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– No estoy seguro de querer arriesgarme.

– Estamos hablando de un beso o dos -se removió, inquieta-. No es gran cosa.

– Sí es gran cosa si se hace bien.

– Oh -se mordisqueó el labio-. Claro. Pero Roger no lo… en fin.

– Roger no lo hará bien. ¿Ibas a decir eso?

– Sí, pero quería decir que… -nerviosa, se levantó del sofá y cruzó los brazos sobre el pecho-. Todo saldrá bien.

– ¿Eso crees?

– Sí. Seguro -sonrió apretando los dientes-. Ahora ya sé lo que estoy haciendo.

– Ya -farfulló él-. Ahora que te he besado, crees que podrás enseñarle a Roger cómo se hace.

– Puede -tensó la mandíbula, desafiante.

– Tardará casi una semana en llegar -dijo Brandon-. ¿Seguro que recordarás cómo hacerlo?

– Desde luego -se lamió los labios con nerviosismo y Brandon se alegró de estar sentado.

De pronto, se preguntó qué demonios hacía allí sentado mientras ella estaba al otro lado de la habitación, más bonita que ninguna mujer.

La deseaba, aunque fuera una estupidez. Sabía lo que quería, y él siempre iba tras lo que quería. Rindiéndose a lo inevitable, se puso en pie y fue hacia ella.

– ¿No estarías pensando en practicar con alguien más, verdad?

– Claro que no -dejó caer los hombros como si hubiera estado planeando hacer eso mismo.

– Bien -Brandon se acercó lentamente, mirándola a los ojos-. Porque no me gustaría oír rumores de besuqueos desatados entre el personal.

– No los oirás, te lo prometo -musitó ella, retrocediendo un paso-. Al menos, no desatados -añadió, conteniendo una sonrisa.

– ¿Te parece gracioso? -Se acercó aún más-. Besarse de forma desatada no tiene gracia.

– Seguro que tienes razón -asintió ella.

– Créeme, la tengo -estaba tan cerca que veía las pecas de sus mejillas y su nariz.

– ¿Brandon? -se mordisqueó el labio inferior-. ¿Qué estás…?

– Shh -la silenció, observando su deliciosa boca. Cuando se curvó con una sonrisa, ya no pudo resistirse a la tentación. Hizo lo que habría hecho cualquier hombre en su situación. La besó.

Y le pareció el más dulce de los festines. Sabía aún mejor de lo que recordaba. Ladeó la cabeza y profundizó el beso, sintiendo el deseo urgente de tocarla, de hundirse en ella. La rodeó con los brazos e inhaló su delicioso aroma, mientras depositaba suaves besos en su cuello.

– Brandon sé que no querías…

– Shh -apartó el cuello de la camiseta para besarle la piel del hombro-. Quiero.

– ¿Seguro? -susurró ella.

– Eso me toca preguntarlo a mí -replicó él.

– Oh -lo miró con ojos brillantes-. Pues yo sí. Estoy muy, muy segura.

– Es cuanto necesitaba oír -deslizó la mano por su costado, subiendo hasta la curva del pecho. Tal y como había deseado todo el día, acarició su pezón con el pulgar hasta que se endureció.

– Por favor, no pares -gimió ella.

– Ni en sueños -agachó la cabeza y capturó sus labios. Fue un placer instantáneo e intenso. Ella, deseosa, abrió la boca, acogiéndolo en su calidez y rodeando su cuello con los brazos-. Quiero tocarte, Kelly -masculló.

– Mmm, eso me gustaría.

Él no necesitó más. La levantó en brazos y fue hacia la cama. Ella cubrió su cuello y su hombro de besos. Cuando llegaron a la cama, la depositó encima y se puso a horcajadas sobre ella. Agarró el bajo de la camiseta y se la sacó de un tirón. Con los brazos estirados encima de la cabeza y el cabello desparramado sobre la almohada, parecía salida de un sueño de Brandon. Haciendo un esfuerzo para ir despacio, deslizó la mano bajo su espalda y le desabrochó el sujetador.

– Eres impresionante -musitó, reverente.

Kelly sonrió y le acarició la mejilla, casi como si le costara creer que era real. Brandon no creía haberse sentido nunca tan vivo como en ese momento. Inclinó la cabeza sobre sus senos y succionó primero un pezón y luego el otro. Ella se arqueó hacia él con un gemido.

Las manos de él siguieron acariciando sus senos mientras su boca iniciaba una sensual exploración desplazándose estómago abajo y deteniéndose aquí y allá para saborear su piel suave. Cuando llegó al centro ardiente de su feminidad, ella se estremeció con anticipación y él se apresuró a satisfacerla. Perdió la noción del tiempo, consciente solo de sus suaves gemidos de deleite y del placer que sentía al provocarlos. Hasta que oyó su nombre.

– Por favor, Brandon. Te necesito, ahora.

Al oír eso, Brandon se levantó, se quitó la ropa y la tiró sobre una silla. Sacó un preservativo de un bolsillo y se lo puso. Cuando volvía a su lado, Kelly se lamió los labios y a Brandon casi le fallaron las rodillas. En ese momento la deseaba más que a ninguna mujer.

La colocó sobre él, agarrando sus nalgas con ambas manos mientras la guiaba hacia su erección. Al tiempo que devoraba su boca, se hundió en su calor, llenándola por completo.

Sus cuerpos se movieron en un ritmo perfecto, como si hubieran sido creados para eso. La pasión era explosiva. Brandon nunca se había sentido más poderoso, más arrebatado por una necesidad: llevarla al placer infinito.

El cuerpo de ella pugnaba por acercarse más, tanto que los latidos de su corazón le resonaban en el pecho. Sus labios encontraron los suyos y moldearon su boca con tanta dulzura que él perdió el control. Con una desesperación jamás sentida, se hundió en ella una y otra vez. Ella gritó su nombre, estremeciéndose. La abrazó con más fuerza y siguió hasta contestar con su propio grito y lanzarse tras ella al delicioso abismo.

Capítulo 4

– Así que esto es lo que causa tanto revuelo -dijo Kelly por fin, con voz maravillada.

Por fin, Brandon había recuperado el aliento y su cabeza había dejado de dar vueltas. Se puso de costado y, aunque estaba más afectado de lo que quería admitir, le ofreció una sonrisa segura.

– Sí, esto es. ¿Por qué suenas tan sorprendida? Sé que lo has hecho antes.

– No así -murmuró ella. Después se puso a ahuecar la almohada que tenía bajo la cabeza.

– ¿Estás diciéndome que el tonto de tu exnovio nunca te satisfizo? -colocó los dedos bajo su barbilla y la obligó a mirarlo.

– Roger me dijo que no era muy buena en la cama -admitió ella con desgana-. El término exacto fue «pésima» -admitió.

– Se equivocaba del todo, cielo. Lo sabes, ¿no?

– Ahora sí. Pero entonces no estaba segura.

– Bueno, eso fue entonces y esto es ahora -sacudió la cabeza, negándose a pensar en ese tipo un segundo más-. Yo estoy muy seguro.

– ¿De verdad? -su sonrisa era tan tenue que a él casi le rompió el corazón.

– Maldición, Kelly, ¿no ves lo tentadora que eres? Olvida lo que te dijo ese idiota. Es obvio que te culpaba de su propia ineptitud -se recostó en el cabecero y la atrajo hacia así-. Se equivocaba, ¿me oyes? Eres fantástica. Sexy. Nunca había… -se detuvo y tomó aire-. Digamos que mi cerebro aún está dando botes por lo ardiente que eres.

Ella sonrió con alegría, volviendo a hipnotizarlo con su boca.

– Vale -aceptó-. Te creo.

– Bien -gruñó él-. Y deberías creerme cuando digo que ese tipo necesita que le den una lección.

– Eso es justo lo que pienso hacer -su sonrisa se apagó. Le tocó el pecho-. ¿Me harías un favor?

– ¿Otro? -soltó una risita cuando ella le dio una palmada en el pecho. Agarró su mano con cariño-. Claro que te haré un favor, preciosa. ¿Cuál?

– Mañana no quiero oír palabras de arrepentimiento, culpabilidad o vergüenza -le dijo-. Por favor, Brandon. Esto ha sido maravilloso y me siento feliz. No quiero que caiga una sombra sobre lo ocurrido esta noche.

– Trato hecho. No habrá sombras.

– Gracias -esbozó una sonrisa sexy-. Y te las doy en todos los sentidos.

– Ahora te toca a ti hacerme un favor. No quiero oír más palabras de agradecimiento, ¿me oyes?