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Cuando le mostramos lo que sentimos, el niño nos percibe más cercanos y es más fácil que nos diga él también lo que le está pasando.

Cerca y lejos.

Permitirle estar cerca, sentarse a su lado, sostenerlo en brazos, acariciarlo, escucharlo, llorar con él…es importante para el niño pero también puede ser adecuado buscar momentos para estar separados: dejarlo solo en su habitación, dejarlo salir a jugar con un amigo… Si es necesario tranquilizarlo haciéndole saber que estaremos ahí cerca por si nos necesita.

Reacciones en los niños ante la muerte.

Es necesario estar atentos a la aparición de algunos signos de alerta que, si bien en sí mismos no señalan una alarma, deberán ser consultados si se mantienen o si se agravan con el paso del tiempo…Pérdida de interés por las actividades o acontecimientos de la vida cotidiana.

Dificultades para conciliar el sueño.

Pérdida de apetito o lo opuesto.

Miedo de quedarse solo.

Comportamiento regresivo (hacerse pis en la noche, hablar como un bebé…)

Imitación excesiva de la persona fallecida.

Expresiones repetidas del deseo de reencontrarse con el fallecido.

Actitudes hostiles peligrosas con el afuera o amenaza de daño a su propio cuerpo.

Fracaso escolar importante o negativa de ir a la escuela.

Negación, ansiedad, síntomas físicos o reacciones hostiles.

Situación, momificación, idealización y culpa.

Aislamiento.

Una vez transcurridos los primeros días.

Cuando se vuelve a la cotidianidad, será conveniente continuar hablando de la persona que ha muerto, recordarla, hablar de lo bueno que nos ha dejado, de sus gustos, de sus ilusiones…y así posibilitaremos que siga viviendo, si bien de otra manera, en la mente y en el corazón de nuestros hijos y ello podrán ir elaborando el duelo por su pérdida.

Asegurarles que no olvidaremos a la persona fallecida.

Resumiendo.

La principal diferencia entre la pena de un niño y la de un adulto es que la del niño puede aparecer de una manera más intermitente que en los adultos, pero el proceso dura mucho más tiempo. El proceso de duelo tiene que ser analizado varias veces durante el desarrollo de la vida de un niño.

Durante su proceso de crecimiento revivirá la pérdida con frecuencia, especialmente durante los eventos importantes en su vida (al ir de campamento, graduación de la escuela, matrimonio, el nacimiento de un hijo).

La muerte es una realidad que nos acompaña en nuestra vida.

Desde que nacemos, todos sabemos que hemos de morir. Es un hecho natural, pero cuesta mucho tratarlo con naturalidad. Por eso hay que ir preparando el terreno para abordar y hablar de esta realidad con nuestros hijos…Antes de que los hijos se encuentren con la realidad de la muerte de personas cercanas y queridas, hay actitudes y situaciones de la vida cotidiana que ayudarán al niño, desde muy pequeño, a irse acercando al hecho de la muerte: por ejemplo la muerte de un animal doméstico, para explicar que se ha muerto y que ya no volverá a vivir.

Los niños no reaccionan ante la pérdida de la misma forma que los adultos y podrían no demostrar sus sentimientos tan abiertamente. Su comportamiento dice más que sus palabras.

Los sentimientos de rabia y el miedo a morir o ser abandonados pueden ser evidentes en su comportamiento. Los niños tienden usualmente a jugar a hacerse el muerto para de esa manera sacar sus sentimientos y ansiedades de una manera segura. El jugar le es familiar y por lo tanto seguro para ellos.

No ocultar ni mentir. El guardar silencio acerca de la muerte (lo cual indica que el tópico es tabú) no ayuda al niño a adaptarse a la pérdida. La explicación debe mantenerse tan simple y directa como sea posible. Las preguntas deben ser respondidas con honestidad, y con detalles suficientes para su nivel de comprensión. A los niños debe dárseles seguridad, ya que frecuentemente se preocupan de si van a morir también, o si es su otro padre quien va a morir. Las preguntas deben ser respondidas asegurándose de que el niño procese la información.

El duelo en el adolescente.

La adolescencia suele ser ya una etapa difícil.

El adolescente tiene que hacer frente a la pérdida de un ser querido, al mismo tiempo que hace frente a todos los cambios, dificultades y conflictos de su propia edad.

Aunque exteriormente parezca ya un adulto, el desarrollo del cuerpo no va siempre a la par con la madurez afectiva. Es por eso que necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender el doloroso y difícil proceso de duelo.

Podemos pensar que entonces puede encontrar alivio y ayuda en sus amigos. Pero cuando se trata de la muerte, salvo que se haya vivido una situación similar, los amigos se sienten impotentes y pueden ignorarlo totalmente.

Por otra parte, atravesar un período de desvalorización y cuestionamiento de sus padres es una forma normal, aunque difícil, de separarse de ellos. Si desafortunadamente su padre o su madre fallecen mientras está alejándose física y emocionalmente de ellos puede experimentar un gran sentimiento de culpa, y la necesidad de separarse que experimentaba puede hacer el proceso de duelo más complicado.

Muchas veces el adolescente, aunque sufre intensas emociones, no las comparte con nadie, porque se siente, de alguna manera, presionado a comportarse como si se las arreglara mejor de lo que realmente lo hace.

Después del fallecimiento de su padre, su madre o de su hermano se suele pedir que sea fuerte para sostener al otro padre. Pobre, no se siente capaz de sobrevivir a su propio dolor y además se le exige que sostenga a otros.

Este tipo de conflicto puede tener como resultado que el adolescente renuncie (duelo aplazado o congelado) a vivir su propio duelo y transforme el proceso en rabia, miedo e impotencia la antesala de empezar a preguntarse por qué y para qué vivir.

Signos que indican que un adolescente necesita más ayuda.

Como hemos visto, son varios los motivos que determinan que el duelo en el adolescente sea más difícil. Algunos adolescentes pueden incluso mostrar un comportamiento inoportuno y preocupante.

Vigilar los siguientes comportamientos:

a… síntomas de depresión

b… dificultades para dormir

c… extrema impaciencia

d… baja autoestima

e… fracaso escolar

f… indiferencia hacia actividades sociales

g… deterioro de las relaciones familiares

h… práctica súbita de deportes de riesgo

i… abandono de los amigos de la infancia

j… conductas riesgosas como conducir sin precaución

k… peleas de noviazgo, rupturas

l… relaciones sexuales descuidadas o promiscuas

m… negación del dolor

n… alardes de fuerza y madurez. Como en todos los casos se impone, frente a la complicación, la recomendación de un diagnóstico profesional.

Acompañar al que va a morir.

Idealmente, las decisiones que afectan la etapa final de la vida deben ser tomadas antes de que surja la necesidad. Aunque estos temas no sean placenteros o fáciles de tratar, si las personas tienen sentimientos definidos acerca de estas decisiones, deben dejarlos saber y para esto necesitan ayuda.

Pero debido a la naturaleza sensible de estas decisiones, casi nunca es el caso. Se crea una "conspiración del silencio" que pospone o prohibe que se hable del asunto. Los pacientes no quieren preocupar a sus familias; la familia tiene miedo a que el paciente se deprima o se dé por vencido, los doctores se sienten incómodos de abordar el tema y no quieren preocupar al paciente y la familia. Las personas siempre piensan que hay mucho tiempo por delante para hablar acerca de eso. Pero cuando llega el momento de tomar estas decisiones, o no se hace, o las decisiones son asumidas por personas que no saben los verdaderos deseos del paciente.

De todas maneras lo más significativo del acompañamiento es, como su nombre lo indica, la presencia: estar cerca en los muchas veces difíciles momentos finales.

Jorge Bucay

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