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Mientras recorría el perímetro del jardín trasero, Brandon absorbía las imágenes y sonidos de la fiesta que había reunido a familiares y amigos. Pensó en cuánto habían cambiado su vida y la de sus hermanos en unos pocos años.

Antes habrían celebrado un elegante cóctel con conversaciones apagadas. Allí se oían carcajadas y chapoteos en la piscina. Sonrió al ver a su madre luciendo unos pantalones capri de color rosa, propios de una adolescente. En el aire se mezclaban los aromas de la brisa del océano, la crema de protección solar, el pollo a la barbacoa y la limonada fría.

En ese momento, vio a Kelly al otro lado del jardín, y sintió el júbilo habitual cuando miraba a su bella esposa. Observó con orgullo y amor cómo se acariciaba el vientre en el que un niño esperaba el momento de nacer. Kelly había cambiado su vida para mejor, y en pocos días le haría padre. Brandon sabía que con ella a su lado podía superar cualquier obstáculo, conquistar cualquier miedo.

– Una fiesta genial, hermano -Cameron le dio una palmada en el hombro-. Creo que mamá se sorprendió de verdad.

– Durante un momento, pensé que había dejado de respirar -admitió Brandon, moviendo la cabeza.

– Sí, y luego se echó a llorar -Cameron se rio-. Fue perfecto.

Juntos, contemplaron a la gente. Cameron sonrió al ver a su hijo Jake explicar a su hermanita Samantha cómo hacer correr un camión de juguete por el sendero enladrillado que rodeaba la casa. En la piscina, su primito T.J. se movía en brazos de su orgulloso padre. Adam aseguraba a quien quisiera escucharle que su hijo sería nadador olímpico.

– Gracias por la invitación, Brandon -dijo su primo Aidan, abriendo una botella de cerveza.

– Me alegra que pudierais venir. Ya era hora de que nos conociéramos. Además de ser la sorpresa perfecta para mamá en su cumpleaños.

– Tenéis una familia sensacional -dijo Logan, el gemelo de Aidan, uniéndose a ellos tres.

– Gracias -Cameron sonrió-. Nos alegramos de que seáis parte de ella.

– Todo gracias a tu madre -Aidan soltó una risita-. Dejó a papá sin habla cuando lo llamó. Él llevaba años intentando encontrar a su hermano Bill, pero en el incendio del orfanato se quemaron todos los registros y al final se rindió.

Brandon movió la cabeza. Bill, el esposo de Sally, y su hermano Tom, habían sido adoptados por familias distintas y perdido el contacto. Si no hubiera sido por la testarudez de Sally Duke, tal vez nunca hubieran conocido a sus primos.

– A Sally casi se le rompió el corazón cuando supo lo del incendio -dijo Cameron-. Pero es muy tenaz. Era inevitable que os localizara antes o después.

– Le agradecemos que lo hiciera -dijo Logan-. A papá le encantó poder conoceros a todos.

Los cuatro primos miraron a Sally y al hombre alto y guapo que había junto a ella. Era Tom, el hermano de su difunto marido.

Brandon se fijó en la sonrisa de Tom cuando miraba a Sally. Se volvió hacia Logan.

– Tu padre es viudo, ¿verdad?

– Sí, y tu madre viuda -Logan les lanzó una mirada especulativa-. Caramba.

Adam se enrolló una toalla a la cintura, agarró una botella de cerveza, dio un largo trago y se reunió con sus hermanos y primos.

– Parece que lo están pasando bien -dijo, señalando a Sally y a Tom con la barbilla.

– Sí, eso comentábamos -apuntó Aidan.

– No sé qué pensar -dijo Cameron, pensativo.

Brandon bebió un trago antes de hablar.

– Puede que esta familia aún no haya puesto punto final a su tendencia casamentera.

Kate Carlisle

***