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Stephen Baxter

Antihielo

PRESENTACIÓN

Creo que lo primero que debo mencionar en esta presentación es que, con toda seguridad, la selección de títulos de Stephen Baxter que he incluido hasta ahora en NOVA no hace justicia a la obra de este excepcional autor británico.

Por razones de calendario, la introducción de Baxter a los lectores de habla castellana se ha hecho a partir de sus novelas — homenaje a los padres de la ciencia ficción. Si Las Naves Del Tiempo (1995, NOVA éxito número 11) era un claro homenaje a Wells y la continuación «autorizada» de la mítica La Máquina Del Tiempo, el Antihielo que hoy presentamos es el justo equivalente respecto de la obra de Julio Verne, y una muestra incomparable del mejor «romance científico» posible en la actualidad.

Pero asociar el nombre de Stephen Baxter sólo a estas obras y a su muy conseguida reelaboración y actualización de dos mitos indiscutibles de la historia de la ciencia ficción, no sería justo. La obra de Stephen Baxter incluye mucho más.

Stephen Baxter, la nueva y gran estrella británica del género, ha sido recibido con entusiasmo por la mayoría de los críticos y lectores. Revistas de gran difusión como New Scientist no tienen reparos en considerarle el sucesor de Arthur C. Clarke y un igual de Isaac Asimov y Robert A. Heinlein: Arthur C. Clarke, Isaac Asimov y Robert Heinlein tuvieron éxito al hacerlo, y poquísimos más. Ahora Stephen Baxter se une a ese reducido grupo capaz de escribir ciencia ficción en la cual la ciencia no tiene errores y las extrapolaciones proporcionan un delicado placer al leerlas, admirarlas y divertirse con ellas. La reacción que se obtiene es esa a la que se refería C.S. Lewis cuando describía la ciencia ficción como la única droga genuina capaz de expandir la consciencia.

Baxter, formado en los ámbitos de la ciencia y la tecnología, inscribe la mayor parte de su obra en esa ciencia ficción llamada «dura», expresión derivada del término inglés hard que se asigna a ciencias como la física, la biología, la química y, también, sus aplicaciones en el campo de la ingeniería.

Baxter cuenta ya con varias novelas que abordan esta temática, entre las que destaca una compleja serie en torno a una curiosa especie, los xeelee. La saga, concebida como una interesante historia del futuro (citada y ensalzada en la prestigiosa Enciclopedia Visual De La Ciencia Ficción de John Clute), se inicia en Raft (1991), primera novela de Baxter, para seguir en Timelike Eternity (1992), Flux (1993) y Ring (1994). Hay también en esa serie otras obras de menor extensión, como City of Gold, y diversos relatos recogidos en la antología Vacuum Diagrams (1997).

En medio de la escritura de esa «serie de los xeelee», Baxter publicó en 1993 su primera aproximación, y a la vez homenal . e, a los clásicos de la ciencia ficción con la novela Antihielo (1993). Se trata de una epopeya del más inteligente steampunk (algo así como el cyberpunk, pero con la tecnología correspondiente a la máquina de vapor), situada en una Tierra alternativa. Tributo explícito a Julio Verne, Antihielo incluye aventuras, romance y mucha diversión con naves espaciales que recuerdan al Nautilus de 20.000 Leguas de Viaje Submarino. Tampoco falta un inevitable alter ego (mucho menos misógino y, por cierto, bastante más simpático de ese visionario capitán Nemo, que aquí recibe el nombre de Sir Josiah Traveller.

Tras su homenaje a Verne, Baxter no podía dejar de hacer lo propio con la obra de Wells, al fin y al cabo británico como él. Las Naves Del Tiempo (1995) es, como Antihielo, una novela brillante que continúa (cien años después) un clásico indiscutible como La Máquina Del Tiempo, de Wells, a la que no desmerece en absoluto. La opinión sobre esta novela de un experto tan cualificado como Arthur C. Clarke resulta, como él mismo advierte, casi blasfema:

Casi me siento tentado a decir (y sé que es una blasfemia) que la continuación es mejor que el original.

Es lógico que así sea. Baxter escribió el relato de las nuevas aventuras del Viajero del tiempo de Wells a la luz de la ciencia Y la ciencia ficción de finales del siglo XX, un siglo en el cual los conocimientos científicos y las realizaciones tecnológicas han superado en mucho las mejores expectativas del siglo XIX. desde la teoría de la relatividad al descubrimiento de la estructura en doble hélice del ADN, pasando por la mecánica cuántica, y desde la energía nuclear a las tecnologías de la información, pasando por la conquista del espacio, nuestro punto de vista sobre el universo y nosotros mismos ha cambiado, y eso es lo que refleja, con gran habilidad y brillantez, Stephen Baxter en Las Naves Del Tiempo. De ahí su éxito.

Antes de volver a Antihielo, sin embargo, hay que recordar, como decía antes, que la obra de Baxter no se agota en estos homenajes. Tras Las Naves Del Tiempo, Baxter ha abordado en sus tres últimas novelas la aventura del espacio, centrada esta vez en el sistema solar: una especie de exploración (con grandes visos de realismo como sólo es posible en la ciencia ficción mejor documentada.

En Voyage (1996) se narra una historia alternativa del proyecto Apollo de la NASA con un viaje a Marte, la primera de cuyas misiones ha despegado en mayo de 1986. Titan (1997) se concibe como una compleja y completa historia alternativa del futuro cercano en torno a los problemas, en particular políticos, de la exploración de Titán. Por su parte, Moonseed (1998) aborda, con una estructura de thriller, la terraformación de la Luna casi como una respuesta, tal vez obligada, a la visión más bien exageradamente optimista de la compleja y vasta tarea de ingeniería que supone la terraformación, que otros autores, como Kim Stanley Robinson, por ejemplo, han popularizado estos últimos años.

Con todo ese material a mi disposición, y en particular con la «serie de los xeelee» y las tres últimas novelas, ¿por qué he optado ahora por Antihielo y no por otro título, cuando había otros, muchos y buenos, donde escoger?

La razón es sencilla: Antihielo es una de las obras que en los últimos años he leído con más gusto y satisfacción. Esa satisfacción que surge del recuerdo y la nostalgia, de la comparación casi involuntaria, del déjá vu que es, pese a todo, una sorpresa.

Estoy seguro de que Antihielo tiene mucho de Verne, y también de que Verne nunca podría haberla escrito, Esto es así porque, junto al homenaje indiscutible, en Antihielo se dan cita visiones que sólo son propias de las postrimerías del siglo XX, de la misma forma que en Las Naves Del Tiempo, el Viajero de Wells descubría el futuro con los atónitos ojos de un observador que en pocos días ha de aprender todo aquello que el horno sapiens definales del siglo XX ya conoce y que el decimonónico personaje de Wells no podía sino ignorar.

Por eso he elegido para la contraportada de este libro extractos del comentario que sobre Antihielo ha hecho una revista prestigiosa como New Statesman and Society, que llega a decir: