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—Pues no hermoso… no lo veo.

—¿Seguro?

—Segurísimo —asintió el abuelo.

Tomi cruzó una mirada con Juan, que se encogió de hombros, y comprendiendo que era más que lógico que aquel anciano diera su opinión sobre su pelo, admitió:

—Sabe lo que le digo, que hay que ser elegante en la victoria y en la derrota y creo que esta vez, usted tiene razón. Mi pelo puede parecer de cualquier color menos pistacho triguero.

En el interior de la cocina, las mujeres se afanaban por quitar la cacharrería de en medio mientras charlaban.

—Ruth cariño, mete ese vasito en el lavavajillas —pidió Irene a su hija, y volviéndose hacia su otro hijo gritó—. Javi, como vuelvas a dar otro balonazo como el que acabas de dar a la nevera te juro que te corto las orejas.

Todas sonrieron. Irene era muy exagerada en palabras, pero luego no hacía nada de nada. Era demasiado buena y sus hijos sabían manejarla.

—De acuerdo mamita. Dejaré el balón.

—Ainsss ¡lo que cuesta querer ser un Iniesta! ¿Verdad? —dijo Noelia tocando la cabeza del crío.

—¡Ya te digo! —rio el niño.

Eva, sorprendida por aquel comentario, la miró, y preguntó con mofa:

—¿Pero tú sabes quién es Iniesta?

Rocío, que en ese momento entraba por la puerta, cruzó una mirada con Noelia y ambas sonrieron. Almudena llamó a su sobrina mayor para que la ayudara a coger unos platos para las uvas y, en compañía de Irene, salieron al comedor para ponerlos sobre la mesa. Javier, cuando vio que su madre salía por la puerta, comenzó a jugar de nuevo con la pelota. Y los acontecimientos se precipitaron. Noelia se agachó para coger un trozo de pan cuando un balonazo del tocapelotas del niño la desequilibró. El vaso que llevaba en la mano se estrelló contra el suelo y se hizo añicos y ella cayó de bruces, con tan mala suerte que se cortó. El crío se asustó y salió por patas. Eva, que lo había presenciado todo, rodeó la encimera para ayudarla pero la primera en llegar fue la pequeña Ruth.

—¿Te has hecho pupa? —preguntó la cría.

Resignada a los balonazos del pequeño monstruito, Noelia se miró la mano y a pesar de que la sangre manaba, murmuró tocándose la peluca con premura para comprobar que seguía en su sitio:

—No, cielo… esto no es nada.

La cría de pronto dio un salto hacia atrás y gritó asustada:

—Tita Eva, tita Eva. A Noelia se le ha caído un ojo como a mi osito Sito.

A Noelia le entró pánico, ¿cómo que se le habla caído un ojo? Rápidamente, se palpó la cara, pero lo único que consiguió fue ensuciársela de sangre. Su ojo seguía en su lugar. Eva, asustada, al llegar a su lado comprendió lo que estaba pasando.

—Ve y dile al tito que venga en seguida. ¡Corre!

La cría salió corriendo entre aspavientos.

—Se te ha caído una lentilla —comunicó Eva tratando de localizarla entre los crista les.

—¡¿Qué?! —preguntó Noelia desconcertada.

Tras rebuscar unos segundos más, al fin la encontró, y entregándole la lente oscura le dijo apremiándola:

—La niña te acaba de ver tu ojo azul. Rápido, lava la lentilla aunque sea con agua y póntela antes de que venga cualquiera de mis hermanas y vea que tus ojos son azules y no negros y tengas que empezar a dar cientos de explicaciones.

—¿Cómo? —preguntó perpleja.

—Joder Noelia, que sé que eres Estela Ponce pero ahora no hay tiempo para explicarte porqué lo sé. Ponte la jodida lentilla, como sea, si no quieres que todos sepan quién eres.

Sin pensárselo dos veces Noelia se levantó, abrió el grifo del agua, se quitó la sangre de la mano, lavó la lentilla, y se la metió en el ojo justo en el momento en que se abría la puerta y toda la familia entraba asustada. El primero en llegar hasta ellas fue Juan, que con cara de preocupación, miró a Noelia y al ver su mejilla con gotas de sangre y su ojo lloroso e irritado preguntó:

—¿Qué te ha pasado?

—Nada… nada no te preocupes —respondió quitándole importancia—. Me resbalé, nada más.

—¿Y la sangre? —gritó Irene histérica.

—No os preocupéis —aclaró Eva—. Se ha cortado con un vaso en la palma de la mano pero nada grave. Vamos… de esta se salva y se come las uvas.

Aquello hizo sonreír a Noelia, incluso cuando vio al pequeño Javi mirarla con gesto asustado. Todos comenzaron a hablar entre sí y Juan atrayendo de nuevo su mirada preguntó observándola de cerca:

—Dime que estás bien.

Al sentir su preocupación le miró emocionada y susurró:

—Estoy bien, cielo.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo —susurró deseando besarle.

El abuelo Goyo, abriéndose paso entre todos a bastonazos, llegó hasta la muchacha y la miró con preocupación.

—¿Estás bien gorrioncillo?

—Sí abuelo Goyo —dijo ella mirándole con cariño—. Ha sido un corte sin importancia en la mano. Sin querer me he tocado la cara y…

La pequeña Ruth metiéndose entre las piernas de todos llegó hasta su tito y dijo para atraer su atención:

—¿Has visto que a Noelia se le ha caído un ojo como al osito Sito?

Sin entender de qué hablaba Juan la miró, y Noelia, al entender porque la niña decía aquello, sin poder evitarlo dirigió su mirada hacia Eva y ambas sonrieron. De pronto un grito desgarrador se escuchó tras ellos. Tomi al oír lo que la pequeña había dicho, antes de que nadie pudiera hacer nada, cayó redondo ante todos. El susto fue morrocotudo y el caos se reinó de nuevo de la cocina. Segundos después le trasladaron a una pequeña salita y le recostaron en el sofá. Su prima empezó a abanicarle y Tomi, por fin, reaccionó. Abrió los ojos y vió a su adorada Noelia ante él.

—Ay mi love, dime que estás enterita y bien.

—Sí Tomi si… no te preocupes. Estoy bien. Ha sido solo un cortecito sin importancia en la palma de la mano.

Pero al ver la sangre seca en su mano este gritó de nuevo horrorizado sacando toda su pluma dramática.

—Por el amor de Dios cuchita… estás… estás sangrando. Please… please… llamen a una ambulancia. Esto es terrible… ¡esto es horrible! Necesitamos con urgencia que el mejor cirujano plástico del país examine su linda mano.

Noelia, al ver que su primo perdía los papeles, se agachó para sisearle en el oído:

—Tomi, maldita sea, quieres cerrar tu bocaza y relajarte. No ha pasado nada, y estás asustando a todo el mundo.

Aquel tono de voz, y en especial, su mirada fue lo que le relajó. Si su prima le miraba así, no podía encontrase muy mal. Así que sacándose un pañuelo del interior de su chaleco celeste, se lo pasó por la cara y preguntó:

—¿Como lie llegado hasta aquí? Yo estaba en la cocina.

—Juan te cogió m brazos y te trajo basta el sofá —respondió Manuel.

Al escuchar aquello, Tomi, con una media sonrisa, miró al hombre que tanto le gustaba y haciéndole sonreír preguntó con picardía:

—¿Has tenido que hacerme el boca a boca?

—No. Pero si hubiera hecho falta te lo habría hecho —respondió aquel divertido por sus aspavientos.

—Por el amor de my life… mi hombretón preferido, my divine, me ha cogido entre sus fuertes y musculosos brazos ¡y yo me lo he perdido!

—Me temo que si —asintió Noelia.

Thanks rey divino —murmuró aquel—. Ahora, además de ser el macho man más sexy y perfecto del mundo mundial, también eres mi salvador. Aisss cuanto te I love you. Ven aquí que te coma a besos cielito lindo.

El abuelo Goyo, que hasta el momento se había mantenido callado en todo lo que hacía referencia a aquel muchacho no pudo más, y dijo ante todos dejándoles boquiabiertos:

—Este muchacho es más maricón que un palomo cojo —y levantando el bastón gritó—: Pero Juanito, hermoso, que te está tirando los tejos el muy sinvergüenza delante de tosss. Que te ha llamado cielito lindo y te quiere comer el morro el muy cochino.