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–¿Y por qué cuando yo le pregunté por teléfono si tenía a alguien me dijo que no?

— Fear of sabotage.

–¿Y por qué cuando me vio en la calle, en vez de esconderse, avergonzado, salió saludándome culeco, como un sapo?

— Sí, pero date cuenta, no te presentó a Chilla.

— Worse, suggestion hurts more.

— You took him by surprise. He didn’t expect to see you so he called your name out of reflex.

— But why did he look at her at that very moment with a look that said:

— Nos cogió en la pifia. Sigue de lado. No te pares. Yo la saludo.

— Esos son tus celos.

— No, fue real, era Chilla. Y si él hubiera sido honesto, y un verdadero macho, de pelo en pecho, me la hubiera presentado. ¿Qué de malo tiene conocer a una puta? Algo estaba ocultando. Su conciencia.

— Por favor, no tiene conciencia.

— The look in his eyes. Her look. Her messiness. They were making love minutes before they encountered me. I’m not stupid. She had no make-up on.

— That’s your rage, your jealousy.

— I just want you to know how cruel he was.

— Cruel, but funny. I loved the story.

— Mira, y yo te voy a explicar cómo lo hice.

— Fácil. Se llama, hipnotismo, y es una falta de respeto.

— Pensar que yo creía que tú creías en mi poder para encantar.

— Creo que es una especie de embrujamiento.

— Sí, pero no estoy quitándole su fuerza de voluntad. Estoy dándole, y dándole y dándole, otorgándole a cada uno de los cantantes la música, sacándole el dolor a las notas, bajando por sus catástrofes, sintiéndolas, compartiendo la embriaguez. Y cada uno de ellos al mirarme, créelo, sintió la voz del placer. Porque en cada uno de mis pelos, carne de gallina.

— Spare me. You were nine years old when you directed the choir.

— But with such devotion simple, and yet, sacrificial, knowing the mortality and the wounds, I mean, really knowing what art is about, a mystical experience, recognition of a vocation. And at that age.

— A very normal experience for a very normal child.

— Not any child can maintain that devotion. The choir was flying high. They knew it was no silly game. They followed my hands better than Evy Lucio’s.

— You memorized her gestures.

— Sí, pero tú ni siquiera sabes lo que significó para mí dirigir. Yo estaba harta de darle a las cuerdas de una guitarra, no era la guitarra, ni el solfeo, ni el piano, ni las partitutas, ni siquiera, ni siquiera el canto. Ahora que escucho a Dulcinea aullar reconozco en la manera como lo hace mi estilo. Estira el cuello lo más posible, hasta que se le atraganta en su garganta un simple y tiple aullido: Auuuu. Auuuuu. El uuuuuuu transmite la efervescencia del desamparo, pero al mismo tiempo, al aullar, estaba transmitiéndole a la voz el pánico que sentía cuando reconocía el peligro, a la vez que daba infinitos y recibía los ecos de las profundidades.

— Sounds German.

— I am a scream that transcends madness.

— You think I’m gonna believe your feelings are more powerful than mine because you talk in catastrophic combustions. It’s plain intimidation by association. You’re as fragile as, how can I say…

— As you. Let me feel the way I feel. What’s wrong with being in touch with oneself.

— You miss the touch of others because you just don’t listen enough.

— When is it enough. When you destroy everything I feel.

— Go ahead. If I feel it’s important I’ll unplug my ears, take what I need, and disregard the rest as I yawn with tolerant affection.

— Por ahí vienen.

— Déjame ver tu yerba. ¿De dónde la sacaste?

— Del solar de mamá.

— Ya verás. Van a creer que te la robaste. Y no te van a traer nada.

— No me digas eso. Mamá me dio permiso. Además, tú también te la robaste.

— La tomé de mi jardín.

— No podemos pelea-ar. Qué niña bue-na. Cuenta los regalos. A mí más — ya verás.

— Quietecita. Uy, escucho el trote de los camellos.

— Ay, y dejaste la puerta abierta. Asómate.

— No, no quiero que me vean. Dame la mano. Vamos juntas.

— Ciérrala.

— No, no quiero que nos vean.

— Idiota, ciérrala. Qué miedo hay en eso. ¡PAU — CLAU — AAUUUU!

— Mi dedo. Mamma.

Ay, mi dedo era un lagartijo colgando del dintel de la puerta.

— Mamma. Mamma. Qué hago. Auuuu.

No me atrevía a verlo. En eso llegó bajando los escalones del segundo piso de la casa mi mamá, y cogió el dedo que colgaba como un gindalejo de la puerta, y los chorretes de la sangre, te imaginas. Me lo pegó con un pañuelo, lleno de sangre, y al hospital. Donde me cogieron los puntos.

— Esperabas a los reyes.

— I sacrificed my pinkie.

–¿Pero el meñique te trajo una calesa?

— With blinking headlights.

— No hay mal que por bien no venga.

— Ni bien que no traiga un golpe.

— And the camels.

— Se comieron la yerba y regaron la casa.

TROCOTO-TROCOTO-TROCOTO

— And your pinkie.

— Es más pequeño que el otro.

— Lo veo igual. Lo estás bajando.

— Si a ti te hubiera pasado apreciarías más el cuento. Al otro día, después que me cogieron los puntos en el meñique, estaban rodeando mi cama mi mamá, mi papá, mis abuelos, mis tíos, mis primos. Esperando. La resurrección de la carne y la vida del dedo. Muchas, muchas horas durmiendo. Qué pasará. El dedo amoratado. Vendaje. Esperando estaban. Y yo no sabía lo que pasaba. Pero me levanté sonámbula cantando y tocando la flauta del flautista de Hamelín:

Tirirí. Tirirí. Tirirí

Tirirí. Tirirí. Tirirí

Necesitaba ejercitar los dedos de mis manos. Sobre todo el meñique.

Rí. Rí. Rí

— Y no viste las estrellas.

— No se ven todos los días, pero el dolor trae una canción de alegría. ¿Quieres que te cuente el cuento de la puñalada?

— No, por favor.

— Cobarde. Yo brincaba la cuica en un rincón del patio. Alejándome cada vez más de dos niñas, Mumi y Mindi, que jugaban a tirarse dardos. Yo les grité:

— Parece mentira. Qué hacen ustedes jugando ese juego de machos.

Ellas gozaban de lo lindo. Y el viento soplaba con más fuerza. Auuuu. Así mismito como Dulcinea.

— Todavía puede ocurrir—pensé yo—que por una de esas casualidades de la vida, alejada del peligro, en un rinconcito.

I had a funny feeling el dardo would head my way pero por qué dejar de brincar la cuica.

— Estoy felíz. No los estoy tirando, soy pacifista en la guerra de los dardos, brinco sola mi propia cuica.

Y de repente, un clavo right through the back of my hand.

¡Enterrado! ¡Enterrado!

Veo que hacia mí se encaminan las dardistas thrilled by the sight of my blood.

— Deja que te lo saque.

— No se te ocurra. Ya me lo enterraste.

— Dame mi dardo.

— Mamma. Mamma. Qué hago. Auuuu.

De tanto revivir el dolor que sentí, alcé la cabeza, sacando mi mentón, miré las estrellas, ahora espatarradas, y haciendo círculos con las barrigas infladas, y aullé: Auuuu. Auuuuu. Pero cuando más saladas bajaron unas estrellas que pestañeaban y bizqueaban fue la víspera de la muerte de mi hermano. Dicen, yo no sé if you’ve ever heard about it, pero yo afirmo por experiencia propia that sometimes uno presiente un luto, un negro agüero como el sueño del murciélago. Yo había subido un monte, fatigada, mis botas llenas de fango, fatiga de subir, y más fatiga, arrancar con las manos, de raíz, entera una cruz, y bajar con el peso de la cruz el monte, bajarla, y sentirme aliviada. Me había quitado un gran peso de los hombros, al arrancarla de raíz y con su peso pesándome, y sintiendo la angustia de que tenía que bajarla hasta abajo y dejarla descansando, tirada en el suelo. Enseguida vi dos serpientes vivitas coleando dentro de la pecera que está en el cuarto de mi hermano. Y en eso Pilo me dice que va a destapar la pecera.