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Como su nombre lo indica, los duelos…duelen. Y no se puede evitar que duelan. Quiero decir, el hecho concreto de pensar que voy hacía algo mejor que aquello que dejé es muchas veces un excelente premio consuelo, que de alguna manera compensa con la alegría de esto que vivo el dolor que causa lo perdido.

Pero atención: COMPENSA pero no EVITA APLACA pero no CANCELA ANIMA a seguir pero no ANULA la pena. Siempre recuerdo el día que dejé mi primer consultorio Era un depto alquilado realmente rasposo, de un solo ambiente chiquitito, oscuro, interno, bastante desagradable. A veces digo que no soy psicoanalista porque el paciente acostado no entraba en ese consultorio, había que estar sentando. Y un día, cuando me empezó a ir mejor, decidí dejar ese depto. para irme a un consultorio más grande, de dos ambientes, mejor ubicado. Para mí era un salto impresionante. Y sin embargo, dejar ese.consultorio, donde yo había empezado, me costó muchísimo. Si no hubiera sido por mi hermano que vino a ayudarme a sacar las cosas, me habría quedado sentado, como estaba cuando él llegó, mirando las paredes, el techo, las grietas del baño, mirando el calefón eléctrico…porque no hubiera podido ni empezar a poner las cosas en los canastos. Él me había venido a ayudar, y empezó a descolgar los cuadros y a ponerlos en el piso…él sacaba y yo ponía…así durante horas para poder dejar ese lugar y partir hacía algo mejor, hacía el lugar que había elegido para mi futuro y mi comodidad… Lo increíble es que yo lo sabía y lo tenía muy presente, pero esto no evitaba el dolor de pensar en aquello que dejaba. Las cosas que uno deja siempre tiene que elaborarse. Siempre tiene uno que dejar atrás las cosas que ya no están aquí, aun cuando de alguna forma sigan estando…(?) Quiero decir, hace 26 años que estoy casado con mi esposa, yo sé que ella es siempre la misma, tiene el mismo nombre, el mismo apellido, la puedo reconocer, se parece bastante a aquella que era, pero también sé que no es la misma.- Desde muchos ángulos es totalmente otra. Por supuesto que físicamente hemos cambiado ambos (yo más que

ella), pero más allá de eso cuando pienso en aquella Perla que Perla era, de alguna manera se me confronta con esta que hoy es. Y en las más de las cosas me parece que ésta me gusta mucho más que la otra. Y digo, es fantástica esta Perla comparada con aquella, es maravilloso darse cuenta de cuánto ha crecido, es espectacular; pero esto no quiere decir que yo no haya tenido que hacer un duelo por aquella Perla que fue. Y fíjense que no estoy hablando de la muerte de nadie, ni del abandono de nadie, simplemente estoy hablando de alguien que era de una manera y que hoy es de otra. Que el presente sea aun mejor que el pasado no quiere decir que yo no tenga que elaborar el duelo. El mapa no es el territorio. Hay que aprender a recorrer este camino, que es el camino de las pérdidas, hay que aprender a sanar estas heridas que se producen cuando algo cambia, cuando el otro parte, cuando la situación se acaba, cuando ya no tengo aquello que tenía o creía que tenía o cuando me doy cuenta de que nunca lo tendré lo que esperaba tener algún día (y ni siquiera es importante si verdaderamente lo tuve o no). Este sendero tiene sus reglas, tiene sus pautas. Este camino tiene sus mapas y conocerlos ayudará seguramente a llegar más entero al final del recorrido. Un ingeniero que se llamaba Korzybski decía que en realidad todos construimos una especie de esquema del mundo en el que habitamos, un "mapa" del territorio y en él, vivimos. Pero el mapa, aclara, NO es el territorio. El mapa es apenas nuestro mapa. Es la idea que nosotros tenemos de cómo es la realidad, aunque muchas veces esté teñida por nuestros prejuicios. Aunque no se corresponda exactamente con los hechos, es en ESE mapa donde vivimos. No vivimos en la realidad sino en nuestra imagen de ella. Si en mi mapa tengo registrado que aquí en mi cuarto hay un árbol, aunque no lo haya, aunque nunca haya existido, aunque el árbol no esté en el de Uds. y todos pasen por este lugar sin miedos ni registro alguno, yo voy a vivir esquivando este árbol por el resto de mi vida. Y cuando me vean esquivar el tronco Uds. me van a decir: -¿Qué hacés, estás loco? Y yo voy a pensar "los locos son ustedes". Desde afuera de mi mapa esta conducta puede parecer estúpida y hasta graciosa, en los hechos puede resultar bastante peligrosa Dicen que una vez un borracho caminaba distraído por un campo. De pronto vio que se le venían encima dos toros, uno era verdadero y el otro imaginario.

El tipo salió corriendo para escapar de ambos hasta que consiguió llegar a un lugar donde vio dos enormes árboles. Un árbol era también imaginario pero el otro por suerte era verdadero. Borracho como estaba, el pobre desgraciado trató de subirse al árbol imaginario y lo agarró el toro real… Y por supuesto…colorín…colorado. Es decir, depende de cómo haya trazado este mapa de mi vida, depende del lugar que ocupa cada cosa en mi esquema, depende de las creencias que configuran mi ruta, así voy a transitar el proceso de la pérdida.

Un camino que empieza cuando sucede o cuando me doy cuenta de una pérdida y termina cuando esa pérdida ha sido superada. No se puede hablar de duelos y de pérdidas desconociendo el pequeño malestar que nos producen estos temas. De alguna manera un malestar que vale la pena en el sentido de aprender algunas cosas o revisar algunas otras, para sistematizar lo que todos sabemos. Nada de lo que escriba acá será extraño o misterioso para los que lo lean. De una o de otra manera todos hemos visto, hemos pasado, hemos sentido o hemos estado cerca de lo que otros sentían en relación a un dolor. La mala noticia para los que leen esto es a la vez una afortunada situación para mí, porque yo sé que pensar en la muerte de un ser querido es una cosa para quien lo ha vivido y otra para quien solamente habla de ello. Por mucho que yo haya leído sobre esto, por mucho que yo haya visto sufrir a otros, por mucho que yo haya acompañado a otros, siento que es casi insolente escribir del tema sin haber pasado por ese lugar, sin haberlo padecido personalmente. Yo sé que en este punto la experiencia de lo vivido y padecido enseña de verdad mucho más, muchísimo más, que todo lo que cualquiera pueda leer.

Pérdidas inevitables. Este libro no habla sólo de la muerte de los seres queridos. A lo largo de nuestras vidas las pérdidas constituyen un fenómeno mucho más amplio y para bien o para mal, universal. Perdemos, no sólo a través de la muerte sino también siendo abandonados, cambiando, siguiendo adelante.

Nuestras pérdidas incluyen también las renuncias conscientes e inconscientes de nuestros sueños románticos, la cancelación de nuestras esperanzas irrealizables, nuestras ilusiones de libertad, de poder y de seguridad, así como la pérdida de nuestra juventud, aquella irreverente individualidad que se creía para siempre ajena a las arrugas, invulnerable e inmortal.

Pérdidas que al decir de Judith Viorst nos acompañan toda una vida, pérdidas necesarias, pérdidas que aparecerán cuando nos enfrentemos no sólo con la muerte de alguien querido, no sólo con un revés material, no sólo con las partes de nosotros mismos que desaparecieron, sino con hechos ineludibles como… que nuestra madre va a dejarnos y nosotros vamos a dejarla a ella; que el amor de nuestros padres nunca será exclusivamente para nosotros; que aquello que nos hiere no siempre puede ser remediado con besos; que, esencialmente, estamos aquí solos; que tendremos que aceptar el amor mezclado con el odio y lo bueno con lo malo; que a pesar de ser como se esperaba que sea, una chica no podrá casarse con su padre; que algunas de nuestras elecciones están limitadas por nuestra anatomía; que existen defectos y conflictos en todas las relaciones humanas; que nuestra condición en este mundo es implacablemente pasajera; que no importa cuán listos seamos, a veces nos toca perder; y que somos tremendamente incapaces de ofrecer a nuestros seres queridos o a nosotros mismos la protección necesaria contra el peligro, contra el dolor, contra el tiempo perdido, contra la vejez y contra la muerte. Estas pérdidas forman parte de nuestra vida, son constantes universales e insoslayables. Y son pérdidas necesarias porque crecemos a través de ellas. De hecho, somos quienes somos gracias a todo lo perdido y a cómo nos hemos conducido frente a estas pérdidas. Por supuesto que trazar este mapa nos pone en un clima diferente del que algunos de Uds. Encontraron recorriendo e de la autodependencia o el del encuentro. El clima de aquellos era el clima de descubrirse uno mismo, de descubrir el disfrute, de ser lo que uno es junto a otros. Pero hablar de la elaboración del duelo no parece un tema que nos remonte al disfrute, que nos remonte a la alegría, es un tema que tiene una arista que conecta, por supuesto, con el dolor. Este camino, el de las lágrimas, enseña a aceptar el vínculo vital que existe entre las pérdidas y las adquisiciones. Este camino señala que debemos renunciar a lo que ya no está y que eso es madurar.