—¡Abuelo, por favor! —le regañó Almudena, mientras Juan y Noelia se morían de risa.
—¡Ni abuelo, ni San Leches! —gritó de nuevo el hombre.
—¿Un palomo cojo? Uisss que comparación más poco glamurosa —se mofó Tomi. Los descalificativos en referencia a su sexualidad eran algo que ya hacía tiempo que habían dejado de afectarle.
Irene se llevó las manos a la cabeza mientras Lolo y Manuel intentaban contener la risa. Todos parecían divertidos excepto las tres hermanas.
—Abuelo cállate. No seas descortés —gruñó Eva horrorizada.
—¿Qué me calle? —protestó aquel garrote en alto—. Lo que voy es a ¡arrearle! Por sinvergüenza. Pero no habéis visto las cosas que hace y que dice. En mi época ya…
—Tu lo has dicho abuelo, en tu época —cortó juan a ver el cariz que estaba tomando aquello. Después, miró a su padre y a sus hermanas y con la mirada les pidió que les dejaran a solas y se llevaran a los niños.
Cuando se alejaban, Noelia sintió que alguien le tocaba la espalda y al volverse sonrió.
—Lo siento mucho. Yo no quería que…
—Psss, no pasa nada, Javi. No te preocupes. Sé que lo hiciste sin querer y tranquilo, esto quedará entre nosotros.
—Yo no quería que te cortaras, de verdad, no lo quería.
—Lo sé, cielo, no te preocupes.
El crío suspiró aliviado.
—¿Me perdonas tita?
¡¿Tita?! Escuchar aquella palabra tan familiar le puso los pelos de punta. Ella no tenía hermanos y ningún niño nunca la llamaría así. Por ello y aprovechándose de aquella intimidad entre los dos, Noelia le besó con dulzura.
—Por supuesto que sí, cielo. ¿Cómo no te voy a perdonar?
Juan observó la situación y, aunque no podía oír lo que decían, se imaginó lo que había sucedido en la cocina. Dos segundos después, todos se marcharon al comedor dejando a solas en el saloncito al abuelo, Noelia, Juan y a un perjudicado Tomi.
—I'm sorry abuelo Goyo, no era mi intención molestarle —se disculpó Tomi al recordar las advertencias de su prima. Ver el gesto crispado de aquel anciano y cómo le miraba, le recordó los consejos que su abuela le había dado antes de morir.
—¿Amsorri? —repitió el anciano—. Ya estamos con tus palabrejas. ¿Qué has querido decir?
—Que lo siento. Siento mucho haberle incomodado con mi manera de ser —respondió bajando los pies del sofá— No era mi intención. Y si a usted le molesta mi presencia entenderé que quiera que me vaya y…
Noelia fue a hablar. Si su primo tenía que irse, ella se iría con él, pero el abuelo levantando el bastón les ordenó callar. Miro fijamente al muchacho que, de pronto, parecía haber perdido toda su espontaneidad.
—Vamos a ver hermoso. ¿Por qué te vas a ir?
—Mire abuelo Goyo. Sé que a veces soy algo exagerado en todo. Pero no lo puedo remediar, así soy yo. Intento no hablar espanglish pero…
—¿Espanglis? ¿Pero qué leches es eso? —repitió el anciano sorprendido.
—Abuelo —aclaró Juan—. El espanglish es la mezcla de palabras en español con palabras en inglés. Vamos… su manera de hablar.
—Anda leches… ahora comprendo porque no te entiendo,
—Lo siento.
—Hermoso —sonrió en viejo mirándole—, si quieres que te entienda, o hablas castellano clarito o no te pillaré nada, por que sinceramente de cinco palabras que dices a veces solo entiendo una y malamente.
—Lo intentaré.
—Harás bien, hermoso. Harás bien.
Juan observó a su abuelo con orgullo, quien levantó la mirada indicándole que todo estaba bien.
—Como iba diciéndole, sé que tengo más pluma que un lago lleno de cines rosas y espumosos, a pesar que delante de usted he intentado cuidar mis formas y comportarme. —El anciano sonrió—. Mi abuela, que en paz descanse, siempre me decía: «Tómasete, ten cuidado con lo que demuestras con tus actos y con tus palabras o la gente te juzgará sin saber». Y hoy ¡zas! He demostrado ante usted y su familia que estoy enloquecido por este hombretón. —Juan sonrió—. Ese cuerpo, esa preciosa cara y esas manos me tienen ¡crazy!, digo loco. —Al ver que el anciano comenzaba a levantar el bastón aclaró—: Lo que quiero decir es que yo… I love you, Juan.
—Qué le aisloyus a mi nieto ¿Qué es eso?
—Que le quiero —aclaró aquel—. Pero no del modo en que usted piensa. Le adoro porque es una buena persona. Le quiero por su temple, por su varonilidad, por su seguridad, por su saber estar, y le admiro porque me gusta como nos trata a mi prima y a mí, y como cuida de lodos ustedes, su familia. Creo que él es un maravilloso hombre digno de admirar, y yo le admiro y le quiero.
—Es que mi Juanito es un chico muy educado. Siempre nos sacó muy buenas notas en el colegio —afirmó el encantado el abuelo haciéndoles sonreír.
—Abuelo Goyo —prosiguió Tomi intentando hablar con claridad para que el anciano le entendiera—. Los gays con plumaje rosado como yo, cuando estamos en familia nos mista mostrarnos tal y como somos, y usted y su familia me han hecho sentir tan bien, que he sacado toda mi artillería gay creo que les he asustado, ¿verdad?
El anciano miró a su nieto Juan, y al ver que este sonreía suspiró. Volvió su mirada hacia el muchacho que había soltado toda aquella parrafada y dijo:
—Criatura, me has asustado. Por un momento he pensado que mi casa se podía convertir en Sodoma y Gomorra y ¡copón! Eso no me hizo ni pizca de gracia. En nuestra familia nunca ha habido un… un… guy o jey o como leches se diga, y no estoy acostumbrado a tratar con gente como tú.
—Pues somos gente normal se lo aseguro —aseguró Tomi—, lo único que quizá, en mi caso, soy extremadamente escandaloso y amanerado a la hora de manifestar lo que pienso y siento. Si ya me lo dijo Noelia antes de venir: «Tomi, controla esa lengua de víbora, o al final te envenenarás con tu propio veneno».
—¿Eso le dijiste, gorrioncillo?
—Sí, abuelo Goyo —asintió esta—. Soy la persona que más conoce a Tomi en el mundo y sé que cuando se siente en familia, suelta su lengua hasta límites insospechados. Y aunque ha intentado estar comedido, al final ha explotado.
—Si ya decía yo que eras demasiado fino moviéndote. Lo aberrunté el primer momento que te vi hace días —sonrió el anciano—. Y cuando esta noche te he visto aparecer con este traje azul y…
—No es un azul cualquiera… —intervino Tomi de nuevo.
—Ya estamos con los colores —resopló el anciano.
—El i raje que llevo además de ser de la última colección de Valentino, es color azul ozono. ¿No lo ve?
Juan fue a hablar. Aquellos dos iban a comenzar de nuevo con sus contradicciones, pero su abuelo adelantándose dijo.
—Yo lo veo azul. Simplemente azul.
—Como diría mí abuela —intervino Noelia—, Todo depende del ojo con que se mire.
—Exacto —cuchicheó Tomi—, La vida tiene muchas tonalidades y, en este caso, el color azul tiene muchos matices.
—¿De que hablas muchacho?
—Veamos abuelo Goyo, el azul tiene tonalidades como el ultramar, antracita, azul grisáceo, azul pastel, lapislázuli, azul humo, azul hielo, aguamarina, azul acero, celeste agua, celeste muerto etc… Solo hay que mirar bien el color para acertar su nombre, y este divino traje de Valentino, siento decirle que no es azul. Es azul ozono.
E1 abuelo examinó de nuevo el traje y encogiéndose de hombros murmuró:
—Me parece muy bien muchacho, pero yo sigo viéndolo azul.
—¿Cuántos azules conoce? —insistió Tomi.