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– De acuerdo, no más «gracias».

– Gracias -repuso él. Los dos se rieron. Luego él se inclinó para besarla.

– Me gusta mucho como besas -confesó Kelly. Le devolvió el beso, excitándolo de nuevo.

– Por si no te habías dado cuenta, creo que es bastante obvio que a mí me gusta todo de ti.

Seguidamente, procedió a demostrarle cuánto.

Mucho más tarde, después de la segunda, o tercera, vez que hacían el amor, Brandon rodeó a Kelly con los brazos.

– Mmm -musitó ella-. Es agradable.

– Sí que lo es -corroboró él. Pero una parte de él cuestionaba lo que estaba haciendo. Se sentía demasiado bien y eso podría ser un problema. Tal vez debería irse y volver a su dormitorio. Tenía que ser más de medianoche, pero aún podría descansar bastantes horas.

A Brandon le dio vueltas la cabeza. No podía estar pensando en dejarla en ese momento. Pero si se quedaba allí, tenían que hablar.

– Oye, no te estás enamorando de mí, ¿verdad? -preguntó, rodeando su cintura con un brazo.

– ¿Qué? -ella giró hasta ponerse de cara a él. Esbozó una sonrisa traviesa-. Yo tendría que hacerte la misma pregunta.

– Eh, conozco las normas -él soltó una risita.

– Mejor -dijo ella con seriedad simulada-, porque soy una mujer muy ocupada y no quiero tener que aguantar que me sigas por la oficina.

– Intentaré contenerme -bromeó él.

– Eso espero -su sonrisa se desvaneció-. Ya que estamos, habría que acordar algunas cosas.

– ¿Como qué?

– Como que no quiero que el personal comente nuestros asuntos privados.

– Yo tampoco. Seremos discretos.

– Muy bien -hizo una mueca-. ¿Y tu familia? Llegarán dentro de unos días y no me gustaría que descubrieran que me acuesto con mi jefe.

– Lo entiendo -Brandon le acarició la mejilla. Sentía un respeto total por ella, pero otros podrían considerar su relación íntima inapropiada.

– Por eso, cuando llegue tu familia deberíamos dejar de vernos.

– Aunque odio admitirlo, probablemente sea buena idea -rezongó él, acariciando su muslo-. Pero hasta entonces…

– Mmm, sí. Hasta entonces podrías volver a demostrarme la razón de tanto revuelo.

– ¿Adónde fuiste anoche? -preguntó Cameron Duke cuando Brandon contestó al teléfono la mañana siguiente-. Te llamé varias veces.

– Puede que hubiera salido a correr -improvisó Brandon-. ¿A qué hora llamaste?

– La primera vez a las siete, lo intenté un par de veces más antes de las ocho.

– Lo siento, hermano. Puse el teléfono a cargar y me olvidé de encenderlo. ¿Qué querías?

– Mamá insistió en que te llamara para confirmar las reservas. Al final decidí llamar a Kelly, pero ella tampoco contestaba al teléfono.

– Tal vez salió a cenar.

– ¿Sin su teléfono? No nuestra Kelly.

– Es raro, sin duda -Brandon odiaba mentir a sus hermanos, pero no podía decirles que había pasado toda la noche con su ayudante. Al pensar en ello, deseó estar aún en la cama con ella, abrazándola. Dentro de ella. Junto a su piel suave.

– Entonces, ¿podremos utilizar los dos carritos de golf para la visita a los viñedos?

– ¿Qué? -Brandon sacudió la cabeza para borrar las imágenes eróticas que había conjurado-. Sí.

– ¿Estás bien, hermano? Suenas como si estuvieras pensando en otra cosa.

– Ya sabes cómo es esto. Tengo toda una lista de cosas -se rascó la mandíbula, preguntándose qué diablos le ocurría a su cerebro. Nunca se había distraído pensando en una mujer en horas de trabajo. Tenía que concentrarse en los negocios.

– Claro que lo sé -dijo Cameron-. Solo espero que estés preparado para lo que está por llegar.

Brandon se mesó el pelo y se obligó a liberar su mente de la gloriosa imagen de Kelly desnuda.

Al igual que sus hermanos, nunca dejaba nada relativo a los negocios al azar. Había mantenido incontables reuniones con los encargados del hotel y del restaurante, y toda la plantilla llevaba semanas trabajando a tiempo completo. Cada día, los directores asignaban el papel de huésped a distintos empleados, y los demás practicaban sus funciones con ellos. El equipo directivo revisaba y resolvía cualquier problema o dificultad que surgiera, y repetían el proceso al día siguiente. Era la mejor manera de solucionar cualquier fallo antes de la inauguración oficial.

El chef y el equipo de cocina habían diseñado un nuevo menú y Brandon sabía que las críticas serían fantásticas. El Mansion Silverado Trail pronto se convertiría en un hito en la ruta del vino.

Sus hermanos llegarían con sus esposas el jueves, para una última reunión preinauguración. Su madre llegaría con sus amigas el viernes.

– Estoy todo lo preparado que puedo estar -dijo Brandon. Soltó una risita al imaginarse a su madre con sus amigas pasándolo bien en el Mansion.

– Me alegra oírlo -dijo Cameron.

Cuando colgó el teléfono, Brandon pensó cuánto había cambiado su familia en el último año. Nadie habría pensado que los hijos de Sally Duke pasarían de ser solterones empedernidos a hombres de familia en tan poco tiempo. Bueno, dos de tres. Cameron y Adam habían sucumbido a los encantos de dos bellas mujeres, pero Brandon no iba a seguir sus pasos. De ninguna manera.

Sonrió y volvió a jurarse que no sería víctima de las mañas de casamentera de su madre. Sally negaba ser culpable de que Cameron y Adam se hubieran enamorado de sus respectivas esposas, pero no la creían. Brandon y sus hermanos no sabían cómo lo había conseguido, pero estaban seguros de que había tenido algo que ver.

No se trataba de que no quisiera a Sally Duke. La adoraba y le debía la vida. Desde el día que lo había salvado de ser enviado a un correccional, estaba en deuda con ella. Brandon había supuesto un gran riesgo que Sally había aceptado.

Sally era una viuda joven, generosa y rica, cuyo adorado esposo, William, había sido un niño de acogida. Ella, para colaborar con el sistema que había salvado a un hombre tan maravilloso como William, había adoptado a tres chicos de la misma edad: Brandon, Adam y Cameron.

Cuando los tres niños de ocho años aprendieron a confiar los unos en los otros, hicieron un juramento de lealtad. Eran hermanos de sangre y nada los separaría. Como parte de su pacto, prometieron no casarse ni traer niños al mundo, porque sabían que la gente casada se hacía daño, y que los padres, excepto Sally, herían a sus hijos.

Sally los había educado bien, y se habían convertido en hombres buenos, fuertes y, la mayor parte del tiempo, listos. Brandon había advertido a sus hermanos que Sally pretendía casarlos a todos, pero no le habían escuchado. Adam conoció a Trish y se enamoró. Meses después, Cameron se reencontró con Julia, un antiguo amor, y descubrió que tenían un hijo, el pequeño Jake. Ambos se habían casado recientemente y eran muy felices. Adam y Trish estaban a punto de ser padres.

Así que tanto Adam como Cameron habían roto el pacto. Brandon les había dicho que entendía que eran débiles y había renovado el juramento solo. Se habían reído y burlado de él. Pero lo cierto era que, antes de conocer a sus hermanos, Brandon ya había decidido no casarse ni tener hijos. Le bastaba con recordar las brutales palizas que había recibido de su padre, cuando su madre drogadicta les abandonó, para no querer transmitir esos genes a otro ser.

Por esa razón, sus relaciones con mujeres eran siempre superficiales. Sus aventuras solo duraban unas semanas, dos meses como máximo. Además, Brandon no solía permitirse pasar la noche entera con una mujer. No le gustaba que se hicieran esperanzas y pensaran que podían mantener con él algo más que una aventura pasajera.

Esa práctica se había ido al traste la noche anterior, con Kelly. Había planeado marcharse a dormir a su propia cama, pero había sido incapaz de alejarse de su dulzura. Por la mañana se habían duchado juntos y hecho el amor de nuevo.