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Se disolvió en vapor y pasó como un rayo sobre la nieve, permaneciendo agachada sobre el suelo, dando a los lobos la oportunidad de captar todos los olores.

Nauseabundos. Humanos. Cárpatos. Sangre. Muerto andante.

Ivory procesó la información y las direcciones tan rápidamente como los lobos la alimentaban con ella. Nauseabundos era el nombre que los lobos daban a los vampiros. Pero los muertos andantes eran marionetas, humanos no psíquicos entregados a la sangre del vampiro y a la promesa de inmortalidad. Los vampiros a menudo los utilizaban para atacar durante el día. Eran casi tan viles como los vampiros mismos.

Se movió aún más rápido, de repente atemorizada por el niño. Por un momento, debajo de ella, vislumbró a un hombre corriendo por la nieve, y entonces desapareció entre los árboles. ¿El padre del niño? Si ese era el caso, llegaba un poco tarde.

Localizó al pequeño, delgado, con una mata de cabello oscuro que le alcanzaba los hombros, luchando contra el tipo de trampas que habían atrapado a los lobos salvajes. Su corazón se hundió. Otra trampa. No era lo bastante tonta para creer que el chico había caminado entre la masa de trampas él mismo. Había sido tomado forzosamente de algún lugar, lo sabía por el olor a muerte y la sangre, y lo habían situado allí como una cabra para el sacrificio, los delgados alambres le cortaban las manos y tobillos. Había uno alrededor de su cuello. Estaba llorando, pero se mantenía de pie estoicamente, negándose a luchar y empeorar los cortes ya profundos.

No creía que este chico hubiera sido colocado ahí como cebo para ella… más probablemente fuera para Razvan. Él tenía una hija y había entregado su alma, o por lo menos un pedazo de ella, para salvarla. Xavier sabía que él arriesgaría todo por salvar a un niño. Ella estaba allí para pelear, pero no podía dejar a ese niño. Los vampiros estaban esperando a un Razvan muerto de hambre, enfermo y torturado, no a la Asesina, al azote de los no muertos.

Tomó forma cerca del chico, notando que él no se sobresaltaba ni chillaba asustado, lo cual significaba que había visto a un Cárpato antes y que le habían permitido conservar sus recuerdos.

– Es una trampa -articuló él. Miró fijamente los tatuajes de lobo con los dientes descubiertos y ojos que parecían vivos, que le cubrían los hombros y los brazos mientras ella se inclinaba para poner suavemente la ballesta en la nieve y retirar un cutter.

Ella asintió mostrando comprensión.

– Sigue llorando -siseó mientras cortaba en la muñeca izquierda liberándola.

Era valiente por parte del chico intentar advertirla cuando debía estar aterrorizado.

El chico no perdió el ritmo, mantuvo un vívido gemido mientras ella cortaba y aflojaba el alambre del cuello y se lo quitaba cuidadosamente. Acarició con las puntas de los dedos el fino collar de sangre que le rodeaba el cuello. Los dedos se arrastraron hasta su propio cuello, revoloteando allí por un momento cuando recordó la mordedura de la afilada hoja.

El chico no podía tener más de ocho o nueve años, con la cara delgada y larga, ojos inteligentes. La estaba mirando con atención, estudiándola de cerca mientras ella se estiraba a través de él para liberar la otra mano.

Detrás de ti.

El alfa le hizo la advertencia y ella sintió al gran lobo moviéndose, preparándose para el ataque. La cabeza de Raja estaba en su cuello, sus ojos miraban directamente a la espalda. Cuando giró ligeramente la cabeza, el movimiento hizo jadear al chico. Ivory empujó la cuchilla a las manos del chico y ella extendió los brazos lejos del cuerpo, doblando las rodillas hasta que estuvo agachada, dejando caer lentamente el brazo derecho para alcanzar su ballesta.

Los ojos del niño se abrieron en alarma y temor cuando miró sobre su hombro y vio al hombre grande que se acercaba por detrás de ella con un hacha agarrada en las manos. La cara del leñador tenía una mirada en blanco y arrastraba los pies, los ojos de un extraño color rojo. Levantó el hacha por encima de la cabeza de Ivory, todavía a varios metros. El chico abrió la boca para gritar una advertencia, pero ningún sonido surgió.

Ivory sintió el ligero tirón doloroso que siempre acompañaba a la separación de su manada cuando los lobos salvajes saltaron, completamente silenciosos mientras efectuaban su ataque concentrado, la comunicación sólo en sus mentes. Los dedos de Ivory se cerraron sobre la ballesta y la agarró, guiñando un ojo al chico para tranquilizarlo mientras se separaba de repente de él, daba un salto mortal y se levantaba sobre una rodilla, con la ballesta apuntada hacia su atacante. El chico miraba boquiabierto a los seis lobos plateados, más asombrado por la vista de ellos que por el atacante desalmado.

Los lobos condujeron al ghoul hacia atrás, lo sujetaron con los dientes por cada brazo, el alfa iba a por la garganta mientras los demás lobos lo agarraban de las piernas y lo retenían. Los títeres del vampiro eran muy fuertes, programados por sus maestros para una tarea; muy pocas cosas podían detenerlos una vez que se ponían en marcha. Los lobos lucharon violentamente con él pero poco podían hacer más que mantenerlo en el suelo bajo la masa plateada que se retorcía.

Ivory sentía la oleada de poder crujiendo en el aire y rodó más cerca del chico.

– Apresúrate. Estamos a punto de tener alguna compañía muy desagradable. -Mantuvo su cuerpo entre el niño y el ghoul que gruñía y se retorcía, y lo que fuera que venía hacia ellos.

Un hombre irrumpió desde los árboles, corriendo rápidamente.

– ¡Travis! ¡Trav! ¿Estás bien? -Patinó hasta pararse, divisando al ghoul, a los lobos y a la mujer que le apuntaba con una ballesta de aspecto muy mortal directamente al corazón.

– ¡Gary! Es Gary -gritó el chico, su voz estallando de alivio.

– Permanece lejos de los lobos -advirtió Ivory. Su intestino se tensó. Ahora tenía a dos humanos a los que proteger. Éste tampoco parecía sorprendido por el ghoul, ni por su aparición, como si una cazadora femenina, una manada de lobos y un asesino sin inteligencia fueran hechos cotidianos. Ella sabía poco acerca de la política Cárpato, y no quería saber más. Era una asesina. Y había un vampiro cerca.

Uno de los lobos gruñó, y por el rabillo del ojo Ivory captó un movimiento cuando el ghoul lanzó a una de las hembras más pequeñas. El cuerpo cayó casi a los pies del hombre llamado Gary. Él saltó atrás, observándola cautelosamente.

– Tienes a un vampiro bajando encima de ti -indicó Ivory-. Muévete o muere.

Por encima de la cabeza de Gary, en el remolino de copos de nieve y niebla podía ver el contorno de la forma horripilante de un vampiro. El poder irradiaba de él, y el latido de su corazón se incrementó. No era un vampiro menor; había luchado lo bastante contra ellos para saberlo.

Gary se lanzó hacia el chico, aterrizando boca abajo, arrastrándose el resto del camino. Travis se hundió en la nieve en un intento de cortar los alambres de los tobillos.

El vampiro golpeó a los lobos, levantando la mano para llamar al relámpago, empujando el rayo candente hacia su manada, indiferente a que el monstruo que él había creado estuviera en el camino de la destrucción. Ella golpeó al rayo con otro, conduciendo la crepitante y crujiente energía lejos de los cuerpos que se retorcían. Un árbol estalló más allá de los lobos, las astillas y los escombros llovieron sobre el ghoul y la manada. La manada saltó hacia atrás, rodeando al títere, sin prestar atención al vampiro, dejándoselo a Ivory.

Gary rodó para terminar de sacar al chico, protegiendo el pequeño cuerpo con el suyo mientras Ivory disparaba una de sus pequeñas flechas al pecho del vampiro. Lo golpeó justo debajo del corazón, y él giró la cabeza, dignándose a reconocerla por primera vez.

Ivory se quedó sin respiración. Un pequeño sonido escapó. Aturdida, apenas podía balbucear, nada coherente surgía de ella.