Выбрать главу

– Mis chicos también solían ir esquiando hasta allí -dijo Heddy- Anna sirviéndose un poco más de estofado-. Lástima que el monasterio esté al otro lado de la frontera, el dinero de los turistas nos vendría muy bien.

El sonido del teléfono los hizo reír a todos. Heddy- Anna se limpió la boca con su servilleta, guiñó el ojo a sus amigos, se llevó un dedo a los labios y esperó al quinto tono para responder con voz débiclass="underline"

– ¿Digaaaa? -Se puso en pie para ver mejor la pizarra-. No oigo. Habla más fuerte. Espera, tengo que sentarme. Hoy me duele mucho el pie. Se me ha dislocado y he tenido que pasar la noche tendida en el suelo.

Luego, su expresión cambió.

– ¿Cómo que se ha «equivocado de número»? ¿No es Eddie? -Colgó el teléfono-. Falsa alarma -dijo a sus amigos, y se sentó para seguir comiendo.

– Lo has hecho muy bien -dijo en tono de elogio la mujer que estaba a su lado-. Te estás superando, Heddy- Anna.

El teléfono volvió a sonar. Esta vez Heddy Anna se aseguró de quién era el interlocutor antes de recitar su lista de achaques.

– Y aparte de eso… -continuó con lágrimas en su voz.

El que estaba más cerca del teléfono se levantó de un salto y señaló el punto seis de la lista. Heddy- Anna asintió con la cabeza.

– … Ya no noto el sabor de lo que como. Estoy adelgazando a marchas forzadas…

Me parece que ya sé lo que está pasando aquí en Valonia, pensó Sterling. Ahora me gustaría estar en la siguiente estación y echar un vistazo a Marissa.

Salió de la casita de piedra, miró hacia las montañas y luego elevó los ojos al cielo.

¿Puedo volver a casa de Marissa, por favor? y que sea el mes de abril, pidió. Después cerró los ojos.

Los sauces son los primeros en notar la primavera, pensó Sterling mientras contemplaba la graciosa salceda que había en el césped frente a la casa de Marissa en Madison Village. Los árboles estaban envueltos en una bruma rosada, un avance de los capullos que pronto serían visibles.

El crepúsculo estaba empezando a posarse mientras desaparecían los últimos rayos de sol. Entró en la casa y encontró la familia sentada a la mesa.

Ocupó una silla lo más alejada posible de los mellizos, que estaban aporreando sus sillitas con sendas cucharas.

Marissa se sentaba en frente de ellos, pinchando en silencio un pequeño pedazo de pollo.

Denise y Roy estaban a ambos extremos de la mesa, cada cual con su silla pegada a un costado de modo que pudieran dar de comer a uno de los pequeños.

– ¿Cómo te ha ido el colegio? -le preguntó Roy a Marissa, mientras conseguía introducir en la boca de Robert una cucharada de puré de patata.

– Supongo que bien -dijo ella lacónicamente.

– No estás comiendo, Marissa. Haz el favor de comer algo -le rogó Denise, y de repente cerró la boca al recibir una mirada de advertencia por parte de Roy.

Marissa soltó el tenedor.

– Es que no tengo hambre, de verdad. ¿Puedo levantarme?

Denise dudó un poco y luego asintió con la cabeza.

– Papá y NorNor llamarán dentro de una hora.

– Ya lo sé.

– Te avisaré, y así podrás ir a tu cuarto y hablar con ellos.

Sterling estuvo tentado de seguir a Marissa pero decidió que quería oír lo que Denise le diría a Billy cuando este telefoneara.

Cuando Marissa estuvo arriba, Denise le dijo a Roy:

– No me he atrevido a hablar de los informes del colegio. Parece ser que en clase no se concentra. El profesor asegura que Marissa se culpa de la partida de Billy y de Nor, que ella piensa que debió de hacer algo malo.

– Les pasa a muchos niños cuando a sus padres les sucede algo, ya sea la muerte, el divorcio o la separación -dijo Roy-. Hemos de ser comprensivos, nada más.

Roy es una buena persona, pensó Sterling. Hace todo lo que puede.

Los mellizos empezaron por turnos a quejarse, estaban hartos de estar sentados a la mesa.

Roy picó un poco más de ensalada y luego se levantó.

– Tomaré café más tarde. Voy a llevar a estos dos arriba y les prepararé la bañera.

Denise empezó a recoger la mesa. El teléfono sonó minutos después.

– Ah, Billy, no esperaba tu llamada hasta más tarde -dijo-. No, no, Marissa está en casa. Si sabe que vas a llamar, no se mueve de aquí por miedo a perdérselo. ¿Alguna novedad?

Escuchó y luego dijo:

– Cuando hables con ella, dile lo orgulloso que estás de que siempre haya sido tan buena alumna. Los dos sabemos que haría cualquier cosa por complacerte. Bueno, te paso con ella. Saluda a Nor de mi parte.

Dejó el auricular encima de la mesa y llegó a la escalera.

– Marissa -llamó.

– ¿Es papá? -Marissa estaba ya en el rellano.

– Sí.

Sterling corrió escaleras arriba y siguió a la niña hasta el dormitorio de los padres. Ella cerró la puerta después de entrar.

Durante varios minutos, Sterling escuchó cómo Marissa le rogaba a su padre que volviera. Le prometió que no se pondría pesada pidiéndole que la llevara al cine, que no intentaría retenerle al teléfono para que hablara con ella cuando supiera que estaba ocupado, o que…

Sterling se acercó para escuchar lo que Billy estaba diciendo.

– ¡No quiero que pienses esas cosas, Marissa!

Esto no tiene nada que ver con nada que tú hayas hecho. Me gustó mucho cuando me telefoneaste…

– Entonces ¿por qué no me das tu número de teléfono? -pidió Marissa con lágrimas en los ojos.

– Es que no puedo, Rissa. Para llamarte he de hacerla desde el teléfono de otra persona. NorNor y yo solo queremos volver a casa lo antes posible.

En cuanto regrese, te explicaré todo lo que pasa, te lo prometo…

Después de despedirse medio llorosa, Marissa volvió a su cuarto, se sentó a su mesa y puso en marcha el equipo de música.

Sonó el último single de su padre. «I know what I want… I know what I need…»

Sterling la vio apoyar la cabeza en los brazos y deshacerse en lágrimas. Yo te daré lo que quieres y necesitas, pequeña, le juró Sterling. Y lo haré aunque tenga que remover cielos y tierra. Mejor dicho, con la ayuda del cielo, se corrigió.

Cerró los ojos y dirigió sus pensamientos al Consejo Celestial. ¿Puedo trasladarme a donde están ahora mismo los hermanos Badgett?

Cuando Sterling abrió los ojos, se encontró dentro de un restaurante sobre el agua amplio, bullicioso y ruidoso.

A menos que los hermanos estén viajando, supongo que esto será Long Island Sound, pensó. Observó a una mujer que estaba estudiando la carta. En la cubierta decía SAL'S ON THE SOUND.

Era un sitio donde servían filetes y marisco.

Gente provista de baberos atacaba alegremente unas pinzas de langosta; el solomillo era, al parecer, uno de los platos favoritos. Se fijó también en que muchos comensales habían elegido su aperitivo preferido, cóctel de gambas.

Pero ¿dónde se habían metido Junior y Eddie?

Estaba haciendo su segunda ronda de las mesas cuando advirtió un rincón semicircular con una espléndida vista del agua. Tras mirar con más detenimiento, vio que sus tres ocupantes no eran otros que Junior, Eddie y una Jewel escasamente vestida.

Los hermanos acababan de concluir una de sus entrevistas telefónicas a Heddy- Anna, y como de costumbre estaban los dos muy preocupados por ella. Jewel les había sugerido que lo mejor era salir a cenar a un sitio tranquilo.

Estaban bebiendo unos combinados, y el camarero procedía a tomarles nota.

Sterling se sentó cerca de ellos junto a la ventana. ¿Qué habrán pedido para cenar?, se preguntó.

– Creo que no podré comer nada -se lamentó Eddie-. Cuando pienso en lo enferma que está mamá, me dan ganas de llorar.

– Si solo fueran ganas, Eddie -le dijo Jewel-. Tienes la nariz roja. -Dio una palmadita a la mano de Junior-. Tú también, corderito mío.

Junior retiró la mano.

– Estoy resfriado.

– Y la alergia, cariño -dijo Jewel tras darse cuenta de su error-. Es el peor momento del año para las alergias. Y este está siendo uno de los peores.