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– Por la mañana -continuó Mindy por encima de las risas un poco alcoholizadas de algunos compañeros de clase que, obviamente, habían bebido más de tres copas-. Todos nos reuniremos en la sala de baile para nuestra comida de despedida. No os la querréis perder, tenemos algo especial planeado.

Brina se levantó y cogió su abrigo preguntándose que podría desbancar a los baratos trofeos.

– ¿Saldréis a ver los fuegos artificiales? -les preguntó a Karen y a Jen.

– ¡Dios no! -respondieron al unísono.

– demasiado frío.

– Se te helará el trasero.

Al haber crecido en Gallinton, Brina siempre había adorado los fuegos artificiales que estallaban en el cielo, pero como entonces no era una huésped del hotel los tuvo que ver desde el aparcamiento. Siempre quiso un asiento en primera fila, ella y Thomas se preguntaban como sería el espectáculo desde el otro lado. Mientras iba hacia la sala de baile le buscó con la mirada. Con cada hombre de pelo oscuro que pasaba y no era Thomas, su corazón se hundía un poquito. No sabía como se podía estar enfadada con una persona y al mismo tiempo estar desesperada por verle la cara.

La sala de baile estaba llena de invitados y gente del pueblo que pagaban por estar allí. Los vestidos iban de informales a formales, y la banda tocaba principalmente viejos temas. Frank Sinatra y Ed Ames eran los favoritos. Pequeños reflejos de luz se reflejaban en la bola de espejo que había en el techo y caían sobre los invitados.

Como ni Jen ni Karen querían enfrentarse al frío, Brina salió de la sala ella sola. Una mano la agarró el brazo desde atrás y se giró, esperando ver a Thomas.

– Hola, Brina -dijo George Allen por encima de la música.

Decepcionada, no se molestó en sonreír, no quería animarle.

– George.

Mientras la banda tocaba algo sobre una mujer vagabunda, George hizo un pequeño espectáculo subiéndose la manga y mirándose el reloj.

– Son las once cincuenta y tres -dijo-, siete minutos para medianoche.

George siempre se había imaginado que era un imán para las nenas, pero siempre estuvo equivocado.

– Sí, deberías ir a por tu copa gratis de champán.

– Es verdad -se balanceó sobre sus talones y la miró a través de sus vidriosos ojos-, volveré, no te vayas muy lejos, tengo planeado darte un beso de año nuevo.

– Oh, maravilloso -le respondió con un sutil sarcasmo que pasó completamente desapercibido para él-. Esperaré aquí, te lo prometo.

– De acueeerdo… -dijo y asintiendo con la cabeza se mezcló entre la multitud.

Brina inmediatamente se dirigió a la terraza, metió los brazos en la chaqueta y se sacó la trenza. Mientras se abrochaba la chaqueta se hizo sitio entre la multitud y abrió las puertas para unirse a la gente en la cubierta. El aire helado la golpeo en la cara y casi le quitó el aliento. Se subió el cuello y sacó los finos guantes del bolsillo. No podrían mantener sus manos calientes pero si metía las manos luego en los bolsillos, estaría bien.

– Dos minutos -el cantante de la banda anunció por los altavoces-, agarrad el champán y a vuestro cariñito.

Se acercó a la barandilla y observó a la gente que había debajo. Sus pensamientos volvieron otra vez a Thomas. Se sentía mal porque no estuviera allí. Él adoraba los fuegos artificiales tanto como ella. De hecho, solía hacer cohetes con las cabezas de las mechas. O quizás estaba por allí, preparado para ver el espectáculo con alguien más.

– ¡Brina!.

Se asomó un poco más por la barandilla y saludó a Mark, estaba con un grupo de amigos, incluida Holly. Se sorprendió un poco al ver que Thomas no estaba con ellos.

– Ven aquí -le dijo-, tenemos aguardiente para mantenernos calientes.

La última vez que bebió aguardiente, tuvo resaca durante tres días.

No, estoy bien aquí.

Un minuto -avisó el líder de la banda.

Un poco inestable, Mark le rogó.

– Por favor, Brina, baja o tendré que ir a por ti.

Brina paseó la mirada de Mark a Holly, la cual no se molestaba en esconder que estaba molesta por algo.

– Oh, está bien -dijo Brina. Y se apartó de la barandilla. Antes, no le hubiera importado que la invitaran para estar con esas personas y le habría encantado buscar una oportunidad para molestar a Holly, pero ahora no le importaba.

– Veinte segundos.

Dio un paso atrás y se tapó las congeladas orejas con las manos enguantadas. No tenía ninguna intención de encontrarse con Mark y los otros. Quería verlo justo desde donde estaba.

La cuenta atrás empezó en el quince y sobre el diez un sólido cuerpo se presionó junto a su espalda y unos fuertes brazos la envolvieron por la cintura. Brina miró por encima de su hombro preparada para golpear a George Allen si fuera necesario, pero bajó las manos cuando contempló la oscura cara de Thomas.

– Sabía que te encontraría aquí afuera -le dijo al oído.

No tuvo que preguntarle cómo lo sabía. Él también recordaba todos aquellos años cuando estaban en el otro lado, preguntándose como sería la vista desde la cubierta y jurando que algún día tendrían el dinero para estar justamente donde estaban ahora.

La cuenta atrás continuo, tres… dos… uno… Desde la pista de esquí, la primera tanda de fuegos artificiales hizo temblar el suelo y la banda tocó «Auld Lang Syne [5]» A la vez Thomas bajaba su cara y presionaba su fría boca contra la suya. Mientras destellos rojos, blancos y dorados explotaban en el oscuro cielo, Brina también sintió como su pecho estallaba. Su corazón se expandió latiendo locamente contra su esternón y mandó sangre a su cabeza.

Los labios de Thomas eran abrasivos y sabían a hielo y whisky. Pensó que debería apartarse de él. Estaba enfadada con él y tenía derecho a su furia, pero el arranque de furia que le pedía decir «¡no!», desapareció rápidamente, y después de todo, razonó, era solo un beso de año nuevo.

Brina se giró en el abrazo, él la puso de puntillas con el brazo con el que le rodeaba la espala y posó su fría mano en su igualmente fría mejilla. Sus labios se abrieron y ella cerró los ojos. La fría noche enfriaba la cara y las orejas, pero dentro de sus bocas, la caliente lengua de Thomas acariciaba la suya. El beso continuó durante toda «Auld Lang Syne».

Un escalofrió le recorrió la espalda e hizo que se le encogieran los pechos y ninguna de las dos cosas tenía algo que ver con el aire frío que los rodeaba.

Thomas malinterpretó el escalofrió y se apartó preguntando.

– ¿Tienes frío?

Ella no quiso admitir que era el beso lo que la había dejado temblando, así que asintió.

– Sé de un sitio más caliente donde podemos ver el espectáculo -dijo tomándola de la mano.

– ¿Dónde?

– Ya lo verás cuando lleguemos.

La guió por el hotel entre el confeti y las tiras de papel de colores que adornaban la sala.

Ella confiaba y le seguiría a cualquier parte pero cuando entraron en el vacío ascensor empezó a sospechar sobre a donde iban a ir y no le gustó.

Cuando pulsó el botón del tres, no pudo más que sentirse decepcionada. Lo que tuvo lugar esa tarde fue un error, el cual no planeaba repetir.

– No veremos nada desde mi habitación -dijo mirándole a la cara, iluminada por los fluorescentes del ascensor.

– Por eso no vamos a ir a tu cuarto.

– Oh.

Las puertas se abrieron y salieron al pasillo.

Brina le siguió, dejando atrás su habitación y se dirigieron a la última puerta de la izquierda. Él sacó una tarjeta del bolsillo y abrió la puerta. Desde donde estaba, Brina podría ver muy poco, la habitación estaba completamente a oscuras, excepto por los flashes de luz que venían de fuera de la ventana e iluminaban un poco.

– No creo que esto sea una buena idea -dijo sin moverse. Tenía miedo de entrar en la habitación y que él asumiera que quería correr a la cama. Había muchas razones por las que el sexo con Thomas no era buen idea. Y en la parte de arriba de la lista estaba el cómo se sentía hacia él, y no estaba segura de lo que el sentía por ella.

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[5] Es una tradicional canción navideña que se suele tocar en la víspera de año nuevo.