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La resistencia fortalece el carácter. Cuando menos, como lema era un poco insensible, dadas las circunstancias de la guerra. ¿Acaso intentaban decirle, y al propio Chel a través de él, que en realidad no les importaba lo que había ocurrido, a pesar de todas sus protestas? ¿O que sí les importaba y lo sentían, pero que todo había sido por su propio bien?

Era más probable que el nombre de la nave fuese mera coincidencia. En ocasiones, la Cultura se caracterizaba por un determinado nivel de despreocupación, la cara inversa de la moneda de la legendaria minuciosidad y profundidad de la sociedad, así como de la tenacidad de sus propósitos, como si de vez en cuando, se sorprendiera a sí misma en una actitud excesivamente obsesiva y precisa, e intentase incurrir en una irresponsabilidad o frivolidad repentinas.

¿O tal vez se aburre de hacerlo todo bien?

Supuestamente, tenía una paciencia infinita, unos recursos ilimitados, una comprensión incesante, ¿y ninguna mente racional, con letras mayúsculas o sin ellas, iba a cansarse nunca de tanta bondad sin fronteras? ¿Nadie iba a querer provocar algún altercado, aunque fuera solo uno, solo para demostrar de lo que eran capaces?

¿O acaso tales pensamientos se limitaban a traicionar su propia herencia de ferocidad animal? Los chelgrianos se mostraban orgullosos de haber evolucionado a partir de depredadores. Era una especie de orgullo doble, también, aunque algunos lo considerasen contradictorio por naturaleza; estaban orgullosos de que sus ancestros lejanos hubiesen sido depredadores, pero también se jactaban de que su especie hubiese evolucionado y madurado lejos de la clase de comportamiento que podía implicar la herencia.

Tal vez solo una criatura con un legado tan antiguo de salvajismo podría pensar igual que Quilan, que, en su mente, había acusado a las Mentes de pensar. Tal vez los humanos que no podían vanagloriarse de una pureza de depredación ancestral como la de los chelgrianos, pero que se habían comportado con un salvajismo más que notable contra los de su propia especie y contra otras desde que empezaron a considerarse civilizados también podían pensar de esa forma, pero sus máquinas no. Quizá incluso ese era el motivo por el que habían entregado gran parte de la gestión de su civilización a las máquinas en primer lugar; no confiaban en ellos mismos con los poderes y energías colosales que su ciencia y su tecnología les habían proporcionado.

Aquello podía resultar reconfortante, pero por el hecho de que muchos lo consideraban preocupante, y Quilan sospechaba que la Cultura lo veía como algo embarazoso.

Muchas civilizaciones que habían adquirido los medios necesarios para desarrollar inteligencias artificiales genuinas lo hacían debidamente, y la mayoría diseñaba o daba forma a la consciencia de dichas IA en mayor o menor medida; obviamente, cuando uno construye un ser inteligente que es, o puede llegar a ser, mucho mayor que él mismo, no le interesa desarrollar algo susceptible de detestarlo, con la posibilidad de idear formas de exterminarlo.

Así, las IA, sobre todo al principio, solían reflejar el comportamiento civilizacional de sus especies de origen. Incluso cuando experimentaban su propia forma de evolución y empezaban a designar a sus sucesores con o sin la ayuda, o los conocimientos, de sus creadores solía aparecer un sabor detectable de su carácter intelectual y de la moralidad básica de su especie precursora, que se hallaba presente en la consciencia resultante. Aquel suave sabor podía ir desapareciendo gradualmente en las siguientes generaciones de IA, pero normalmente se veía reemplazado por otro, adoptado y adaptado de cualquier otro lugar, o simplemente, mutaba más allá del reconocimiento en lugar de desaparecer por completo.

Lo que varios Implicados pertenecientes a la Cultura también habían intentado, a menudo por pura curiosidad cuando la IA ya se había convertido en una tecnología establecida e incluso habitual, era concebir una consciencia sin sabor alguno, sin bagaje de ningún tipo, que había pasado a denominarse IA perfecta.

Crear tales inteligencias no resultó particularmente difícil una vez se hubo conseguido la creación de las IA en primer lugar. Las complicaciones afloraron cuando tales máquinas ya contaban con el suficiente poder como para hacer cualquier cosa que quisieran. Ni se volvieron locas ni intentaron aniquilar a sus creadores, y tampoco cayeron en ningún estado de solipsismo autómata.

Lo que sí hicieron, a la primera oportunidad que se les presentó, fue sublimarse, o abandonar el universo material por completo y unirse a los seres, comunidades y civilizaciones enteras que lo habían hecho anteriormente. Sin duda, era una norma y terminó siendo una ley el hecho de que «las IA perfectas siempre se subliman».

Otras muchas civilizaciones quedaron perplejas ante aquello, o afirmaron que se trataba de algo natural, o menospreciaron el hecho tachándolo de poco interesante y meramente suficiente como para demostrar que no merecía la pena desperdiciar tiempo y recursos en crear consciencias tan perfectas y, a la vez, tan inútiles. Prácticamente solo la Cultura encontró que el fenómeno era casi un insulto personal, si se podía considerar a una civilización entera como un único ser.

Así, un vestigio de prejuicio o similar, un elemento de moral o de otro tipo de parcialidad debía estar presente en las Mentes de la Cultura. ¿Por qué ese mismo vestigio no iba a ser, entre humanos o chelgrianos, lo que se convirtiera en una predisposición natural hacia el aburrimiento, provocada por la pura y aguda implacabilidad de su célebre altruismo y una debilidad por el delito menor ocasional; un hierbajo de despecho en los interminables campos dorados de su caridad?

Aquel pensamiento no le provocaba ninguna inquietud, lo que a él mismo le parecía extraño. Una parte de él, una parte oculta, dormida, incluso pensaba que la idea, si no agradable, resultaba al menos satisfactoria, incluso útil.

Cada vez tenía una mayor sensación de que le quedaba mucho por descubrir acerca de la misión en la que se había embarcado, y de que esta era importante, y de que cada vez estaba más decidido a cumplir con lo que fuera que debiese cumplir.

Sabía que, más tarde, tendría más información sobre ello; recordaría más después, porque estaba recordando más ahora. Cada vez más.

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¿Cómo estamos hoy, Quil?

El coronel Jarra Dimirj se acomodó en el asiento que yacía junto a la cama de Quilan. El coronel había perdido su extremidad media y un brazo al estrellarse su nave el último día de la guerra. Los miembros ya se estaban regenerando. A muchos de los mutilados del hospital parecía no importarles ir deambulando por ahí con extremidades en pleno proceso de desarrollo a la vista, y algunos, normalmente los más quejosos y doloridos, incluso bromeaban con que tenían algo que se asemejaba mucho a un brazo, una extremidad media o una pierna infantil pegados al cuerpo.

El coronel Dimirj prefería mantener cubiertos sus incipientes miembros, lo que en la medida en que le preocupaba cualquier cosa Quilan encontró de mejor gusto. El coronel parecía haberse impuesto como deber el hecho de hablar en rotación con todos los pacientes del hospital. Y, obviamente, ahora era su turno. A Quilan le pareció que aquel día estaba diferente. Se lo veía con más energía. Tal vez se iría pronto a casa, o quizá lo habían promocionado.

Estoy bien, Jarra.

Aja. ¿Cómo va tu nuevo yo?

Parece que están contentos. Dicen que estoy progresando satisfactoriamente.

Se encontraban en el Hospital Militar de Lapendal, en Chel. Quilan seguía postrado en una cama, aunque la propia cama tenía ruedas y un programa de automovimiento, y podía transportarlo, si él lo deseaba, por casi todo el hospital y por casi cualquier tipo de terreno. Quilan pensaba que aquella era la fórmula ideal para el caos, pero, aparentemente, el personal médico había encomendado a los sanitarios que diese todos los paseos que quisiera. Pero daba lo mismo; totalmente lo mismo; Quilan no había utilizado la movilidad de su cama para nada. Se quedó allí donde estaba, junto a la gran ventana que daba, según le dijeron, a los jardines y el lago de la costa del otro lado.