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Todos tenemos una personalidad, una coraza que no quiere tomar ese riesgo de ser lastimado y por lo tanto se cierra.

El niño necesita el amor de los padres y va organizando su personalidad para conseguir ese amor. Si veo que me dan más atención cuando estoy débil, voy a organizar una personalidad en torno a la debilidad. Si veo que se sienten orgullosos cuando soy independiente, voy a organizar una personalidad fuerte, me voy a decir a mí mismo que yo puedo solo o que no necesito ayuda. La personalidad que creamos nos sirve para funcionar y para lograr que nos quieran. Creamos una máscara y nos identificamos con ella, vamos olvidándonos de quiénes somos y de lo que verdaderamente queremos.

Amor e intimidad sólo pueden darse cuando nos abrimos presentes a alguien; pero esto es imposible si estamos con la armadura puesta, encerrados en nuestro castillo o escondidos en nuestra estructura.

Tampoco es cuestión de descartar esta personalidad; la hemos construído para poder enfrentarnos a algunas dificultades de la vida. La idea es observarla, conocerla y darnos cuenta cuando nos juega en contra interrumpiendo el contacto verdadero.

Este es el trabajo que proponemos: observar nuestra manera especial de ser en el mundo, ser conscientes de los roles en los que nos hemos quedado fijados.

La paradoja continúa porque no hay mejor oportunidad que esta relación íntima potencialmente destructiva para volver a encontrarnos y para deshacernos de nuestras máscaras habituales.

Así, muchas veces, terminamos resolviendo esta paradoja evitando el sufrimiento, impidiéndonos el amor y privándonos del encuentro íntimo.

En nuestro intento de decir no al dolor decimos no al amor. Y lo que es peor, nos decimos no a nosotros mismos.

Cuando nos enamoramos, la inconsciencia del amor nos lleva en un primer momento a abrirnos y a conectarnos con nuestro verdadero ser. Eso es lo que hace que el enamoramiento sea algo tan maravilloso, porque nos da la oportunidad de abrirnos, de mostrarnos tal como somos.

El enamoramiento es un encuentro entre dos seres que son.

Venimos representando roles, funcionando como robots programados, y de repente ocurre el milagro… Nos quitamos nuestros disfraces y regalamos nuestra presencia a aquel del que nos enamoramos.

Sabemos que esto no dura mucho, antes o después aparecen los obstáculos, las tendencias, los hábitos, las defensas.

Sería bueno aprender que el único camino para superar estos obstáculos es estar allí con ellos en vez de negarlas o proyectarlas en nuestro compañero.

El problema se presenta cuando nos identificamos con nuestra coraza y nos sentimos seguros allí. Nos protegemos de nuestros sentimientos incómodos aprendiendo a no sentir, a desconectarnos de nuestras necesidades, y las defensas se convierten en una identidad que nos separa de lo que sentimos y nos impide amar.

En la pareja podemos observar cómo y cuándo nos abrimos y cómo y cuándo nos cerramos al otro, y al conocer más sobre la desconexión podremos crear un canal para abrirnos.

Las parejas proyectan en el otro el lado que se cierra y transportan aquella pelea interna a una pelea externa. Y entonces pensamos que es el otro el que se cierra, el que no nos deja entrar, el rígido.

Si transitamos este camino juntos y con amor podremos, en lugar de reaccionar frente a la reacción del otro, mostrar qué nos pasa cuando el otro se aleja, cuando se cierra. Debo escuchar de mi compañero qué actitudes mías lo hieren y lo ayudan a alejarse de mí.

Los problemas de pareja comienzan cuando dejamos de estar presentes para nosotros mismos y para el otro; cuando volvemos a escondernos detrás de roles fijos, de pantallas; cuando comenzamos a sentir el dolor del alejamiento del otro, que muchas veces es una proyección de cómo nos alejamos nosotros.

Cada vez creo menos que la cuestión sea resolver los problemas concretos por los que dicen sufrir las parejas. Si nos metemos más profundamente en cada pelea, siempre llegamos a este punto de la falta de contacto, la falta de apertura.

Si yo puedo abrirme y mostrar mi dolor frente a cualquier problema y mi compañero hace lo mismo, quizás los problemas se vayan acomodando solos en otro plano de conflicto; porque lo más importante será que estamos juntos mostrándonos, que estamos en contacto, abriéndonos a lo que pasa. Y eso es muy reconfortante.

Abrirnos y confiar en que el otro nos recibe tal como somos, es una actitud que viene y nos lleva al amor.

No tengo que disfrazarme de fuerte para que me quieras. Si lo hago nunca sabré si serás capaz de quererme como verdaderamente soy: vulnerable, débil o lo que sea.

Te ato entonces a la imagen de aquellos que durante mi educación me ayudaron a pensar que yo debía ser de esta o de aquella manera para ser querido.

No es fácil llegar al punto de atreverse a mostrarse; nos da miedo que nos vean vulnerables, por ejemplo. Pero si soy vulnerable (y por supuesto que lo soy) necesito que aceptemos (tú y yo) mi vulnerabilidad para estar presentes y entregarnos.

Es difícil en la pareja porque los dos jugamos este juego; y si me abro y el otro se cierra, el dolor es muy grande.

Por eso la relación íntima genera tanto sufrimiento, porque estamos cabalgando siempre en esta problemática, en este juego.

Quizás esto ayude a nuestros lectores a observar todo este proceso en sus parejas, y a hacerlo consciente, que es la manera de superarlo.

Podemos observar la verdadera pelea que se suscita en nuestro interior entre la parte que quiere expandirse, ir hacia afuera, mostrarse, y la parte que quiere esconderse porque tiene miedo de ser descalificada, no querida, rechazada, abandonada.

Los problemas concretos que tenemos con nuestras parejas son una capa más superficial de este problema fundamental que está por debajo de todos los otros. Podemos utilizar los problemas cotidianos como una vía de acceso a estos problemas más esenciales que se juegan todo el tiempo en la relación. Y en este camino nos enriquecemos constantemente, porque nos acercamos cada vez más a nosotros mismos, que es la única manera de sentirnos bien, de sentir amor, paz y alegría; en última instancia, lo que estamos buscando. Porque todos buscamos sentirnos bien, lo que pasa es que tomamos caminos inadecuados.

A veces las parejas me preguntan:

– ¿Cómo podemos estar juntos si siempre queremos cosas diferentes?

Y yo les digo que en esencia siempre quieren lo mismo, (porque todos queremos en esencia lo mismo), que es poder amarse, unirse, abandonar la armadura y entregarse.

Quizás la salida consista en darnos cuenta de que el camino prefijado ha demostrado ser inútil. Habrá que dejar de lado nuestras viejas identificaciones y buscar un rumbo nuevo todo el tiempo, soltar nuestras viejas estructuras para inventar un camino juntos. Enfrentar el miedo a la confusión y al vacío. No podemos esperar a deshacernos del miedo para avanzar, sólo seremos capaces de avanzar con él.

Todas las parejas tienen problemas, asuntos no resueltos. La idea no es arreglar los problemas, porque si nos dedicamos a un problema particular, mañana va a aparecer otro y asi sucesivamente. La idea es corrernos del contenido particular del problema y darnos un nuevo contexto para mirar lo que nos pasa; observar los problemas con otra mirada, sin identificamos sólo con nuestro lado; alejarnos de la idea de arreglar las cosas para sacarnos el problema de encima.

Esta propuesta tiene que ver con ir más allá de lo que vemos en una primera mirada y ver cuál es el fondo de la cuestión. De qué estamos hablando realmente, cuál es la verdadera causa de la pelea que se expresa de esta particular manera.

No es fácil colocarnos en esta nueva mirada, porque va en contra de nuestra cultura, que tiende a arreglar las cosas cambiando algo afuera.

Y como el arreglo del afuera nunca es suficiente, solemos echarle una vez más el fardo a la incompatibilidad de caracteres o a no haber encontrado a la persona adecuada.

La paradoja del amor…

(De paso, si te gusta, quizá hasta podría ser un título para el libro).

Lau

No quiso releer lo escrito, sabía que hablaba de ella tanto como hablaba de sus pacientes y que denunciar esta situación la dejaba demasiado expuesta. Como decía Nancy, tal vez ella misma había cancelado su proyecto de estar en pareja para resolver la paradoja, y quizás se había equivocado.

A pesar de su inquietud, Laura reconoció sentirse aliviada de haber puesto por escrito su vivencia personal. Quería saber lo que Fredy opinaría después de leer su texto, pocas dudas tenía de que su colega percibiría con toda claridad lo que había de personal en sus planteamientos. Aunque Fredy era tan despistado que nadie sabía cuándo podían ocurrir esas cosas.

Se sorprendió de sí misma cuando, al día siguiente y sin ninguna otra excusa, abrió su administrador de corrreo buscando la respuesta de trebor. Pero más la asombró su frustración al no encontrar mensajes. No era usual que Laura se quedara pendiente de nada, mucho menos de una respuesta.