—Oisss que mona va la Portman —gritó Irene al ver a la actriz ataviada con un vestido granate corte imperio.
—Para mono su churri —añadió Laura—. Le conoció en el rodaje de la película Cisne negro ¿la habéis visto?
—Sí… a mi me gustó mucho —asintió Eva.
—Bueno… bueno… bueno… ¡Cómo va de guapa Penélope! —gritó Almudena.
Los ojos de todos se centraron en la actriz española y Lucas, tras beber de su cerveza, murmuró:
—Sí… está tremenda.
—¿Dónde están el gorrioncillo y Tomi? —preguntó el abuelo Goyo.
—Estarán al llegar —respondió Almudena.
—Por el amor de Diorrrrrrrr —gritó Eva—. Me encanta el vestido plateado que lleva Gwyneth Paltrow. Está guapísima.
—Guapísima… guapísima —corearon los hombres divertidos.
—Oh sí… el vestido es chulísimo. Pero claro, menudo tipazo que tiene ella. Ya quisiera yo —se quejó Almudena.
—Churrí —gritó Laura—. Para la boda de mi prima Paz me haré un vestido como ese ¡que lo sepas!
—Genial, preciosa… genial —sonrió aquel tras encogerse de hombros ante la mirada guasona de sus amigos.
—Uoooo ¿y que me decís del vestido que lleva Hilary Swank? —aplaudió Menchu.
—Aisss que bonitoooooooo. Es preciosooooooooo —asintió Irene.
—Precioso… precioso… —volvieron a mofarse los hombres.
Diez minutos después Eva volvió a gritar.
—Joderrrrrrrrrrr ¡pero que bueno que esta el McConaughey! Ay Dios qué guapo está con ese esmoquin. No me digáis que ese tío no es sexy.
El resto de las mujeres asintieron.
—Todo tuyo hija. A mi me gusta más Colin Firth. Es más madurito, vamos como a mi me gustan —murmuró Irene,
Damián, que junto con los hombres se divertía con los comentarios que aquellas hacían, al escuchar a Eva y verla tan emocionada mirando la pantalla dijo:
—Bah… el macnosequé, tampoco es para tanto. Por cierto ¿no tiene nombre de hamburguesa?
Al escuchar aquello, la joven le miró y, tras darle un repaso de arriba abajo con un gesto devastador, susurró:
—Ya quisieras tú parecerte a él aun siendo una hamburguesa.
—Perdona guapa, pero ya quisiera él parecerse a mi. Y te recuerdo que yo soy de Ávila, como los chuletones —respondió aquel, ganándose varias palmaditas en la espalda de algunos hombres.
—Si es que es pá darle —se quejó Eva al verle sonreír.
—Eva María ¡ni caso! —replicó Irene.
—No empecemos Eva… No empecemos —sonrió Almudena.
—Pero ¿cuándo salen el gorrioncillo y Tomi? —insistió el abuelo Goyo con curiosidad.
Irene le rogó con la mirada a su hermana Eva que no discutiera con Damián, algo prácticamente imposible, pues era verse y chocar como dos trenes a alta velocidad. Después miro en dirección al anciano y 1c respondió.
—Abuelo Goyo, timen que llegar de un momento a otro. No te impacientes.
—¿Te dijo Tomi o Noe qué vestido llevaría para los Oscar? —preguntó curiosa Almudena—. Seguro que grandes firmas como Calvin Klein, Dior o Marchesa estarían como locos por verla desfilar con su precioso vestido.
—Seguro que se pone un Dior —asintió Menchu—. Noelia tiene cuerpo para ponerse eso y lo que quiera.
—Almu, Tomi no me dijo nada —respondió Eva y, bajando la voz para que Juan no la escuchara, murmuró—: Solo me dijo que intentara que el Xman viera la gala.
Al decir aquello todos se miraron entre sí y resoplaron. Juan no lo iba a poner fácil. Mientras tanto aquel, ajeno al plan que urdía el grupo, trasteaba en su garaje mientras escuchaba a los AC/DC.
—¿Y cómo hacemos para que se siente y la vea? —preguntó Irene.
—Tranquilas, preciosas —sonrió Lucas—. Para eso estamos nosotros aquí.
Todas sonrieron cuando de pronto Eva gritó:
—Ahí está Noeliaaaaaaaaaa. ¡Qué guapaaaaaaaaaaaaaaaa!
Desde el garaje, Juan escuchó el grito de su hermana y la herramienta que tenía en sus manos se le escurrió y cayó con gran estrepito al suelo. Durante unos segundos, intentó luchar contra la tentación de asomarse por la puerta y mirar el televisor, pero al final el deseo le venció y se acercó a la puerta para mirar. Allí estaba ella, tan guapa como siempre, con su espléndido pelo rubio recogido en un moño italiano y sus inquietantes ojos azules sonriendo mientras saludaba a otros actores.
—Ay mi gorrioncito que hermoso está. Es la más lustrosa de todas y Tomi, con ese traje rojo o encarnao o como él quiera llamarlo va mu relindo también —aplaudió el abuelo Goyo encantado de la vida.
Durante un rato, las cámaras de televisión siguieron los pasos de estos dos, en especial los de Estela Ponce que era una de las posibles premiadas de la noche.
—Ay churrí —gritó Laura emocionada—. Esta saludando a Vin Diesel.
—Si cielo ya lo veo —sonrió Carlos al escuchar a su histérica mujer.
De pronto, Eva miró a su hermana Almudena y preguntó:
—Pero el vestido que lleva Noelia ¿no es el que se compró en la tienda de Alicia? ¿El de las plumas?
Pero no le dio tiempo a contestar. El móvil de Almudena sonó y una alucinada Alicia gritaba como una posesa que el vestido que llevaba Noelia en la gala de los Oscar había sido diseñado y confeccionado ella.
—¡Qué fuerte! ¿Se ha puesto el vestido de Alicia? —gritó encantada Irene.
—Como diría Tomi, esta lady es lo más —se carcajeó Menchu.
Dos segundos después Noelia, junto a un guapísimo Tomi, se acercaron hasta los reporteros de televisión que les reclamaban, y tras contestar a algunas preguntas en inglés, un reportero le preguntó algo en español y ella contestó:
—Este bonito vestido es un diseño exclusivo de la maravillosa Alicia Domínguez. Una estupenda diseñadora española que tuve el placer de conocer cuando estuve en España, y que estoy segura que pronto dará mucho que hablar. De hecho Annette Bening ya me ha pedido su teléfono.
—Ay madre… Alicia tómate una tilita que la necesitas. Mañana hablamos —susurró Almudena antes de colgar.
Juan, incapaz de dejar de mirar la pantalla, siguió todos los movimientos de Noelia. Le encantaba cómo aquella preciosa mujer sonreía y eso le hizo que el corazón comenzara a latirle con fuerza. Pero cerró los ojos y volvió a lo que estaba haciendo. ¿Qué hacía mirándola? No debía martirizarse con algo que no podía ser.
Tras más de una hora y media en la que desde la casa de Juan piropearon a todos los actores que entraban en el teatro Kodak, la gala comenzó. Expectantes como nunca en su vida, ninguno quito el ojo de la pantalla, y cuando anunciaron que en unos minutos iban a abrir el sobre que desvelaba el gran secreto que todos esperaban, sin dudarlo Carlos, Lucas y Damián se dirigieron con paso firme al garaje, cogieron a su amigo Juan entre los tres, y sin importarle los puñetazos ni las blasfemias que aquel soltaba le sentaron frente al televisor.
—Queréis soltarme, joder —gruñó aquel.
—Ni lo sueñes —rio Carlos poniéndole unas esposas que lo sujetaban al butacón.
—Juanito, hermoso deja de moverte así o te cepillaras el butacón —dijo el abuelo Goyo con mofa.
Aturdido, explotó malhumorado:
—¡Os juro que esta me la vais a pagar! Papá —gritó—, haz el favor de decirles a estos idiotas que me suelten.
Manuel, al escuchar aquello, se dio la vuelta, cogió el plato de croquetas y preguntó:
—¿Quién quiere una croqueta?
—¡Papá! —vociferó incrédulo.
Como si de una comedia absurda se tratara todos gritaron mientras cogían lo que Manuel les ofrecía y cuando por fin callaron Juan gritó: