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– Recuerdo a Draven. Es un recuerdo lejano. Un hombre asesino y traicionero que exigía jóvenes magas a Xavier a cambio de su información. Desapareció un día y Xavier se puso furioso, arrojando viles maldiciones sobre Gregori Daratrazanoff semanas después. Asumí que Gregori finalmente había averiguado su traición y había administrado justicia. -Trató de abrir los ojos para mirarla, pero los párpados eran demasiado pesados y no quiso molestar los dedos calmantes-. ¿Por qué mataría Draven al compañero de Rhiannon? -Se estranguló un poco con el nombre de su abuela. Tenía los recuerdos de su padre sobre ella, la mujer de voz suave de la que Xavier se había alimentado hasta que sus hijos fueron lo bastante mayores para ocupar su lugar.

– Draven estaba obsesionado conmigo. Yo no era su verdadera compañera, pero me deseaba. Tenía la enfermedad que sufren algunos de nuestros machos, a causa de estar en la línea sucesoria del Príncipe creía que debía tener a cualquier mujer que deseara. Mis hermanos se negaron cuando les dije que sabía que no era su compañera. Cuando partieron a la batalla, el Príncipe Vlad me envió a la escuela de Xavier, creo que para mantenerme lejos de Draven.

– Así que Draven te compró a Xavier con el cuerpo del compañero de Rhiannon. -Razvan lo hizo sonar una declaración.

Su mente parecía en paz, vagando con la caricia de los dedos y la suave melodía de su voz. Poco importaba que el tema que estaban discutiendo fuera aborrecible, su mente podía procesarlo sin temor o culpa o sin las emociones abrumadoras que se habían vertido sobre él con el sonido de esa voz. Ahora su mente aceptaba simplemente y por el momento estaba en paz. No quería que esto terminara jamás. Se imaginó que este momento debía ser cercano al cielo, un refugio donde nada malo podía suceder, ni siquiera en un ínterin breve.

– Sí, pero Draven no contaba con el hecho de que tuve a diez guerreros fuertes que habían pasado toda la vida enseñándome a luchar en la batalla. Mis cinco hermanos y los hermanos De La Cruz. -Ivory frotó mechones de pelo entre los dedos y entonces lo movió, sólo el más ligero de los movimientos, girándolo para que la cabeza estuviera hacia arriba, hacia la suya.

Los párpados de Razvan revolotearon. Abrió los ojos un poco y la miró. Se quedó sin respiración y miró fijamente a la mujer que se erguía sobre él. La cara era todavía la de un ángel, la piel tan perfecta y pura, pero ahora podía ver las cicatrices… cicatrices terribles que comenzaban en la garganta y recorrían su cuerpo como si hubiera sido reconstruida con alambre de púas.

– ¿Él te hizo esto? -Exhaló las palabras con asombro, sabiendo que los Cárpatos no tenían cicatrices… no generalmente… pero el cuerpo de ella estaba cubierto con líneas, la desfiguración un conjunto de fragmentos de piel cosidos juntos casi al azar.

– A Draven no le gustó que una mujer lo derrotara, al poderoso, pronto Príncipe, si sus planes con Xavier tenían éxito. No pudo resistirse a jactarse, a decirme cómo iba a matar a su propio padre, porque nunca se le ocurrió que yo podía luchar y podía derrotarlo en batalla. Estaba tan furioso.

Su voz sonó muy lejana, una canción distante de paz y calor a pesar del cuento helado que narraba. Razvan descubrió, intentándolo como podía, que no podía experimentar el horror de sus palabras, la extensión de la traición de Draven Dubrinsky no sólo a su gente sino a su propio padre. Xavier era el mismo diablo, un monstruo incomparable, pero Draven había buscado deliberadamente una alianza con él.

– Fui capturada por cuatro vampiros cuando volvía con mi gente -continuó Ivory, cambiándolo de posición otra vez, acunándole la cabeza.

Su cuerpo se sentía tibio y suave, y tan dadivoso contra el suyo. Olía a bosque, a tierras vírgenes, profundas, verdes y secretas. Había un toque de nieve, lejano e irresistible, una princesa de hielo que no se rinde ante nadie, ni siquiera se entregaba a sí misma a él. Era una fantasía. Hacía mucho que había olvidado las fantasías, y sus pensamientos rebeldes no encajaban en medio de esa narración de acontecimientos tan traumáticos de su vida. Todo parecía de ensueño, pero él había dejado de soñar, sabiendo que Xavier extraía información de su hermana cuando él soñaba. No había sido capaz de detener eso y salvar a Natalya de semejante pena. Sabía que había sido atacada por Xavier, ¿pero por cuatro vampiros? ¿Cuatro?

Luchó por levantarse, intentando ir en ayuda de su hermana.

La voz monótona lo apaciguó.

– No Natalya, Buscador de Dragones, los vampiros me atacaron a mí. Xavier deseaba la muerte más horrenda que pudo imaginar para alguien como yo. Hizo que me cortaran la cabeza y luego me cortaron en pedazos, después me dispersaron a través de un campo para que los lobos pudieran comerme. Deberían haber incinerado mi corazón. No tenía el deseo de morir, no cuando necesitaba ver a Draven y a Xavier lejos de esta tierra.

Por un momento el horror y la agonía de lo que ella había soportado estuvo en su mente… y en la de él… y entonces, antes de que Razvan pudiera asimilar y procesar lo que ella había le había dado, desapareció, reemplazado una vez más por el toque calmante de los dedos que le acariciaban las sienes y su voz susurrante y seductora.

Estás tan hambriento, Buscador de Dragones. Has estado muerto de hambre durante tanto tiempo y mantenido sin tu verdadera fuerza. Te ofrezco vida. Fuerza. Una oportunidad de unirte a mí para derrotar al mismo diablo. Sólo tienes que tomar lo que te es dado libremente. Si, cuando estés a plena potencia, escoges irte, te sacaré de aquí y serás libre de ir por tu propio camino.

El pensamiento de separarse de ella le dolió en algún lugar de su alma hecha pedazos. Ella era su compañera; una vez encontrada, simplemente no la podría abandonar, pero supo, frunciendo el entrecejo, que había una razón por la que no debía pronunciar las palabras que los atarían.

Ella frotó suavemente las líneas del ceño entre sus ojos. Estate en paz. Estás a salvo aquí.

Él sacudió la cabeza, aunque fuera difícil hacerlo. Más que nada deseaba el toque de los dedos mágicos, y el calor de su cuerpo tras haber tenido frío durante tantos siglos. Había existido en las cuevas de hielo con tan poca sangre para vivir, Xavier estaba decidido a evitar que tuviera fuerza, que lo había olvidado todo sobre el calor o la bondad. No quería destruir la ilusión de que alguien se preocupaba lo bastante por él para prestarle ayuda sin ataduras.

No era verdad, por supuesto; había aprendido esa dolorosa lección a lo largo de los siglos. No podía confiar en nadie, y menos que nadie en sí mismo, pero la ilusión podía sostenerle cuando su cuerpo hambriento y su mente destrozada no podían funcionar apropiadamente ya.

Ella se inclinó más cerca. Sus pechos le rozaron la cara y el cuerpo se le tensó extrañamente en reacción. Escucha el latido de mi corazón. Empareja tu ritmo con el mío.

Podía oír el corazón, constante, como una baliza resuelta, una señal para que encontrara el camino a casa.

Ivory examinó su destrozaba cara y el corazón se le contrajo dolorosamente. No había sentido compasión por otro en siglos. Había tenido cuidado de evitar las trampas y peligros de las emociones. Sus amados hermanos la habían traicionado. A su propia familia. Nunca olvidaría como les había buscado, arrastrándose fuera de la tierra, la carne apenas intacta, luchando cada centímetro del camino de vuelta a casa, sólo para descubrir que los siglos habían pasado y que sus hermanos se habían unido a los que la habían cortado en pedacitos y dejado para los lobos hambrientos.