Paula sonrió. Aprovechando lo cerca que se encontraba de Juan, empujó a Tomi para quitarle de en medio, y con un descaro que dejó a todos patidifusos, posó su mano sobre la cintura de Juan.
—¿Acaso es mejor que yo en la cama? —Juan no respondió—. Porque nunca me has tenido tan abandonada como me tienes desde que ella apareció.
—Uooooo —susurró el Pirulas incrédulo.
Lucas, Damián y todos en general pasaban su mirada de la una a la otra, mientras la mujer de Carlos las observaba boquiabierta. Laura conocía muy bien a Paula y sabía hasta donde era capaz de llegar para conseguir sus propósitos. Aquel juego sucio no le estaba gustando nada. Juan siempre había sido claro con ella y no le debía ninguna explicación. ¿Por qué comportarse así? Enfadada, fue a intervenir, pero Noelia se le adelantó.
—Como respondas a la grosería que esta petarda te ha preguntado, le juro que me voy y no me vuelves a ver jamás.
—Uiss… no caerá esa breva se molo Paula.
Cada vez más molesta por la presencia de aquella mujer, Noelia, apretando los puños hasta clavarse las uñas en las palmas siseó:
—Eres odiosa ¿lo sabías?
—Mira mona ¡piérdete! —respondió Paula con soberbia.
Molesto por la escenita, se quitó de encima las manos de Paula, y acercándose a Noelia que lo miraba con gesto duro gritó:
—Pero bueno, ¿qué clase de hombre crees que soy?
—No lo sé, según tú, no te conozco —respondió furiosa.
Aquel golpe bajo le dolió, pero consciente de cómo se habría puesto él si la escena si hubiera sido al revés, miró a Paula y, enfadado, dijo:
—Qué te parece si te marchas a engatusar a otro hombre y tenemos la fiesta en paz.
Molesta por aquel desprecio, Paula taladró con la mirada a la joven que le robaba toda la atención de Juan y se marchó con un gran enfado. Lucas, para tranquilizar a su amigo, le dio un golpe en la espalda y mirando a Tomi dijo para atraer su atención:
—Vamos colega… te invito a una copa.
—Sí… vamos a pedir algo —asintió Damián.
Tomi, tras mirar a su prima y pedirle calma con la mirada, se colocó el flequillo y, caminando junto a aquellos dos hombres impresionantes, murmuró:
—Con vosotros, guapetones, voy al fin del mundo.
El Pirulas, al ver a Paula alejarse de aquella manera, fue tras ella. Quizá aquella noche tenía posibilidades. Carlos asió a su mujer por la cintura y también desaparecieron, dejando a Noelia y a Juan solos en medio del bullicio del local. De repente, sonó por los altavoces:
Gorrioncito que melancolía….
En tus ojos muere el día y a…
Excusa si la culpa ha sido mía…
Durante unos segundos se miraron con el desafío instala do en sus ojos. Ella estaba indignada y necesitaba un respiro, pero aquella canción…
Juan, por su parle, deseoso de arreglar cuanto antes el desafortunado incidente extendió su mano en un gesto conciliador.
—Ven, canija.
—No —respondió retirándose el flequillo de la cara—. Cuando estoy enfadada, necesito mi tiempo. Déjame en paz.
—De acuerdo —asintió pacientemente mientras la voz de Sergio Dalma seguía cantando:
Yo sin ti… moriré
Yo sin ti… sufriré
Yo sin ti… quemare,
todo el sueño mío…
Juan recorrió lenta y pausadamente su bonito cuerpo mientras daba un trago a su bebida. Pasados quince segundos, ni uno más, él preguntó:
—¿Ya has tenido suficiente tiempo gorrioncito?
Aquella palabra. Aquella canción. Aquella sonrisa, sus ojos y su voz, la hicieron sonreír y finalmente se rindió y fue a su encuentro. Sin necesidad de salir a la pista donde varios amigos bailaban acaramelados con sus parejas, comenzaron a moverse al ritmo de la música. Con los ojos cerrados, se dejaron llevar por la melodía mientras aspiraban su olor y sentían cómo la excitación creía entre ellos.
—Olvida a Paula. Ella nunca ha sido significado nada para mí.
—Vale… pero ella parece no saberlo.
Conmovido por lo que sentía al tenerla entre sus brazos le susurró al oído:
—A mí solo me gustas tú.
—Sí… pero no me quieres.
Aquel reproche, le aguijoneó el corazón:
—Noelia, no compliques las cosas por favor, Tú y yo sabemos que es imposible —dijo mirándola a los ojos.
Sabía que estaba metiendo la pata por momentos con sus ridículos sentimientos y para hacerle sonreír, la joven levanto el brazo y lo sacudió.
—Aun llevo la pulsera todo incluido, así que cierra el pico y mímame.
Juan sonrió. Sonreír con ella era lo más fácil del mundo y cuando vio que ella hacía lo mismo preguntó:
—¿Sabes que voy a tener que cambiar de táctica contigo canija?
—¿Por qué?
—Porque me vuelves loco y te estoy comenzando a… querer.
Escuchar aquello para Noelia fue, como diría Tomi, «lo más». Aquel impresionante hombre que la miraba con sus preciosos ojos oscuros le acababa de decir que la quería.
—Vayaaaaa… por fin he conseguido que me dijeras algo de película —susurró con una boba sonrisa.
—Mira… no compliquemos más las cosas. Olvida lo que he dicho en este último minuto.
—Ni lo pienses —sonrió ella—. Has dicho que me quieres y eso no lo voy a olvidar.
Sobre las seis de la mañana la fiesta estaba en todo su apogeo. Todos se divertían y Paula, no había vuelto a acercarse a ellos. Lucas y Damián comprobaron lo buen amigo que podía ser Tomi. Aquel, con todo su plumaje y gracia, les había ayudado a conocer a unas chicas encantadoras con las que la noche pintaba muy bien.
Eva, en la pista con Menchu, contoneaba las caderas al ritmo de Shakira y tarareaba «Rabiosaaaaaaaaaa» con furia al ver a Damián ligotear. No es que hubiera algo entre ellos, solo una noche, meses atrás, que habían decidido olvidar. Sin embargo, verle allí, sonriendo como un imbécil a aquella chica le sacaba de sus casillas.
Paula, desde su posición en el pub, observaba con malestar al hombre con el que deseaba pasar la noche y a la mujer que sonreía con él. Al ver que la batalla, al menos aquella noche, la tenía perdida decidió centrarse en el Pirulas. Quería sexo y diversión y aquel estúpido estaba dispuesto a dárselo.
Al rato, Menchu y Eva decidieron visitar el baño. Noelia, al ver donde iban, también se apuntó. Gracias a Dios no había nadie más en aquel reducido espacio, por extraño que pudiera parecer.
—¡Averiado! —leyó Menchu en la puerta de uno de los dos lavabos—. ¿Por qué los baños tienen que estropearse cuando una más los necesita?
—Son como los hombres reina, ¡inoportunos! —se mofó Eva al mirar el cartel.
Mientras Menchu entraba con rapidez al aseo libre, las otras dos aprovecharon para recomponerse observándose en el espejo, Eva, al quedar a solas con Noelia la miró y comentó:
—Lo de mi sobrina Ruth esta noche ha sido buenísimo. Te juro que porque ya sabía quién eras, porque si no, me hubiera dado un buen susto pensando que se te había caído un ojo como al osito Sito.
Al recordar aquello, Noelia esbozó una sonrisa y, convencida de que nadie las escuchaba, contestó:
—Siento mucho haberos mentido a todos. Me siento fatal, pero no puedo ir contándole a la gente quien soy realmente o…
—No te preocupes por nada —cortó Eva—, Comprendo perfectamente lo que dices, pero tienes que entender que cuando mis hermanas o mi padre se enteren tu verdadera identidad, probablemente se sentirán dolidos porque no hayas confiado en ellos y les hayas dicho la verdad.
—Lo sé y eso me duele muchísimo.