Por supuesto, lo que entonces sluchó fue que mis compañeros de celda se despertaron y se unieron a la pelea, tolchocando un poco a ciegas en la semioscuridad, y el chumchum pareció despertar a todo el pabellón, de modo que se podían slusar los gritos y los golpes de los recipientes de hojalata contra la pared, como si todos los plenios de todas las celdas hubieran creído que se iniciaba una gran fuga, oh hermanos míos. Se encendieron las luces y vinieron los chasos vestidos con camisa, pantalones y gorros, sacudiendo los bastones. Pudimos videarnos los litsos enrojecidos, y los puños que se alzaban, y todos crichaban y maldecían. Entonces formulé mi queja, y todos los chasos dijeron que de cualquier modo Vuestro Humilde Narrador era el que había empezado, pues no tenía ni un arañazo, salvo el crobo colorado de ese horrible plenio; le caía de la rota, donde yo le había clavado la ruca. Me puse realmente besuño. Dije que no dormiría allí otra naito si las autoridades de la cárcel estaban dispuestas a permitir que esos prestúpnicos horribles, vonosos y pervertidos se me echaran encima cuando yo no podía defenderme. -Espera hasta la mañana -me dijeron-. ¿Su alteza quiere un cuarto privado con baño y televisión? Bien, ya lo arreglaremos por la mañana. Pero ahora, pequeño drugo, hunde la golová ensangrentada en la poduchca de paja, y que nadie nos venga con problemas. ¿De acuerdo?
Y los chasos se marcharon después de formular severas advertencias a todos, y poco después se apagaron las luces y yo dije que me quedaría sentado el resto de la naito, pero primero le hablé a ese horrible prestúpnico: -Anda, ocupa mi camastro si quieres. Ya no me interesa. Pusiste ahí el ploto horrible y vonoso y ahora todo huele a cala. -Pero entonces intervinieron los otros. El Judío Gordo dijo, todavía sudando por la bitba en la oscuridad:
– No tienes que hacer eso, hermano. No le aflojes a este maricón. -Y el nuevo le contestó:
– Cierra la trampa, yid -queriendo decirle que se callara, pero era una cosa muy insultante. El Judío Gordo ya iba a largarle un tolchoco, y el doctor dijo:
– Vamos, caballeros, no queremos problemas, ¿verdad? -y hablaba con la golosa refinada, pero este nuevo prestúpnico realmente se la estaba buscando. Se videaba que se creía un bolche veco muy importante, y que no le correspondía, por dignidad y posición, compartir una celda con otros seis y tener que dormir en el suelo. Miró al doctor burlonamente:
– Oh, así que no quieres más problemas, ¿no es así, Archibolas? -Entonces habló Jojohn, magro, enjuto y nudoso:
– Si no podemos dormir, seamos educados al menos. Nuestro nuevo amigo necesita una lección. -Aunque se especializaba en ataques sexuales, Jojohn sabía goborar bien, en un tono discreto y preciso. El plenio nuevo le contestó:
– Ca co cu, terrorcito de mi alma. -Y ahí empezó todo, pero con cierta extraña discreción, porque nadie elevaba mucho la golosa. Al principio el nuevo plenio crichó un poco, pero la Pared le daba puñetazos en la rota mientras el Judío Gordo lo sostenía contra los barrotes, para que pudieran videarlo a la malenca luz roja que venía del pasillo, y él decía oh oh oh. No tenía mucha fuerza, y los tolchocos que devolvía eran muy débiles, y supongo que eso le venía de hacer mucho chumchum con la golosa y de darse aires. De todos modos, al ver el viejo crobo colorado que le brotaba a la luz roja, sentí que la vieja alegría se me movía subiendo por las quischcas , y dije:
– Déjenmelo, salgan, déjenmelo ahora, hermanos. -Y el Judío Gordo contestó:
– Sí, muchacho, es lo justo. Dale, Alex. -Y todos miraron mientras yo castigaba al prestúpnico en la semioscuridad. Lo llené de golpes, bailando alrededor a pesar de que yo tenía los botines desatados, y después le hice una zancadilla y cayó pum pum al suelo. Entonces le tiré una patada realmente joroschó a la golová, y el plenio dijo ooohhh, y largó un ronquido como un veco que duerme, y el doctor intervino:
– Muy bien, creo que esa lección bastará -dijo, y entornó los ojos para videar al veco golpeado que estaba en el suelo-. Tal vez ahora está soñando que en el futuro lo mejor será comportarse bien. -Todos volvimos a nuestros camastros, pues nos sentíamos muy cansados. Lo que soñé, oh hermanos míos, era que yo estaba en una orquesta muy grande, con centenares de músicos, y el director era una mezcla de Ludwig van y G. F. Handel, y parecía muy sordo y ciego y cansado del mundo. Yo estaba con los instrumentos de viento, pero lo que tocaba era como un fagot blanco y rosado, hecho de carne y que me salía del ploto, justo en medio de la barriga, y cuando soplaba tenía que smecar ja ja ja muy alto, porque me hacía como cosquillas, y entonces Ludwig van G. F. se irritaba y se ponía besuño. Acercaba la rota a mi litso y me crichaba fuerte en el uco, y yo me despertaba sudando. Por supuesto, el chumchum muy alto resultó ser el timbre de la prisión que hacía brrr brrr brrr. Era una mañana de invierno, y yo tenía los glasos pringosos de sueño, y cuando los abrí me dolieron mucho por la luz eléctrica que habían encendido en todo el zoo. Bajé los ojos y vi al nuevo prestúpnico sobre el suelo, ensangrentado y sucio, y todavía fuera fuera fuera de combate. Recordé la noche anterior, y la idea me hizo smecar un poco.