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"Como siempre, supongo. ¿Te apetece una bebida?"

Alex asintió, y John le sirvió un vaso de whisky. "Obviamente no exactamente igual, Lord Blackwood."

"Ah, eso. Fui nombrado barón. Barón Blackwood." John dedicó a Alex una garbosa sonrisa. "Suena bien, ¿no crees?"

"Suena muy agradable. "

"¿Y cómo ha cambiado tu vida en los últimos cuatro años?”

"No había cambiado mucho, supongo, hasta los seis últimos meses. "

"¿De verdad?”

"Me casé," dijo Alex con una sonrisa avergonzada.

"¿Qué me dices?" John alzó su vaso de whisky en un silencioso brindis.

"Su nombre es Emma. Es la prima de Belle. "

John se preguntó si la esposa de Alex se parecería a su prima. De ser así, entendía fácilmente como había capturado la atención del duque. "¿Supongo que ella ha leído también las obras completas de Shakespeare?”

Alex soltó una breve risa. "En realidad comenzó a hacerlo, pero la he mantenido muy ocupada últimamente. "

John alzó las cejas ante el doble sentido de aquel comentario.

Alex interpretó su expresión inmediatamente. "La he puesto a administrar algunas de mis propiedades. Tiene muy buena cabeza para ello, de hecho. Es capaz de sumar y restar mucho más rápido que yo. "

"Ya veo que la inteligencia es de familia. "

Alex se preguntó cómo había aprendido John tanto sobre Belle en tan poco tiempo, pero no dijo nada. "Sí, pues puede que eso sea lo único que ambas tienen en común, además de la extraña capacidad de conseguir exactamente lo que quieren sin que tú te percates de ello. "

"¿Ah?”

"Emma es bastante cabezota," dijo Alex con un suspiro. Pero era un suspiro placentero y feliz.

"¿Y su prima no?" preguntó John. "Me pareció bastante formidable. "

"No, no. Belle tiene una personalidad fuerte, no me entiendas mal. Pero no exactamente como Emma. Mi esposa es tan obstinada que a menudo se mete de cabeza en una situación problemática sin pararse a considerarla antes. Belle no es así. Ella es muy práctica y pragmática. Tiene una curiosidad insaciable. Y eso hace condenado difícil guardar un secreto cerca de ella, pero debo decir, que me gusta su forma de ser. Después de ver la infernal situación de algunos de mis amigos, me considero muy afortunado por mis parientes políticos. "

Alex se percató de que estaba hablando mucho más abiertamente de lo que normalmente hacía con un amigo al que no había visto durante años, pero es que había algo en la guerra que forjaba un vinculo indestructible entre los hombres, y probablemente era por esa razón por la que hablaba con John como si los últimos cuatro años no hubieran transcurrido.

O también puede que fuera porque John era un excelente oyente. Siempre lo había sido, recordó Alex. "Pero ya basta de hablar de mi nueva familia," dijo de repente. "Los conocerás bastante pronto. ¿Cómo estás tú? Te las has arreglado muy bien para evitar mis preguntas. "

John rió entre dientes. “Como siempre, supongo, excepto que ahora tengo un título. "

"Y un hogar. "

"Y un hogar. Compré este lugar invirtiendo y reinvirtiendo el precio de mi comisión. "

Alex soltó un largo silbido. "Debes tener un toque de oro para los asuntos financieros. Deberíamos hablar de ello algún día. Probablemente podría aprender una o dos cosas de ti. "

"El secreto del éxito financiero no es difícil, en realidad. "

"¿De verdad? Entonces te ruego que me digas cuál es”

"Sentido común. "

Alex soltó una carcajada. "Algo de lo que me temo he carecido estos últimos meses, pero supongo que eso es lo que el amor le hace a un hombre. Escucha, ¿por qué no vienes a cenar a casa pronto? Le hablé a mi esposa sobre ti, y está impaciente por conocerte. Y, por supuesto, ya conoces a Belle. "

"Me gustaría," dijo John. Y en una rara muestra de emoción, añadió, "Creo que será muy agradable tener algunos amigos en la zona. Gracias por venir a visitarme. "

Alex miró a su viejo amigo atentamente, y por un instante vio lo realmente aislado y triste que John estaba. Pero un segundo más tarde, John veló su mirada, y su expresión adoptó su impenetrabilidad habitual. "Muy bien, entonces," dijo Alex cortésmente. "¿Qué te parece dentro de dos días? No seguimos el horario de la ciudad aquí, así que probablemente cenaremos sobre las siete."

John asintió.

"Excelente. Te veremos entonces." Alex se levantó y estrechó la mano a John. "Me alegro de que nuestros caminos se hayan cruzado de nuevo. "

"Yo también." John escoltó a Alex desde la casa hasta los establos donde le aguardaba su caballo. Con una amistosa inclinación de cabeza, Alex montó y se alejó cabalgando.

John regresó despacio a casa, sonriendo para si mismo cuando alzó la vista para contemplar su nuevo hogar. Cuando entraba en el vestíbulo, Buxton lo interceptó.

"Ha llegado esto para usted, milord, mientras conversaba con su Excelencia. " Tendió a John una carta en una bandejita de plata.

John alzó las cejas mientras desplegaba la nota.

Qué extraño. John dio la vuelta al sobre en su mano. Su nombre no aparecía escrito en ninguna parte. "¿Buxton? " llamó.

El mayordomo, que había empezado a caminar en dirección a la cocina, giró y regresó al lado de John.

"Cuándo esto llegó, ¿qué dijo el mensajero?”

"Solamente que tenía una carta para el dueño de la casa. "

"¿No mencionó mi nombre expresamente?”

"No, milord, me parece que no. Era un niño quien lo trajo, en realidad. No creo que tuviera más de ocho o nueve años. "

John dedicó al papel un último vistazo especulativo y luego se encogió de hombros. "Probablemente fuera para los dueños anteriores. " Lo estrujó en su mano y lo dejó a un lado. "No tengo ni idea de lo que significa. "

* * *

Más tarde esa noche mientras cenaba, John pensó en Belle. Mientras saboreaba una copa de whisky hojeando El Cuento de Invierno, pensó en ella. Y cuando se dirigió lentamente hacía la cama, pensó en ella.

Era hermosa. Eso era irrefutable, pero no creía que esa fuera la razón por la que invadía sus pensamientos. Había habido un destello en aquellos brillantes ojos azules. Un destello de inteligencia, y… de compasión. Ella había tratado de ofrecerle su amistad antes de que él frustrara completamente su tentativa. Sacudió la cabeza, como si así pudiera desterrarla de su mente. Sabía que era mejor no pensar en mujeres antes de irse a la cama. Cerrando los ojos, elevó una plegaria para poder dormir sin soñar.

Estaba en España. Era un día caluroso, pero su compañía estaba de buen humor; no había habido ningún enfrentamiento durante la semana pasada.

Se habían instalado en una pequeña ciudad, hacía casi un mes. Los vecinos estaban, en su mayor parte, contentos de tenerlos allí. Los soldados trajeron dinero sobre todo a la taberna, pero todo el mundo se sintió un poco más próspero cuando los ingleses llegaron a la ciudad.

Como de costumbre, John estaba bebido. Lo que fuera para borrar los gritos que resonaban en sus oídos y la sangre que siempre sentía en sus manos, no importa con qué frecuencia se las lavara. Unas cuantas copas más, calculó, y estaría de camino al olvido.

"Blackwood. "

Alzó la vista y saludó con la cabeza al hombre que se acomodó al otro extremo de su mesa. "Spencer".

George Spencer cogió la botella. "¿Te importa?”

John se encogió de hombros.

Spencer vertió un poco del contenido en el vaso que había traído con él. "¿Tienes alguna idea de cuándo nos marchamos de este horrible agujero?”

"Prefiero estar en este horrible agujero, como tú lo llamas, que en medio del campo de batalla."