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Gary la miraba agudamente, y luego al vampiro, mientras la criatura bajaba lentamente al suelo. La caricatura de un hombre que probablemente había sido guapo una vez. Estaba bien formado, con hombros anchos y pelo largo que había sido una vez grueso y espeso, pero ahora, obviamente, el vampiro no se molestaba en ocultar su malvada apariencia. La piel estaba estirada apretadamente sobre el cráneo y los dientes eran afilados y puntiagudos. No sólo parecía fuerte, sino que el poder que irradiaba de él colgaba en el aire. Los ojos resplandecientes estaban centrados en la cazadora femenina, pero parecía casi tan sorprendido como ella.

– Sergey -cuchicheó Ivory.

El vampiro respingó visiblemente ante el sonido de su voz pura y dulce. Se quedó un largo momento en silencio, sus miradas cambiando sutilmente. En un abrir y cerrar de ojos sus dientes no fueron largos, puntiagudos y manchados, sino blancos y rectos. La cara estuvo más llena y los ojos se habían vuelto oscuros. El ghoul se movió y el vampiro simplemente chasqueó una mano hacia él congelándolo donde estaba. Ni siquiera los lobos se movieron; eran estatuas, mirando fijamente a la mujer y al vampiro mientras se encaraban el uno al otro.

– ¿Ivory? -La voz rechinó. Carraspeó-. ¿Ivory? -repitió y esta vez el tono fue hermoso. Apacible. Cariñoso. Las manos subieron para ahuecar el mástil de la flecha donde la sangre negra goteaba desde el pecho-. Estás viva.

Las manos de Ivory temblaron y respiró. Uno. Lo retuvo y luego soltó el aire en una boqueada larga como si luchara por respirar. Su mirada cayó en la flecha del cuerpo, la sangre goteaba lentamente por su camisa y manaba alrededor de la herida de entrada.

– Sí -cuchicheó-. Estoy viva y mi alma está intacta. ¿Cómo es que tú, mi amado hermano, te uniste a las filas de los malvados que destruyeron a tu hermana? Contéstame a esto. -Cada palabra fue arrancada dolorosamente de su corazón, atenazándole la garganta, amenazando con estrangularla con cruda pena y el sentido terrible de la traición.

La garganta de Ivory estaba atascada de lágrimas. Dudaba que pudiera decir otra palabra sin estallar en sollozos. Se negó a apartar la mirada del vampiro, ni por un momento, aunque fuera mucho más difícil pensar en él como un enemigo cuando su forma era tan querida y familiar. Deseaba lanzarse al consuelo de sus brazos y descansar la cabeza contra su hombro, llorando por el pasado perdido.

Buscó el sendero que sería mejor usar para advertir al humano. Toma al chico y deslízate. Vete lejos de este lugar. No estoy segura de poder derrotar a éste en batalla.

Sergey. Había sido un genio como luchador. Pocos se le comparaban. Ahora tenía siglos de batallas con los mejores cazadores Cárpatos, por no mencionar a los vampiros que había derrotado para añadir a su experiencia. Trató de no ver la taimada y astuta inteligencia en las profundidades de sus ojos. No quería creer su primera visión de él. Había evitado a sus hermanos una vez confirmó los rumores cuchicheados.

Gary agarró a Travis por la parte superior del brazo y empezó a moverlo lentamente de vuelta al bosque. La cabeza del vampiro giró lentamente hacia ellos, y por un momento ese color oscuro y suave llameó a rojo y brilló en ellos como un animal feroz.

– No los mires, Sergey -dijo Ivory con brusquedad-. O debo llamarte hän ku vie elide…, vampiro, el ladrón de la vida.

La mirada del vampiro volvió con brusquedad a ella y pareció triste.

– Eres mi amada hermana…

– No me llames amada cuando me traicionaste. Estás aliado con aquellos que me robaron la vida.

– Se les ha administrado justicia.

– ¿De verdad? -Estaba de pie, alta y derecha, la luna brillaba sobre su pelo negro azulado-. No puedes mentirme, Sergey. Otros quizás te crean, pero he cazado vampiros durante muchos siglos y conozco a los que me llevaron a la pradera de nuestro padre, cortaron mi cuerpo en pedazos y los dejaron para los lobos. Sé que están vivos, así que no me cuentes bonitas mentiras.

– ¿Le hicieron realmente eso, Gary? -El chico sonó temeroso con su fuerte susurro.

Ella vislumbró al hombre que sostenía al chico cerca, intentando tranquilizarlo. Cada vez que se movían, el ghoul daba un paso con ellos en un macabro baile de muerte. Cada vez que el ghoul cambiaba de posición, los lobos lo rodeaban y se lanzaban hacia él, con los dientes desnudos.

– Déjanos, Sergey -dijo Ivory-, y llévate tu kuly contigo.

– ¿Qué es kuly? -preguntó Travis.

Ella giró la cabeza hacia el chico, pero mantuvo la mirada en el vampiro.

– Es un gusano que vive en los intestinos, un demonio que posee y devora almas. Así que realmente, eso es lo que Sergey es, ya que posee el alma de ese gusano. -Con el mentón indicó al ghoul.

– Necesito un arma -siseó Gary hacia ella.

Ivory suspiró. ¿Qué hombre entraría en el bosque persiguiendo al ghoul que se había llevado a un niño sin un arma? Por lo menos no estaba histérico, y eso era una ventaja cuando necesitaba cada gramo de concentración que podía reunir. En todo caso, no había necesidad de cuchichear; cualquier vampiro, mucho más un maestro vampiro, tenía una excelente audición.

– Has olvidado tus modales, Ivory -reprendió Sergey, pareciendo más dolorido que nunca. Se arrancó la flecha del cuerpo, la observó desintegrarse en su palma y dejó caer los pedacitos de metal en la nieve-. Tu flecha casi me perforó el corazón.

Ivory marcó donde cayeron los pedazos.

– Si todavía tuvieras corazón, los que profanaron mi cuerpo habrían sido llevados ante la justicia. En vez de eso, atormentas a un niño con tu patético títere. Toma a tu sirviente y vete, Sergey. No quieres luchar contra mí.

Él se rió, un sonido malvado que se alzó hasta que pareció que llenaba los cielos alrededor de ellos. Los árboles temblaron, sacudiendo la nieve de sus ramas de tal manera que los cristales de hielo fueron lanzados al aire. El vampiro levantó la cabeza y tosió con fuerza. Cuando las escamas heladas se endurecieron y cambiaron de forma, lloviendo, Ivory extendió la mano y la nieve se convirtió en vapor, una gran ráfaga de viento sopló de vuelta a la cara de Sergey.

Él tosió otra vez y se ahogó, se estranguló, se tapó la boca con la mano. Detrás de la palma ella pudo divisar un pequeño hilito de sangre, luego unas gotas carmesí mancharon la nieve debajo de él. Tosió y roció más sangre. Por encima de la mano, los ojos resplandecieron rojos y ella oyó que el niño soltaba un grito estrangulado y asustado.

Mantén su cara contra el pecho, ordenó a Gary. Puso sus parásitos en la nieve y pueden ser mortales. No puedes permitir que el chico los inhale.

Sergey escupió en la nieve, manchando el polvo blanco prístino con diminutas criaturas que se meneaban, parecidas a gusanos.

– Estoy perdiendo la paciencia, Ivory. Debes unirte a mí ahora.

Sintió que el cuerpo le respondía a la dulce compulsión de su voz. Cerró los dedos con fuerza alrededor de la ballesta.

– ¿Crees que todavía soy esa joven que viste por última vez? No respondo a la compulsión.

Él abrió los brazos.

– Ven a mí, hermana. Este es tu lugar, con nosotros. Luchamos contra el Príncipe… por ti. De no ser por la cobardía de su padre, por la enfermedad de su linaje, nada de lo que te sucedió habría pasado. Te envió lejos, sabiendo que era peligroso para ti, contra los deseos de tus hermanos. ¿Lucharías para su hijo? ¿Te unirías con el hermano del hombre que puso en marcha una guerra?

¿Estaba maniobrando para acercarse más? No podía decirlo. Balanceaba el cuerpo mientras hablaba y ella no podía decir si estaba usando eso para adelantarse centímetro a centímetro, no con la nieve arremolinándose alrededor de su cabeza. Cada vez que el ghoul se movía los lobos reaccionaban, pero su atención estaba centrada en el títere, dejándole el maestro a ella. Su visión pareció un poco nebulosa. O quizás era su mente. Cuando él hablaba su voz evocaba imágenes que ella mantenía enterradas profundamente para evitar la locura. No podía distanciarse y recordar ese momento cuando todo estuvo perdido y Draven la entregó a los vampiros con una sonrisa afectada en la cara. Le había agarrado la cara entre las manos y la había besado. Ella había tenido la satisfacción de morderlo con fuerza, arrancándole casi el labio. Él le dio un puñetazo lo suficientemente fuerte para hacerla perder la concentración, como parecía estar haciendo ahora.