— Lourdes—le dije—¿No te acuerdas de mí?
Me miró como me miró Dulcinea cuando la había dejado abandonada en la cocina sin comida. Habían pasado tres semanas. Y tú te habías olvidado de que existía. The truth is I didn’t dare to face her for fear she might be dead. And one day, I said: ¿Y Dulcinea? Fuimos a la cocina los dos a ver si estaba muerta. Y vimos que ya no era un scottish terrier. Her coat was orange and knotted, and her tail was long and hairy like a collie. How could it be that she was still alive and fat with so much hair around her eyes that she hardly saw what was going on around her, but she recognized me, and she looked me square in the eye, letting me know she was so lonely, so hungry, she had been eating books, eating empires of pain.
— Maricona—le dije—¿qué haces aquí?
— Tuve que dejar a Eduardo porque no me hacía caso. No teníamos relaciones sexuales y yo quería tener un niño.
Yo seguí al niño bajando la montaña, me tiré de prisa para saludar a Lourdes.
— Ya es la hora de dormir—le dijo a su hijo.
—¿Y tú qué haces aquí?—me preguntó.
— Estoy leyéndome a Darío. Yo conozco muy bien su obra. Pero estoy consultando este artículo porque había olvidado la fecha, 1898, y lo que significó el modernismo. Tú eres parnasiana, ¿no es cierto?
— Yo soy lesbiana—me dijo—Hijo, le dijo a su niño, es la hora de dormir.
Y abrió las piernas. Y cuando las abrió, el niño metió la cabeza en su útero.
—¿No te duele? — le pregunté.
El niño sacó la cabeza y me dijo:
— No le duele. Ni a mí tampoco. Y mira como tengo la cara de arrugada, soy un perrito chino que tiene más piel de la cuenta. No son arrugas de sufrimiento, ni de experiencia, ni de madurez, son las caricias del útero, es el cariño, la protección, ojalá y tú tuvieras una madre como la mía, puedes esconder tu cabeza, y sacarla cuando te cansas de estar descansando. Y mira, al aire libre, en Conservatory Park, metido dentro de mi madre, aún con los ojos abiertos, no me molesta el sol, es como si estuviera mamando, pero mucho mejor porque ni tengo que chuparle las tetas, sólo meter mi cabeza, y sacarla, parece un girasol, y es el girasol de la ternura, nadie ha recibido tanta ternura como yo, no sé si quiero crecer, o seguir arrugándome como una plasticina, me tuve que apretar mucho, mucho para caber de nuevo en el hoyo después de saber hablar, caminar, y de haber vuelto a la matriz.
Se volvió a meter por dentro, enroscando la cara. Y no volví a escuchar su voz hasta que me desperté.
— It was your duende.
— Well, he certainly wanted to possess me. He knew I was bleeding. He caught the smell of blood and was fascinated by it, like dogs, who recognize better than men when a woman is bleeding. They immediately start sniffing the crotch, getting high, inhaling, blood, death, life, sex. Menstruation was my first experience with mortality. When I used to play tennis with my friends, our conversations were based on this fact of life.
— Did it come?
— No, todavía no.
— We’ll all get it, sooner or later.
My grandmother and her friend Elvira Matienzo used to read the obituaries together every morning, browsing for the names of their friends. I guess they awaited the news of death the same way we awaited the first drop of blood.
— Me gusta Hoy me levanto alegre.
— Dame una pluma, se lo añado.
— No, mándame más fragmentos con un curriculum vitae. Para que no piensen que te publico por amistad. Tú no sabes a dónde llega la lengua de Olmo-Olmo.
— Dale con Olmo-Olmo. Déjale en paz. Está quemado.
— Casi lo parí. Es mi hijo intelectual. Pero ya no aguanto su mezquindad. Imagínate, roba cinco computadoras, y yo le pido una — no me la da. Yo se lo daba todo. Él nada. Con un amigo así no se puede.
— A mí me dijo:
–¿Qué haces una mujer rica como tú enseñando tres cursos? No deberías enseñar.
Y sabes, me convenció. Me sentí rica de verdad. Dejé de enseñar los cursos donde él enseñaba. Lo próximo que me enteré fue que él tomó mis cursos. Ahora no tengo ni un penique en que caerme muerta.
— Ese es el sofista. No le puedes creer nada de lo que te diga.
–¡Qué gran país!
–¿Por qué dices eso?
–¿Por qué no? La grandeza de un país la crean los poetas. Si un país tiene grandes poetas es un gran país. Uno sabe si un país es rico por la riqueza de su poesía. Y por qué no unir la riqueza de Martí y la de Darío y la de Neruda y Vallejo with the wealth of Whitman and Dickinson.
— Porque existen los Eliots y los Pounds que son racistas y facistas.
— Sí, pero Neruda odiaba a los americanos. Tenemos que empezar a romper las murallas entre nuestras dos Américas. Y nosotros — tú y yo — tenemos que ser los portavoces, somos bilingües.
— Tú serás bilingüe. Yo no traiciono a Neruda ni a Vallejo.
— Yo tampoco. Neruda fue embajador.
— No podemos ser embajadores porque no tenemos un país. Debido a que Puerto Rico no es un país que tenga poder en el mundo, yo no puedo establecerme como gran poeta. España creó a sus grandes poetas con su imperio. A través de su imperio los diseminó por el mundo. La gran poesía está ligada al bienestar económico de un pueblo. Así surgen Quevedo y Góngora.
–¿Y Julia de Burgos y Palés Matos?
— Perpetúan nuestra opresión — atollados, retrasados — en el eterno tapón de la guaracha. Queremos liberarnos.
–¿Y tú crees que la libertad nos va a liberar?
— Nos va a quitar el complejo de inferioridad que tenemos. Porque si somos libres ya no tendremos excusas de que no somos porque tú, americana, nos oprimes y nos quitas la libertad.
— Es tan infantil — echar la culpa. Por tu culpa, no soy libre. No termino el libro, por tu culpa, estoy atollada, por tu culpa. Basta ya de la culpa. El culpable es el que culpa. Por no aceptar su propia culpa. Soy culpable. Mea culpa. Si no soy libre, es mi culpa. Así se empieza un pueblo a liberar. Los poetas tenemos la obligación de crear palabras reales, que luego los políticos, las manosean y ensucian para crear la culpa y echarle la culpa a los poetas que le quitaron la culpa a la realidad. Si yo no soy un gran poeta, no le voy a echar la culpa a mi pueblo porque es una colonia. No, yo tengo la culpa. Y me lavo las manos como Poncio Pilato. Ya. Me quité la culpa.
— Quieres oprimir a tu pueblo.
— Quiero dejar de pensar como piensa mi pueblo.
— Quieres dejar de ser puertorriqueña. Americana es lo que tú quieres llegar a ser.
— No tengo que llegar a ser lo que soy.
–¿Tú eres americana? Escúchenla. Dice que es americana.
–¿Por qué voy a negar que nací aquí?
— Pero de dónde. Déjate de trucos.
— Y qué tú piensas de Fidel, dime, qué tú piensas.
— That’s a frivolous question. Fidel transformed my life.