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– ¿Qué has hecho, mujer? -rugió.

Antes de que pudiera contestar, Rajá entró en el cuarto y se lanzó hacia la garganta del intruso. Se lanzó hacia arriba con los dientes desnudos.

– ¡No! -ordenó Ivory.

El Buscador de Dragones agarró al lobo inmenso por el cuello, la fuerza del ataque lo condujo de vuelta a la cama de tierra. Ella vio sus manos cerrándose como un torno. El lobo luchó instintivamente en busca de aire.

Hermanito, él no es un enemigo. Es mi compañero. Mostró los dientes al lobo y él se quedó quieto y sumiso entre las manos del Buscador de Dragones.

– Suéltalo -ordenó Ivory-. Hazlo ahora o me vengaré.

El Buscador de Dragones levantó una ceja, sus manos permanecieron firmes alrededor del cuello del lobo.

– ¿Intentas amenazarme con daños corporales? Dudo que haya mucho que puedas hacer que no me hayan hecho antes. Y si quieres matarme, ese es mi deseo, así que no creo que eso sirva a tu propósito intimidatorio.

Ella escupió otra maldición.

– ¡Veridet pejeque tu sangre arda!

Él soltó al lobo un poco cautelosamente, manteniendo su mirada fija en el gran alfa y no en Ivory, lo que sólo sirvió para irritarla más, como si él pensara que el animal suponía una amenaza mayor que ella.

– Mi sangre ha ardido en muchas ocasiones, avio päläfertiilamcompañera mía.

Ella dejó salir el aliento de sus pulmones con un siseo.

– Jamás me llames “compañera”. No soy tuya. No pertenezco a nadie. No confío en nadie, y menos en el nieto de Xavier y Buscador de Dragones además. -Puso cada gramo de desprecio y repugnancia que pudo convocar en su voz.

Antes de que él pudiera responder Ivory cambió su atención a Rajá, que captando su humor mostraba los dientes otra vez, unos gruñidos bajos de advertencia retumbaban en su garganta. Hermanito, no tengo paciencia para tratar ahora con dos machos y sus egos. Vete con tu compañera que apaciguará tus nervios y déjame tratar con este… este… No había palabra suficiente mala para describirlo.

El lobo envió el Buscador de Dragones una última mirada de advertencia y luego saltó fuera de la habitación, dejándolos solos en la cámara.

Ivory retrocedió por el suelo hasta que hubo espacio entre ella y el Buscador de Dragones. Apretó la espalda contra la pared, luchando por mantener su serenidad.

– Han pasado siglos desde la última vez que estuve sola en un cuarto con otra persona -confesó-. No estoy segura ya de lo que uno hace.

– Podrías comenzar diciéndome tu nombre.

El hombre no sonreía. No la miraba como si la luna subiera y se pusiera con ella, como tenían fama de hacer los compañeros. Ni discutió que ella le pertenecía aunque cada célula del cuerpo de Ivory gritaba que era verdad.

Ivory se humedeció los labios.

– Soy Ivory Malinov, hermana de los cinco que han levantado un ejército y una rebelión de vampiros. Hermana de los aliados de Xavier. -Respiró hondo-. Y ésta no es mi forma verdadera.

– Soy Razvan, nieto de Rhiannon y Xavier. Soy un proveedor de muerte y tortura para cualquiera que se atreva a acercarse a mí, especialmente a aquellos por los que más me preocupo. Nunca te reclamaré, así que no te preocupes, Ivory. Te dejaré tan pronto como pueda hacerlo. -Inclinó la cabeza a un lado y estudió su cuerpo inmaculado-. ¿Temes mostrarme tu forma verdadera?

Ivory levantó el mentón.

– No le temo a nada, Buscador de Dragones, y menos que a nadie a ti.

– Eso puedo verlo -dijo, un débil sarcasmo se deslizó en su tono-. Aunque, ciertamente me deberías temer. No a mí: a Xavier. Me puede encontrar dondequiera que esté. Debes creerme en esto.

– Te creo. Estudié cono Xavier hace muchos años. Muchos más de los que quiero recordar. Lo conozco bien… demasiado bien.

– Lo enojaste de alguna manera. -Razvan hizo una declaración.

Ella se encontró con que apenas podía respirar, en los estrechos confines de la habitación, con el hambre del Buscador de Dragones golpeándola. Quizá no fuera solo su hambre. Quizá fuera la forma en que sus ojos se movían sobre ella con una insinuación de posesión, la intensa mirada de interés de un macho. Nadie la había mirado así desde el hijo mayor del Príncipe y eso no había resultado demasiado bien.

La piel le dolía. Los huesos. Había olvidado ese dolor, o por lo menos lo había empujado tan atrás en sus recuerdos que éste era débil y apagado. Ahora, observándolo mirarla, haciéndole preguntas, su cuerpo recordó la sensación de agudos objetos cortando hueso y tejido.

– Ivory -incitó, su voz apacible-. ¿Qué hiciste para enojarle?

Ella se hundió contra la pared, levantó las rodillas y pasó los brazos alrededor de las piernas, haciéndose mucho más pequeña.

– Quise ir a la escuela de Xavier y aprender de él. Mis hermanos y cinco de sus amigos me criaron. Diez guerreros fuertes que me consentían cada capricho. Aprendí cómo luchar, pero nunca se me permitió usar mi conocimiento. Podía hacer cosas que ninguna otra mujer podía, más se esperaba que me sentara en casa y esperara a un compañero que me proporcionara seguridad. -Sacudió la cabeza, recordando la frustración de tener un cerebro activo, desesperado por conocimiento de cualquier clase, y chocar contra un muro cuando sus hermanos se negaban a permitirle cualquier libertad.

Se frotó el mentón en las rodillas.

– En aquel momento, Vlad Dubrinsky era el Príncipe. -Le estaba dando una explicación muy complicada, divagando en vez de hacerla corta y sucinta. Se apretó los dedos sobre los ojos-. Creo que ha pasado tanto desde que he mantenido una conversación con alguien excepto con mi manada, que he olvidado cómo hacerlo. -Se frotó la palma arriba y abajo por el muslo.

La mirada de Razvan saltó a la mano y se demoró allí, reconociendo el signo de nervios. Ella era salvaje, como su manada, estaba inquieta con su presencia, no porque él representara peligro, ni porque fuera su compañero, sino simplemente porque era intrínsecamente cautelosa con todos.

– Tranquilízate, Ivory -dijo suavemente, canturreando como si tuviera que domesticar a un animal salvaje excitado-. No busco nada de ti. No creo que Xavier persiga mi cuerpo tan pronto. Se ha vuelto débil y viejo sin sangre cárpata de la que alimentarse. Necesitará encontrar fuerzas antes de que pueda golpearme. Lara escapó de su prisión primero y luego mis tías. Así que por el momento estás a salvo, pero nunca me des la espalda. Considera el matarme.

Ella ignoró su última declaración.

– ¿Cómo escapaste?

– Xavier sacó mi cuerpo de las cuevas de hielo cuando su fortaleza fue destruida. Ahora necesita sangre para sobrevivir y ser fuerte. -Miró a su cuerpo cansado y roto con una breve sonrisa sin humor-. Ha utilizado mi sangre hasta que quedó poco de ella. Creo que tenía en mente matarme, pero cuando las tías escaparon necesitó mi sangre para mantenerse vivo. Está decidido a ganar la inmortalidad. Como puedes ver, hay muy poco de mí, y él se ha debilitado tratando de construir su nueva fortaleza.

Ivory respiró hondo y lo dejó escapar. Razvan pudo ver que luchó consigo misma antes de hacer la oferta.

– Necesitas alimentarte.

Su voz era baja, temblorosa, y el corazón de Razvan giró dentro del pecho. Había pasado mucho tiempo desde que otro le había ofrecido una bondad.

– Te agradezco la oferta, pero debo declinarla con pesar. He tomado suficiente sangre de aquellos a los que debería haber protegido y no tomaré la tuya.

Ella frunció el entrecejo.

– Puedo sentir tu hambre.

– Lo sé. No puedo controlar las necesidades que se esparcen por los cerrados límites de este cuarto. Siento sinceramente causarte angustia.

Él no quería que ella morara en el hambre que se arrastraba por su cuerpo, cada célula gritaba pidiendo sustento. Podía oler su sangre, rica, caliente y fluyendo por sus venas, llamándolo. Apenas podía pensar con los dientes ya alargándose y la saliva en la boca. El latido del corazón de ella se emparejaba con el irregular latido del suyo, y eso le preocupaba.