—Senda —voceó Juan a la perra—. ¡Basta ya!
Los ladridos cesaron, pero el incómodo pitido del portero automático continuaba. Sin poder contener un segundo más su mal humor, Juan bajó los escalones de dos en dos. Pero, de repente, el pitido cesó y dos segundos después la puerta de su casa se abrió y ante él aparecieron sus hermanas Irene y Eva.
—Madre del amor hermoso Juan, la que hay liada ante tu puerta con la prensa —dijo Irene acalorada.
—Oh sí, cielo. La prensa es horrible, y te lo digo con conocimiento de causa —asintió Tomi que había bajado tras Juan vestido con el pijama.
Más blanca que la cera Eva miró a su hermano y antes de que este preguntara aclaró:
—Juan, yo no he sido. Te lo prometo.
Irene aún sorprendida por la noticia, le enseñó el periódico a Juan y mientras entraban en la cocina preguntó:
—¿Estás casado con Estela Ponce? —al ver que aquel no la miraba, volvió sus ojos hacia Tomi—, Pero de verdad que la chica que ha estado estos días con nosotros es ella. ¿Es Estela Ponce?
—Sí querida, es ella. Ya de nada sirve decir lo contrario —asintió Tomi preparándose un café.
Juan, sin apartar los ojos de su hermana Eva, le arrancó el periódico de las manos a Irene.
—Sí tú no has sido, me puedes explicar cómo coño han llegado estas fotos aquí.
—No lo sé —gimió Eva desconcertada.
Ella no había sido y su móvil estaba en su bolso, como siempre, a buen recaudo. ¿Cómo podían haber llegado aquellas fotos a la agencia EFE? Cuando su amiga Yolanda la llamó para darle la enhorabuena por la noticia, al principio no sabía a qué se refería hasta que aquella se lo aclaró. Durante horas, intentó que las fotos no salieran publicadas, pero sus intentos fueron en vano. Aquello era un bombazo informativo imposible de parar.
—Me lo prometiste y creí en ti —siseó enfadado—, ¿Cómo has podido hacerlo? Sabes lo que esto significa. ¡Me has vendido!
—Te estoy diciendo que yo no he sido —se defendió.
—¿Y cómo quieres que te crea? Estas fotos solo las tienes tú en tu maldito móvil —siseó señalando el periódico.
—Pues tienes que hacerlo. Nunca te vendería. Nunca —gritó descompuesta.
—Venga no os peleéis intercedió Irene . Vosotros siempre lo habéis solucionado todo hablando.
Tomi intentó echar una mano a la hermana mayor.
—Vuestra hermana tiene razón. Atora necesitamos una solución al problem, no más problemas, porque cuando Noelia se levante y lo sepa… Oh my God. Se va a disgustar y mucho.
—Joder Eva —gritó Juan desencajado—. ¿Entonces quien ha sido? Te repito que estas fotos solo las tenías tú. Te dije que las borraras. ¡Te lo dije!
—Lo sé… lo sé…
—Pero no… —continuó malhumorado— la señorita metomentodo no las borró y ahora míralas, aquí están. En primera plana, en todos lados para ocasionarme problemas. ¡Joder!
—A ver love… el problema también será para mi chica. No lo olvides —susurró Tomi.
Pero Juan no le escuchaba. Estaba cegado por la ira y Eva, plantándose ante él, gritó:
—Juan, escúchame. Esto tiene que tener una explicación, y te aseguro que la encontraré, pero créeme, yo no he sido. Te lo juro por mamá. Por favor, créeme.
El timbre de la puerta volvió a sonar e Irene fue a contestar. Dos segundos después el abuelo Goyo, Manuel y Almudena con el bebé en brazos entraron. Juan, a punto de explotar, deseó gritar. De pronto, casi toda su familia se había plantado en su casa a la espera de una explicación. Todos hablaban a la vez y estaban volviéndole loco. Entonces apareció Noelia en la puerta de la cocina con gesto adormilado.
—¿Qué os pasa?
La familia al completo se quedó contemplando aquella aparición:
—Copón bendito, ¿te has desteñido gorrioncillo? —le preguntó el abuelo Goyo.
—¡La rubia! —murmuró Irene.
Noelia se despertó de golpe. Estaba tan dormida y sorprendida por el jaleo que no había reparado en su aspecto.
—Joder, es cierto —gritó Almudena—. ¡Eres Estela Ponce!
—Y la rubia que vi esa noche con juan —insistió Irene, ojiplática.
Fue a contestar, cuando reparó en las fotos de la portada del periódico que el padre de Juan llevaba en la mano. Con un rápido movimiento se lo arrebató.
—Oh no… oh no… ¡oh no!
—Oh sí my love…oh sí —asintió Tomi antes de que Juan pudiera ni gesticular.
Todos fueron testigos de cómo el gesto dormido de Noelia se transformaba en otro devastador. Tan devastador que incluso Juan se asustó cuando vio cómo Noelia paseaba sus claros ojos por la habitación y los clavaba en su hermana Eva. De pronto, una frialdad arrolladora se instaló en su mirada y levantando la barbilla al más estilo hollywoodiense se acercó a aquella y dijo:
—Felicidades Eva. Has conseguido tu gran noticia.
—No… yo no…
—Espero que esto te reporte muchas ganancias y un buen trabajo. Siempre quisiste una buena noticia y cuando la has tenido no la has desaprovechado, ¿verdad?
—Noelia yo no he sido. Te lo prometo.
Con una fría sonrisa cabeceó y torciendo el gesto siseó:
—¿Acaso pretendes que te crea?
—Sí —suplicó aquella—. Tienes que creerme yo…
—¿Crees que soy tan tonta como para no entender que una periodista como tú simplemente ha optado por vender a su propio hermano con tal de ganar fama y dinero? ¿Acaso crees que eres la primera persona que me vende?
—Entiendo que no me creas —insistió Eva sollozando—, pero yo no he vendido nada. Te lo prometo.
Su padre, tan sorprendido como el resto del giro que habían dado los acontecimientos, al ver el estado en el que estaba a su hija se acercó y la abrazó con cariño.
—Papá te juro por lo que tú más quieras que yo no he sido, le lo juro.
Con gesto devastador, Noelia siseó llena de ira:
—Él es tu padre y puede creer lo que quiera, pero yo no. ¡No te creo!
Con la mente funcionando a mil por hora joven estrella del cine calibró la situación. Debía de salir cuanto antes de aquella casa.
—Sí mi hermana dice que no ha sido, debes creerla.
—Sí claro… no lo dudo —se mofó Noelia.
Enfadado y con ganas de hacer una locura, Juan agarró a la joven a la que tanto deseaba por el codo y, atrayendo su fría mirada, se reafirmó.
—Te repito, que si mi hermana dice que ella no ha sido, no ha sido. No ocasiones más problemas.
—¿Problemas? ¿Yo ocasiono problemas? —gritó ella fuera de control—. Yo no soy ningún problema. Maldita sea, ¿por qué todo el mundo se empeña en llamarme así?
—Basta ya… Noelia. Basta ya —siseó malhumorado.
Oír su dura voz y ver su mirada fuera de si la hizo reaccionar. Durante unos segundos se miraron a los ojos con desesperación. Sus miradas hablaban por si solas y al final Noelia, retirándose su rubio pelo de la cara, dijo en un tono más conciliador:
—De acuerdo. Eva, te pido disculpas por lo que te he dicho. Pero estoy tan acostumbrada a que la gente me traicione por dinero, que es en lo primero que he pensado.
La muchacha al escucharla cabeceó abrazada a su padre, cuando el móvil de Juan sonó.
—Gorrioncillo, la base de toda buena familia es la confianza y el amor. Dinero no tendremos mucho, pero confianza y amor a raudales. Por cierto, ¿de cuantos rombos haces las películas? —quiso saber el abuelo Goyo.
Aquello la hizo sonreír y tras mirar a su primo y ver lo emocionado y calladito que estaba, entendió lo inevitable, se tenía que despedir de aquella maravillosa gente.
Al fondo del salón, Juan parecía discutir con alguien a través del móvil.
—No me toques más las narices, Fernández —le oyó gritar—. Eso que tú has visto no es nada por lo que yo deba de dar explicaciones. Es impensable lo que estás diciendo, impensable.