son lo más?
—Preciosas —asintió Eva—. Por cierto, me llama la atención lo mucho que viajáis.
—Nuestro trabajo lo requiere —sonrió Noelia sin prestarle mas atención.
Eva, anotando mentalmente todo lo que aquellos decían, miró directamente a la estrella de Hollywood.
—¿Me dejas que me pruebe las gafas? Me encantan.
La joven actriz, ensimismada en la charla con Irene, se las quitó y se las pasó. Eva observó detenidamente su rostro sin las gafas. No se notaba nada que aquel pelo no fuera suyo. Era increíble lo bien que hacían las pelucas. Aun así buscó bajo la maquillada ceja derecha la marca que Google le había desvelado que Estela tenía tras sufrir una caída de un caballo en el rodaje de una de sus películas.
Ahí está la puñetera marca, pensó al ver aquella pequeña cicatriz, pero con actitud coqueta buscó un espejo para mirarse y al instante comprobó que aquellas gafas no tenían graduación.
Vaya… vaya… por lo que veo, Estela te escondes muy bien pensó. Y, aprovechándose de que aquella no tenía las gafas puestas, le pasó su Blackberry a su hermana Almudena.
—Almu, haznos una foto —le dijo agarrando a Noelia del brazo.
Su hermana cogió el aparato que le tendía.
—Eva María, qué pesadita estás hoy con las fotos ¿no? Estás peor que cuando a Almudena le da por retratarnos —le reprochó Irene.
Sin darle mayor importancia la joven posó junto a Noelia, y cogiendo el móvil que su hermana le entregaba tras fotografiarlas murmuró entre dientes:
—Me gusta inmortalizar los momentos.
Finalmente se quitó las gafas y se las devolvió a su dueña que encantada reía por las ocurrencias de su primo. Noelia ajena a todo lo que aquella pensaba se las colocó, sin embargo, al sentir su insistente mirada tuvo que preguntar:
—¿Ocurre algo Eva?
—No… no. —E integrándose en el grupo dijo mirando a Tomi—: Por Dios chico, ese traje te queda divine. Ahora si que eres lo más.
—Estoy pa comerme, por delante y por detrás, ¿verdad? —se guaseó aquel mirándose en el espejo de la tienda.
El móvil de Noelia sonó de nuevo. Se lo sacó del bolsillo de sus vaqueros, sonrió al ver de quien se trataba y abrió la tapa. Desde hacía días estaba viviendo una luna de miel y pensaba disfrutarla a tope.
—Hola canija. ¿Dónde estás?
—De shopping en Guadalajara con tus hermanas.
—¿Todavía? —preguntó Juan sorprendido.
—Si crees que el otro día Tomi gastó dinero, espera a que lleguemos y veas todo lo que se ha regalado hoy.
Divertido por aquel comentario sonrió, estaba deseoso de verla.
—¿Tú no has comprado nada?
Mirando los bolsones que se amontonaban a sus pies asintió.
—Bueno… algo he comprado.
—¿Solo algo? —rio Juan.
—Lo confieso. He comprado mucho. Pero en la tienda de la amiga de Almudena tenían cosas tan maravillosas, que he estado a punto de comprar la tienda entera.
Feliz por escuchar su voz y por saber que ella estaba bien Juan sonrió. A pocos metros de él estaban sus compañeros preparados para un simulacro y le reclamaban. Antes de colgar indicó:
—Bueno tesoro, te dejo. Solo llamaba para saber si estabas bien. Luego te veo en casa ¿vale? Ah, y dile a Tomi que no me iré esta noche sin él.
Noelia sonrió y observando a su primo pavonearse ante el espejo con un bonito traje dijo: